Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Despedida

RODOLFO MARTÍNEZ SOTOMAYOR

 

…y que detrás de la madera podrida
te encontraría, ya no sin vida,
sino sin tiempo.

Luis de la Paz

 

Ya comienzo a sentir ese intenso olor a cloroformo que se me hace repulsivo, desde la niñez se ha convertido en una de esas cosas que evito a toda costa. Algo que también detesto es el recuerdo de la muerte, me enerva pensar que un día dejaré de existir, que habitaré el mismo espacio en que debí encontrarme antes de nacer. Este es el mejor símil para hacer menos terrible esa sensación de desamparo que me provoca el recuerdo de la muerte. Este temor me condujo a los pensamientos más absurdos en mis primeros años, cuando adquirí la certeza de que si un día comenzaba a gritar incesantemente que quería ser eterno, se reunirían todos los médicos del mundo para intentar encontrarle una solución satisfactoria a mi angustia; aún no he dejado de gritar por la misma causa, pero el sentido común que se adquiere con el paso del tiempo, me ha llevado al pleno convencimiento de que a nadie le importan mis gritos.
  A veces pienso que ésta fue la causa por la que una vez creí en un Dios supremo, en un camino al infinito a través de una salvación que nos libraría de lo terrible de la muerte, en esas ocasiones, el infierno logró ser una esperanza, porque aun sabiéndome tentado al mal, me satisfacía la confianza de que permanecería vivo, aunque fuese en medio de torturas eternas, y estar vivo, para mí, era lo más importante.
  Crecí después contando los días, tratando de apresurar los planes inmediatos, poniéndole metas a mis logros utilizando al tiempo; pero no siempre las cosas suceden como uno las planifica, y mucho menos, cuando los obstáculos crecen de forma imprevisible; los hechos te llegan sin que estés alerta, entonces la vida se convierte en una incesante lucha, en un batallar que no nos dejará respirar en paz, hasta que dejemos de existir… vuelvo a sentir ese maldito olor a cloroformo, a medida que mi tío Manuel desciende aquella escalera que lleva hasta el salón de cuidados intensivos donde estás tú, conectado a la vida por un equipo de oxígeno que inunda tus pulmones, en el inútil empeño de alargar el tiempo ineludible hacia la muerte. Mi tío Manuel tiene cara de poca esperanza, se sienta junto a Julia, que posee un rostro más alentador, tal vez sea que sus santos le han dicho que nada pasará. Cada uno es dueño de una fe diferente. Ramona cierra los ojos, en una actitud más sacrosanta, mueve sus manos hasta el rosario oculto en su bolsa, que hace siempre función de sagrario en ocasiones como ésta; y allí está mi madre, como siempre, esperando, sólo que esta vez no será tu regreso, sino todo lo contrario. La voz por los altoparlantes ha dicho que darán el estado de los enfermos en el salón de conferencias. Prefiero quedarme en el rincón de este sofá en el que me he acomodado, para afrontar lo que venga. A medida que pasan los minutos, mis nervios pierden poco a poco el control que necesito, quizás si no estuviera solo sería más valiente, pero imagino que demora la decisión irrevocable de mi suegra para enviarme compañía. No debo preocuparme por estas nimiedades, después de todo, sé que siempre será igual, ella nunca dejará de ser su hija, esta dependencia maternal la estoy considerando un hecho ineluctable.
  Ya regresan todos del salón donde se ha dado la noticia, puedo descifrar por sus rostros, que el estado crítico continúa. Ramona, ahora tiene el crucifijo entre las manos, sin importarle que descubran su rito, a pesar de ser una vieja militante, deben estar muy mal las cosas para que esto suceda. Mi otra tía, Julia, se dirige al teléfono a toda prisa; imagino que del otro lado de la línea estará su madrina, invocando sin cesar a sus santos yorubas. La religión de Manuel me parece más inútil, él cree en la ciencia, y es por esto que consulta nuevamente al doctor, quien visiblemente teme responder algo que desconoce; y es que ¿quién puede saber realmente el destino de un hombre? Todo intento de la ciencia por descifrar el mañana es tarea estéril. Mi madre ahora tiene ojos de angustia, no resisto verla llorar ¿si pudiera hacer algo por evitarlo?, pero no tengo ya ideales a que afianzarme.
  De eso no puedo culparte, aunque tú, sin saberlo, eres la causa mayor para que así sea, es algo extraño de explicar, pero con esa fe enfermiza en un ideal absurdo de igualdad social y todas esas cosas que hoy detesto, me llevaste a creer en todo lo contrario. Sé que a mi edad estabas luchando por lo que creías necesario, pero al final, el resultado de tu lucha fue crear algo peor a lo que combatiste.
  Ramona, ahora ha abierto su Biblia públicamente, como un reto salvaje que rompe su gesto hipócrita de dos doctrinas, parece que ha decidido finalmente escoger los salmos que le dan más esperanza, mientras lo hace, sostiene entre las manos su viejo crucifijo de plata; la misma imagen que sirvió de emblema para quemar en vida a más de tres millones de seres humanos en la legendaria Europa. Pensar que en nombre de esa cruz se esclavizaron genios, se mutilaron talentos, se despedazaron miembros en plazas públicas; es increíble como se puede matar en nombre de una fe que pregona el amor y condena al crimen como su más alta negación; y es que siempre ha sido la muerte en masa, el resultado de una profunda lucha por un ideal de justicia. Las grandes tiranías siempre tienen de preludio un bello ideal, los inmensos despotismos se fundan sobre sueños de grandeza para la humanidad guiada por idealistas como tú. Dicen que la causa de tu grave enfermedad, fue un duro golpe ocasionado hace años. Después de meditar todo esto, no me quedan dudas, que fue en una de tus luchas inútiles por salvar a este país de mierda que no merece el menor sacrificio. Por el ideal, veré tangible lo que de niño significó para mí una angustia, saber que existía la muerte, y que a su vez, podía llevarte antes que a mí. Realmente, odio más que nunca al ideal, he perdido toda fe en la redención del hombre, creo que es un ser irredimible, y todo esfuerzo por salvarlo, lo envilece… a veces te abrazaba fuertemente presintiendo este día, intentando retener para siempre tu presencia en un abrazo sin fin… ahora siento que no me quedan fuerzas, ni para recordar una ligera felicidad pasada…
  …los ojos de mi madre dan la terrible noticia sin palabras, la forma violenta de conducir sus manos al rostro, son la clara señal de que ha llegado la hora de decirte adiós.

 

Rodolfo Martínez Sotomayor (Foto de Eva M. Vergara)

Rodolfo Martínez Sotomayor
(Foto de Eva M. Vergara)

RODOLFO MARTÍNEZ SOTOMAYOR (La Habana, 1966). Ha publicado los libros Contrastes (La Torre de Papel, Miami, 1996), Claustrofobia y otros encierros (Ediciones Universal, Miami, 2005I), la compilación de textos Palabras por un joven suicida: homenaje al escritor Juan Francisco Pulido (Editorial Silueta, Miami, 2006) y Tres dramaturgos, tres generaciones (Editorial Silueta, Miami, 2012). Cuentos suyos han sido incluidos en recopilaciones y antologías como Nuevos narradores cubanos (Siruela, Madrid, 2001), traducido al francés por Edition Metalie, al alemán por Verlag, y al finés por la editorial Like, Cuentos desde Miami (Editorial Poliedro, Barcelona, 2004), La isla errante (Editorial Orizons, París, 2011), Cuentistas del PEN (Alejandría, Miami, 2011), Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Ediciones Universal, Miami, 2001). Su cuento Encuentro fue traducido al húngaro por la revista Magyar. Algunos de sus poemas aparecen en las recopilaciones Poetas del PEN, (Ediciones Universal, Miami, 2007), La tertulia (Iduna, Miami, 2008), y La ciudad de la unidad posible (Editorial Ultramar, Miami, 2009), traducida al inglés por la misma editorial. Ha publicado críticas de cine, de literatura, de teatro, artículos de opinión en revistas y periódicos como: Carteles, Diario Las Américas, Encuentro, El Nuevo Herald, El Universal. Fundador y Presidente de la Editorial Silueta; codirector de la Revista Conexos.

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Un comentario el “Despedida

  1. vlaco
    01/09/2015

    Angustias y muerte. Descriptivo, triste y fluido. Me pareció estar viviendo algo ajeno ¿O no?

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 31/08/2015 por en Narrativa.
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