En junio de 1937 apareció el primero de los tres números de la revista literaria Verbum, editada por la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. Era el comienzo de la aparición pública -entonces y durante mucho tiempo ignorada- del escritor José Lezama Lima, referencia enigmática de una nueva forma de expresión de lo cubano y de percepción de su cultura en el siglo XX.
Mucho se ha comentado de la existencia fortuita de esta publicación que debía abordar problemáticas jurídicas (nadie en la universidad parecía comprender gran cosa de lo publicado en la revista), y de la estrategia maliciosa de Lezama de aprovechar la ocasión que le ofreció el rector Roberto Agramonte de financiar la publicación, para dar a conocer sus textos, los de sus amigos, y las traducciones o colaboraciones de extranjeros afines a su estética, como fueron los casos de Juan Ramón Jiménez y varios intelectuales franceses.
Cabe preguntarse sobre la trascendencia de Verbum, no sólo en las letras cubanas sino en el propio imaginario lezamiano, sabiendo, con el paso del tiempo, que sólo fue una estación hacia la llegada y consagración de Orígenes (1944-1956). Verbum inicia la irrupción de Lezama en el espacio público cultural de una manera casi confidencial por una parte, y por otra fija las bases del movimiento posterior de su consciencia crítica y de su escritura.
Si nos interesamos brevemente por el Lezama de cerca de 27 años y por el momento de su pensamiento estético en una época compleja como la que siguió a la revolución de 1933 y expulsó del poder al dictador Gerardo Machado; podríamos comprender mucho mejor la evolución posterior del escritor y desmontar ciertos mitos de la historiografía cultural cubana.
La época de la aparición de Verbum es el momento en que Lezama, decepcionado por el resultado de la revolución, da la espalda al acontecer político de la isla. Para esta isla él prefiere imaginar un programa estético que fundamente los orígenes de una sensibilidad propia.
El tono de ese programa aparece en el editorial (“Inicial”) del primer número de Verbum, en el cual se habla de alegría de las posibilidades, sumandos afirmativos, de una síntesis, responsable y alegre, y de penetrar a la dignidad de la palabra y recalcar un perfil propio, un estilo y una técnica de civilidad. En esta afirmación de una respuesta artística que ante el vacío de una crisis política e institucional, subyace una inquietud moral e identitaria que pretende buscar una síntesis entre la fe la católica y el conocimiento alcanzado a través de la poesía.
Con la distancia de los años Lezama reconocería alejarse de este primer período, pero sin abandonar una perspectiva voluntarista: “en mi ‘Coloquio con Juan Ramón Jiménez, año 1937, propuse la expresión teleología insular. Desechando ahora el desarrollo de esa expresión, bástenos subrayar que le daba a su generación un sentido hímnico, whitmaniano, buscaba el cantábile optimista, para diferenciados afluir a lo universal, si se ahondaba era para lograr un centro de operaciones dialéctico o sensorial”, escribe Lezama en “Recuerdos: Guy Pérez Cisneros”, homenaje, mucho tiempo inédito, a su amigo franco cubano desaparecido con sólo 38 años en 1953.
Dos textos fundamentales de Lezama se publican en la breve revista Verbum; el ensayo El secreto de Garcilaso y el poema Muerte de Narciso. A tan temprana edad Lezama muestra que ha leído a Worringer, Vossler y d’Ors, entre otros teóricos del europeos, y abre con este ensayo, leído el 2 de enero de 1937 en el Círculo de Amigos de la cultura francesa de La Habana, el ciclo de su visión historicista del barroco.
Aunque ya ha publicado otros poemas en la antología de Juan Ramón Jiménez, La poesía cubana en 1936, al dar a conocer Muerte de Narciso en el número 2 de julio y agosto de 1937 de Verbum, y no incluir los poemas anteriores en sus libros; Lezama pretende debutar en la poesía cubana con un texto que retoma un mito clásico y se adecua a su teoría de una poética fundacional de lo insular. No es vano resaltar que, en el ensayo sobre Garcilaso, ya Lezama alude al Narciso de Paul Valéry a quien cita para establecer una insólita correspondencia con la España renacentista.
En Verbum aparecen a su vez los primeros actores de una nueva sociabilidad literaria que si bien será disonante hasta la polémica y la ruptura en Orígenes, deja sentada su base más sólida: la del distanciamiento con el acontecer político nacional.
Lo curioso y poco mencionado es que si hojeamos el primer número de Verbum aparece ya una crónica del polémico escritor francés Julien Benda. Célebre por su libro La trahison des clercs (Gallimard, 1927), Benda denigra todo compromiso político o ideológico por considerarlo una traición a los valores clericales. Puede entonces pensarse que la idea de la separación entre la creación y la esfera pública de este primer Lezama, de cierta manera se apoya en una conciliación entre catolicismo y conocimiento estético, propio del tomismo.
La influencia de su amistad con el padre Gaztelu –muy activo en las colaboraciones de la revista y autor de “Muerte de Narciso. Rauda cetrería de metáforas”, la primera reseña sobre el poema de Lezama publicada en Verbum– en este sentido, es determinante. Como lo es la presencia del franco cubano Guy Pérez Cisneros quien no sólo traduce artículos de actualidad sino que con su colaboración “Presencia de ocho pintores” en el primer número, interviene y fija líneas editoriales con cuatro “rasgos” del programa estético de Verbum: desvincularse de la política y del racismo, toda servidumbre cultural a modelos foráneos, y “alentar con celo todo lo que sea capaz de crear la sensibilidad nacional y desarrollar una cultura”.
Es precisamente Guy quien debe haber traducido el texto “Descartes” del número tres y último de Verbum, las respuestas de Paul Claudel a una encuesta de la revista francesa Les Nouvelles littéraires” sobre el filósofo racionalista. Si la elección de Claudel vuelve a identificar una afinidad espiritual y ética como en el caso de Benda, la escisión entre racionalidad y creación (más bien sus paradojas al tratar de articular un sistema de pensamiento afín a la escritura) que se expone en el texto, es el fundamento esencial de toda la escritura de Lezama.
En la primera línea de su Diario (1939-1949), Lezama menciona a Descartes, para concluir con una frase rotunda: “Todo poeta construye previamente su Discurso del método”. Verbum debe leerse, entre otras perspectivas, como la génesis del primer modelo del discurso teórico de Lezama sobre su propia escritura.
París, junio de 2017.
Armando Valdés-Zamora
(Foto cortesía del autor)
Armando Valdés-Zamora (La Habana, 1964). Profesor Titular de la Universidad Paris Este y Doctor por la Universidad de la Sorbona. La siesta de los dioses (Bokeh, 2017) es su último libro publicado.