Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Poemas de Javier Alvarado

 JAVIER ALVARADO

LA MUERTE Y SU BARCO

 

La muerte regresa a tientas con su barco

Escupe sus negros esclavos, sus piezas de mercadería

Regresa desde los sueños en forma de galeón o de canoa

Es en nosotros que vive con su llanto sumergido

A veces me pregunto a quien llaman mis padres

Desde la senilidad con sus tantas voces;

Por qué se repiten mis abuelos en los mismos hábitos

De hablar con la nada

O de esparcir sus fotografías

En el garabato de la niebla?

Aún no se esconden las cosas presentes y los veo

Jugar con los nietos, que permanecerán cantando para siempre

Cuando hay brea sobre estos puertos

O gaviotas confusas que se posan en los mástiles y en las cuerdas

A diatribar con los gallotes.

No hay más misterios nivelados que observar el mar

Y su llanto sumergido,

Esos dioses gemebundos

Que bostezan despacio o que se llenan la boca con fabulaciones

De foca o de ballena.

Es este miedo a respirar las sales que ya conozco

A visitar esos puertos donde se quedó mi cuerpo de tritón

O de almirante,

Escribir los mismos poemas

Que circularon con las estrellas de la espuma, o recordar

Esa balada que va en la boca de los longorongos

Que gritan sus orgasmos repletos de fiebre;

Vegetar en mi espejo que se vuelve un caracol henchido

O una furia oceánica que se repite como un triste maremoto.

Por eso atestiguo el recolectar con mi caña de pescar estas imágenes.

Estas verdades que tiemblan y se agitan en el fondo

De todas las nadas como peces que resguardan la tranquilidad del aire

O como burbujas secas que se quedan vacilando

En mis manos como medusas.

La muerte me llevará a todos los puertos

E irá doblando mis pantalones y mis restos de equipaje.

Seré más oscuro o luminoso cuando recorra

Las huestes y las epopeyas de otros mares, seré joven o viejo

O quizás oblicuo como todo resplandor que nace.

A veces creo que cada día

La muerte nos prepara para entrar en su barco.

 

 

MATACHÍN *

Siempre anduve de paso, mirando la vida que corre

en algún tren opuesto al mío. 

Eugenio Montejo

 

 

Despierto ahora que no quedan destellos en el pueblo

Cuando no quedan restos de manos

Acariciando el lomo de las puertas,

Alguna vela desterrada (si es que podemos descifrarla)

Alguna sombra colgando de un árbol (si es que el tiempo la ha dejado

Tejer una guirnalda, un légamo de trenza).

Escribo con el temblor de las palabras

Mientras el invierno

Teje una corona de sí mismo;

Mientras los pájaros dormitan

En otro silencio, en otro bosque, en otra selva,

Cuando todos desertamos de esa oscuridad

Que ya viene, que ya se fue  y que llama a nuestros rituales con voz ronca

Como una llama de sangre que incuba las parcelas

Cuando raspamos una piedra contra otra,

Buscando el albur de nuestro tedio.

Es una hora en que todos se han marchado

En que partimos hacia épocas añejas

Con zapatos nuevos y ojos advocados al misterio

Con  un dragón de escamas gualdas,

Con nuestras familias arrancadas de raíz,

Con el último intento del gallo de asir la tierra,

De alejarla de su cresta y rotar la muerte en su plumaje:

Cuando ya no me escucho, cuando ya no me oyen

Cuando en vano trato de  plantar los rieles y durmientes

Y sobrevive un cántaro roto a las cuentas de la lluvia y los dictámenes del día

Cuando nos embarcaron desde Cantón para alborear la esfera

Para vislumbrar alguna pagoda en el paisaje.

Dejamos atrás nuestra ciudad,

El aroma lirico que transcurre en nuestro tiempo,

Algunas brazadas hacia el loto abierto del estanque,

Hacia nuestros sueños, algo de nuestras vidas inconclusas, fragmentarias,

Algo de nuestros dioses

Que en esta parte de Panamá aún respiran, prevalecen,

Mientras me devora un sol

Para llenar mis pupilas con los colores asaetados por el trópico;

Cuando un tren enmudecía en el pecho

Y se rumoraba

Que entristecíamos por falta de opio, que el opio no habitaba nuestros huesos

Como las oscuras voces que se debatían por ser grullas en la montaña sagrada.

Pero aun así, vestimos con sedas preciosas

Y amamos a nuestros hijos y mujeres

Condensando una huella que viene de tan lejos

Que se esfuma, que retorna, que muere contigo;

Era como recordar la siembra

Y la evocación empapada de nuestro padre,

Disputando las espigas de arroz

Y el monzón que se adviene -como hálito tardío-

Mientras el corazón se nos repliega

Con ese ruido de locomotoras que pasan

Y cada una de nuestras vidas es un durmiente

Y cada una de nuestras muertes es un riel demenciado entre las piedras.

Algunos se amarran guijarros

Y deletrean el curso sanguíneo de los ríos,

Otros empiezan a tallar lanzas de palo y luego hunden

Esa inocencia de árboles al cuello,

Algunos pagan por decapitaciones

O se sientan amordazados en el borde lastimero de la playa

Para que el mar los resida con sus pies de tentáculos

Y sus lágrimas de  espuma

O toman sus trenzas

Y se anudan a las ramas y estallan sobre la tierra como frutos

Y cuelgan con sus grandes pantalones al viento

Como aguardando al eco,

Al aluvión que atesora lo parsimonioso de sus pasos,

A sus tés medicinales que desborda la tormenta.

Yo no puedo recordar el llanto de esa gente

Y la desolación que corre por sus ojos.

El istmo cuelga de un moño chino

Cuando no quedan restos de manos

Acariciando el lomo de las puertas;

Mientras recorro las historias de Matachin página por página;

Ahora que parto en tren

Y que ya no quedan destellos

De ahorcamientos

En el pueblo.

  • Pueblo donde se dio una gran ola de suicidios por parte de asiáticos durante la construcción del ferrocarril transcontinental y transistmico por el istmo de Panamá.

 

MEDITACIONES EN UN BOSQUE DE ESCOCIA

Seguiste las instrucciones para leer a los árboles

Ernesto Carrión

 

Abro estas rocas para estar despierto

Para imaginar que he colocado sobre este suelo cada uno de sus árboles.

Hay dioses blancos y hay dioses más oscuros

Algo que el chubasco me ha permitido ver

Algo que no sucede y que sin embargo ocurre en mi conciencia

Suelo derramarme sobre este campo como el pequeño arroyo

Que en vez de morir se va a alimentar la charca afiligranada de los patos,

Me subo a los troncos y las ramas levemente se resquebrajan

Abro la fábula del cuervo y Edgar Allan Poe va sucediendo

Sobre los bucles de Minerva.

Hay un esturión castrado

Y un ánfora de sol que destella copos de nieve;

Ese mundo irregular donde se abre el poema

Y la sombra se hace corpus,

Vino de la realidad para el deleite de otras desapariciones

Un muchacho juega desde su puerto y empieza desde siempre

A escupir las tempestades, otra chica más arriba

Es la que esparce el viento por la tierra

Ambos combinan el aguaviento que azota estos lugares.

En este verano que parece invierno solía jugar con mi caballo

Ornamentar mi silla de montar con los cascabeles de mi patria

Perder el equilibrio en los telares acuosos de la nieve

El vino que se derrama y va aletargando las alquerías

Las sastrerías del agua que susurran sus verdades a los troncos

A los hábitos de los ascetas y de quienes viven en el monte

Vegetando entre las oscuras estepas que huelen a pino recién cortado

Imaginándome que puedo permanecer como un hilo de estrella

Donde va colgando el pergamino de la araña

Esa sacudida de los peces y de los mares que se van abriendo

Hacia la conquista de ese otro mundo, donde no hay palabras

Y poseemos malos hábitos, eso de amar con un lirio resplandeciente

Con un guijarro empalmado que se abre hasta dominar el cristal de la semilla

Asistir a los oficios nocturnales y seguir al Buen Pastor en su domingo

Por la siesta de los cereales y el pan

En cada paso del corcel que se retira

Entre calles asfaltadas por las corolas de las flores.

Termino por creer que hay una estatua rota

O un arenque saliendo de la endurecida lengua.

Hay fitoplánctones y pirañas en nuestro estómago

Lunas quebradizas que cuelgan de las orejas

Y una luz color de ámbar que destilan los cestos olvidados de manzanas.

 

LOS PATOS

 

Estos son los patos cuyos lenguajes desconozco,

Cuyas normas de comunidad

He venido observando, desde este vegetal arribo

Una sola hembra los domina con su pico amaestrado

Por el limo del fondo,

Todos llevan rastros de agua

Entre sus alas

y danzan sobre imaginarios

Retratos de hielo,

Los dos pichones acompañan a la madre, aunque a veces

Se quedan solos, mientras ella se confunde con la palabra

Del follaje.   Algunos se suben a buscar el pan

Cuando me dispongo a comer sobre la mesa

Ellos me traen el aroma del aguaviento y sus prodigios

Son dulces como espectros soleados y hermosos,

Como pupilas de doncel;  en grandes vaharadas

Alguna bañista yace figurada

Entre ellos, sobre estos perdidos árboles

Que retratan otro idioma o alguna postal del sur

De América

Aquí están danzando con su juego temerario

Buscando la comida bajo el agua     sumergiéndose

Y columpiando el aire con el movimiento de sus patas

Tratan de encarnarlos la Pavlova, la Fonteyn

La Alicia Alonso, con gasas y plumajes

También los iguala Nureyev,  el inmortal

Llevando a cuestas el circunloquio del terrestre ruso,

Estos son los patos

Que he venido observando.

Esta es su danza mortal

Que ejecutan sobre el lago.

  

EL FOTOÁLBUM

 

Me pongo a mirar las fotos al fondo

Donde se erige el álbum de la nada

Mujeres antiguas con vestimentas

Que hoy se apolillan en baúles de caoba,

Caballeros de sombrero y corbata que van y vienen

A una boda que siempre asisten.

Los abuelos que se fueron de uno en uno

Hasta desperdigar sus genes y la sangre de sus hijos.

Leonardo con su ropa caqui deambulando

Con su caballo colorado

Por un potrero de maderamen y ceniza,

Lucila con su pollera o pedaleando la máquina de coser

Motivando la aguja que ha de coser los trajes

Inolvidables del invierno,

Marcaria la loca que busca el refugio materno

De las aguas,

Celestino con su sombrero ensimismado

Y el rostro de la vejez tan denso

Como arboladuras animales,

Ahora Reyes que se ha ido

Dejando una blanca cola de estrellas

Y un perfume perpetuo.

La tierra se los tragó como el trabajo

Como el agua de la lluvia, el pan y el sacrificio

Hoy ojeo estas fotos y me persigue

El canto de un gallo fantasma.

Todos los recuerdos están como un guijarro

En la palma de la mano,

Como una oración de un desconocido detrás del muro.

Todas las abuelas me dan sus bendiciones.

Hay algo que busco y se ensombrece.

Es mi foto de muerto, que tarde o temprano, se ha de iluminar.

 

PANAMÁ, YA SEA EN EL PACÍFICO O EN EL ATLÁNTICO

 

Panamá en esta  calle y en este tiempo que nos falta,

Antes de mis días y mis noches

(Y del poema) fluctuando entre los lirios como el agua,

Con sus gruesas murallas y sus edificios

Que le dan color de tacto a los espejos,

A las criaturas del mar que se advienen a mi fondo,

A mi lámpara de niño y a mi mano afiebrada de poeta.

Nunca antes por siglos volví a ver el mismo día

En que abrí los ojos tanteando la tierra

Y el polvo del lugar donde ocurrió mi nacimiento,

Donde me convertía en talingo y en estatua

Con peces de aire entrando por el mármol.

Panamá fue una musa entrando

-vena a vena-

Un arcoíris en la boca,

El tamaño de una brújula en el eros y en la gnosis.

Una ciudad en mi piel, como algo corpóreo

Como la música en una temporada de lluvia

O como un tamborito en una oleada de calor.

Siempre llego a ella aunque por otros caminos vaya

Dejando fuego, dejando amor, coloquios,

Algo de poesía.   Mi talón siempre regresa al milagro

De su musgo, a sus piedras temerarias,

A su selva donde nunca he ido, donde nunca vuelvo,

Donde respiro la verdad del mundo

Ensalinada al borde de sus playas.

¿A dónde dejar el muro, el trapecio

Y las marcas de la reniñez como una mariposa en el sombrero,

El desnudo campo

Por donde persigo duendes y espejismos de luciérnaga,

Imágenes de Dios o de un caballo que atesora

Las caminatas imaginadas por el tucán en la tormenta?

Panamá

En el Pacifico, en el Atlántico,

¿En dónde está?, ¿en dónde estuvo?,

¿En dónde me encuentra el mar con su Canal

Y su memorial dolido?    Panamá la que siempre

Encuentro aunque por otros caminos vaya

Donde silbo a las criaturas que se advienen a mi fondo,

Con mi lámpara de niño y  mi mano afiebrada de poeta.

 

 

Javier Alvarado

Javier Alvarado

Javier Alvarado- (Santiago de Veraguas 28 de agosto de 1982). Hizo sus estudios en el colegio Panama School y después obtiene el título de Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá en el año 2005. Candidato al Master en Bellas Artes en Teatro por la Universidad de Panamá. Ha dado lecturas de sus poemas en Cuba, Chile, Nicaragua, Costa Rica, México, Inglaterra, Guatemala, El Salvador, Escocia, Colombia, Quebec, Canadá y Uruguay.  Su obra ha sido publicada en varias antologías de Poesía Hispanoamericana. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000, 2004 y 2007, Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007. Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010 con su obra Carta Natal al país de los Locos (Poeta en Escocia). Primer Premio de los X Juegos Florales Belice y Panamá, León Nicaragua con Ojos Parlantes para estaciones de ceguera. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011 en poesía con el libroBalada sin ovejas para un pastor de huesos. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua por su libro El mar que me habita. Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012 por su libro Viaje Solar de un tren hacia la noche de Matachín. Cuenta con doce poemarios.

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Información

Esta entrada fue publicada el 06/04/2013 por en Poesía.
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