Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Crónicas de una ciudad cambiante

RODOLFO MARTÍNEZ SOTOMAYOR

Existen escritores que hacen de ciertas ciudades un personaje entrañable. En su novela “Ilusiones perdidas”, Honorato de Balzac realiza un mosaico de figuras y conductas habituales de la ciudad de la luz, en el período de la ilustración.

El poeta Pessoa, nos hacer recorrer Lisboa a tal punto, que la investigadora Teresa Rita López, diría: “Lisboa rima con Pessoa”.

En la literatura cubana, desde Cirilo Villaverde en el siglo XIX, hasta Alejo Carpentier en el XX, han tenido a La Habana, como escenario de sus obras cumbres. En “La loma del Ángel” se disfruta del andar de la sensual Cecilia Valdés por sus calles adoquinadas, se acompaña a los jóvenes con sus ambiciones de escala social, a Leonardo Gamboa y su búsqueda de placeres para saciar el ocio. Se asiste a un retrato de jóvenes criollos y al choque de ideas con peninsulares, de amos y esclavos, de mujeres blancas y mestizas.

Carpentier, por su parte, no sólo detallaría las ideas del viejo continente que llegaban a la ciudad desde París, con aires de revolución, en su novela “El siglo de las luces”. Con su ensayo “La ciudad de las columnas”, haría una declaración de amor a La Habana, un recorrido por todo lo valioso de su arquitectura y su mestizaje de estilos y de sangre.

En la literatura del exilio, ya Cabrera Infante, con su “La Habana para un Infante difunto”, pone los ojos en la ciudad desde la memoria, y esa distancia acrecienta su nivel de mitificación. En “Tres tristes tigres”, hace que el maximalismo del cubano se tense alrededor de la precisión narrativa, y es el hablar habanero uno de los protagonistas inequívocos de su obra, ya clásica.

Los exilios y la emigración logran trasplantar una cultura. New York tiene a la Pequeña Italia, y los barrios chinos pululan por el mundo. Otros ejemplos notables, pueden verse en cada urbe cosmopolita.

Los cubanos hemos hecho de la nostalgia un sentimiento nacional. Un estudio antropológico, podría definir esa obsesión como un resultado de haberse formado la nación por inmigrantes y exiliados. También a esa búsqueda de completarse, y el anhelo de lograrlo al crear una similitud en la cercanía a las raíces que lo formaron.

La Pequeña Habana, en Miami, es esa vitrina donde la obsesión por traer un país en la mochila transformó a una ciudad. Un escenario de clásicos de la literatura cubana del exilio, de su narrativa, su poesía y su dramaturgia. Personajes que habitan sus calles, han sido los protagonistas con sus conflictos y las maromas de su existencia.

Ahora nos llega un libro diferente, un cuaderno de crónicas escrito por un narrador: Crónicas de la Pequeña Habana (Ediciones Furtivas, 2023) de Ernesto G. Haber editado sus dos primeros libros, me dio la oportunidad de asistir al nacimiento de su alter-ego, Maurice Spark. En aquellos relatos, Ernesto G sorprendía con su frescura, y emanaba una inteligencia que no sucumbía a la petulancia ni a los galimatías de cierta literatura contemporánea. Para el autor era más importante la precisión del lenguaje, y alcanzar con esos dardos al lector. Su mayor influencia era la literatura norteamericana, clásicos como Mark Twain, Henry Miller y Henry James, por solo citar tres.

Las crónicas de un narrador no son convencionales, porque los personajes pasan de una mera descripción externa, a ser seres vivos, que transmiten sentimientos, que respiran cargados de vitalidad. En Crónicas de la Pequeña Habana, la observación consciente hace que la mirada sea abarcadora, y a la vez una lupa que se detiene en detalles no perceptibles para el transeúnte común.

Ernesto hace paneos que se entrecruzan y alcanzan la oblicuidad, lo mismo con borrachos en las afueras de una licorería, que en las frustraciones y ambiciones de un licorero. La Pequeña Habana es un barrio construido sobre nostalgias, un territorio de inmigrantes y capital de un exilio que acoge a personajes variopintos, cubanos en su mayoría, que en ocasiones han perdido la brújula en el mar de la historia.

Exiliados políticos, inadaptados, desplazados de la producción, enajenados y adictos pululan por las páginas de estas crónicas, donde Ernesto G parece avalar el adagio de Dostoyevski: “Nada tan caro para el hombre como el libre albedrío, y nada también que le haga sufrir tanto”.

Arquetipos de un país mutilado, venidos a menos que sólo conservan su pasado como riqueza. Hombres preparados para un mundo muy distinto al que las circunstancias los trajeron. Fabuladores que se han construido una vida inexistente, y se niegan a ser una estadística del fracaso acuñado por la sociedad,

El lector es llevado a veces, por la visión de quienes pasan como fantasmas para los demás, y reposan en un rincón, como desamparados que han sido derrotados por la codicia de rentas inalcanzables.

Lugares emblemáticos devenidos en postal turística, son testimonios de quienes dejaron junto a ellos las huellas del tiempo. Desde el mítico Parque del dominó, hasta las aceras custodiadas por esculturas de gallos pintorescos, son el último hábitat de una ciudad perdida, de un mundo que se va diluyendo. Ernesto G, vuelca esa realidad en las páginas, como un diálogo vital:

“–¿Has visto cómo ha ido cambiando el downtown con todos estos edificios nuevos?

–Sí, pero lo malo es que todavía hay homeless.

–Pero, bueno, este es su hábitat. Nosotros hemos venido a desplazarlos, son como esos pájaros que aún se posan en los árboles de un Walmart recién construido en los suburbios.”

Sus crónicas devienen a veces en breves monólogos, parlamentos que destilan una fina sutileza, piezas narrativas que establecen con el lector una cálida intimidad. También encontramos juegos filosóficos con un viso poético, donde la imagen se carga con traslúcidas resonancias que atrapan con su prosa rítmica hasta el knockout final.

“…imaginé por un momento, que en vez de caer, los pájaros muertos flotaran y fueran arrastrados por el viento. Entonces el proverbio alemán diría: solo los pájaros muertos vuelan a favor del viento. Pero vivimos en un planeta con gravedad y la gravedad es algo muy serio…”

Estas crónicas son una mirada de un agudo observador, no hay tendencias ideológicas ni edulcoramientos de desposeídos o marginados. Se transita por el barrio, y se escucha a quienes caminan por un entorno cambiante.

Las crónicas de las ciudades son un antídoto contra la impermanencia. Las Crónicas de la Pequeña Habana son el retrato de un barrio amenazado por las moles  cercanas de concreto, que avanzan como la modernidad insaciable. Sólo el tiempo dirá si llega a ser una ciudad devastada o un paraíso para el Jet Set.

Pero la literatura tiene el poder de conservar intactos los detalles, los rostros y hasta el espíritu de un barrio en un breve espacio de la historia, y este es el caso de Crónicas de la Pequeña Habana, de Ernesto G.

Crónicas de la Pequeña Habana
(Ediciones Furtivas, 2023)

Para adquirir un ejemplar, presione en el enlace: https://www.amazon.com/Cr%C3%B3nicas-Peque%C3%B1a-Habana-Spanish-Ernesto/dp/B0CMPCX6RR

Rodolfo Martínez Sotomayor
(foto: Eva M. Vergara)

Rodolfo Martínez Sotomayor (La Habana, 1966). Ha publicado los libros Contrastes (La Torre de Papel, 1996), Claustrofobia y otros encierros (Ediciones Universal, 2005), la compilación de textos Palabras por un joven suicida: homenaje al escritor Juan Francisco Pulido (Editorial Silueta, 2006), Tres dramaturgos, tres generaciones (Editorial Silueta, 2012) y la novela Retrato de Nubia (Editorial Silueta, 2017). Cuentos suyos han sido incluidos en recopilaciones y antologías como Nuevos narradores cubanos (Siruela, 2001), traducido al francés por Edition Metalie, al alemán por Verlag, y al finés por la editorial Like, Cuentos desde Miami (Editorial Poliedro, 2004), La isla errante (Editorial Orizons, 2011), Cuentistas del PEN (Alejandría, 2011), Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Ediciones Universal, 2001). Su cuento Encuentro fue traducido al húngaro por la revista Magyar. Algunos de sus poemas aparecen en las recopilaciones Poetas del PEN (Ediciones Universal, 2007), La tertulia (Iduna, 2008), y La ciudad de la unidad posible (Editorial Ultramar, 2009), traducida al inglés por la misma editorial. Ha publicado críticas de cine, de literatura, de teatro, artículos de opinión en revistas y periódicos como: Diario Las Américas, Encuentro, El Nuevo Herald, El Universal. Fundador y Presidente de la Editorial Silueta; Director de la revista Conexos.

Un comentario el “Crónicas de una ciudad cambiante

  1. Héctor Gutiérrez
    12/02/2024

    ¡ENHORABUENA, Rodolfo! Te auguro muchos éxito en tus empresas literarias.

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Esta entrada fue publicada el 11/02/2024 por en Uncategorized.

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