LIEN CARRAZANA LAU
Alicia puede reconocer el perfume de él en la habitación. Se quita los zapatos y los deja junto a la puerta. Sobre la mesa hay un vaso con restos de añejo. Se lo lleva a la nariz. Camina hasta el cuarto con el vaso en la mano. Se sienta en la cama y vuelve a olerlo. Se quita el vestido y se acuesta en ropa interior. Toma el vaso y lo vira boca abajo sobre el pecho, una gota ínfima cae sobre la piel. Ella se ve reflejada en el vaso. Un rostro distorsionado por el vidrio, un rostro que no parece suyo. Retira el vaso y pone música. La gota de bebida rueda hasta el ombligo. Se quita el sostén y los pechos pequeños afloran. Intenta introducir uno en el vaso, cabe casi completo. Aprieta el borde contra la carne. Cuando lo retira tiene la sensación de que la enorme boca de él le ha succionado el seno.
Pasa la superficie vidriosa por el abdomen. Ve a través de ella las piernas en un escorzo irreal. Se siente caliente, el sexo moja la tela. Se quita el tanga y abre las piernas. Juguetea a resbalar el vaso por el abdomen hasta la pelvis. Hace movimientos circulares. Aprieta y a la vez gira. Siente escalofríos al contacto con el cristal. Es una sensación agradable. Empieza a comprimir y frotar, frotar y menearse, arriba y abajo, las piernas a horcajadas, los pies tensos estrujan la sábana: gime moviéndose contra el vidrio. De pronto se levanta en cuclillas sobre la cama y se mira al espejo. Se contempla de perfil, las tetas adolescentes, los pezones endurecidos, el abdomen liso, la piel sin vello, las nalgas firmes, los muslos largos, el sexo abultado, grande, demasiado grande para una mujer tan delgada. Una loma abierta a la mitad de donde salen jugos exuberantes que se traslucen por el vidrio. Se mira en el espejo mientras mueve el vaso arriba y abajo contra la ranura. Ella se mueve también, le encanta moverse de esa manera, como si se la estuvieran follando, como si él se la estuviera templando. Quiere llenarle la pinga de fluidos, la boca, el pecho, el cuerpo, quiere embarrarlo de pies a cabeza con el olor de su vagina.
Coloca el vaso en la cama y se sienta a horcajadas dejando que el vaso quede bajo su sexo. Entonces comprime más. Restriega con fuerza su clítoris contra el vidrio. El colchón cede un poco, el vaso se hunde. Ella gime y susurra: Javier, Javier, Javier… Tiene un orgasmo largo y luego se deja caer sobre la cama, el vaso mojado entre las piernas.
Siente el sonido de la cerradura y se sobrecoge. Corre a encerrarse en el baño llevándose el vaso consigo. Abre la ducha y deja caer el agua sobre su cuerpo. Quiere borrar las huellas, los olores del éxtasis, el recuerdo de él, transportado del vaso a ella.
—Mi amor, ¿estás ahí? —dice la voz que abre la cerradura y tropieza con los zapatos tirados a un costado de la puerta— ¿Estás en la ducha? —pregunta al escuchar el agua caer.
No espera la respuesta y se abre paso. Entra al baño y se acerca a la cortina. La abre por un extremo y asoma la cabeza, con una mano toca el cuerpo de Alicia. Ella lo rechaza dando un brinco.
— ¡Ay! Me asustaste…
—Pero bueno, ¿quién pensabas que era?
—Nadie, no pensaba que era nadie, no te escuché llegar.
— ¿Puedo ducharme contigo?
—Ya terminé —dice y cierra el grifo.
—Te vuelves a mojar, dale, anda, mira que se me ha puesto dura sólo de verte —dice él y le coge la mano para que lo toque a través de la cortina.
—No, dúchate tú y luego veremos, tengo hambre, voy a hacer la cena.
—Bueno… está bien, entonces me ducho después de cenar. Voy a ver el partido.
Ella descorre la cortina. Se asoma a la puerta para comprobar que él está en el salón, frente al televisor. Vuelve a la ducha y saca el vaso, escondido entre los pomos de champú. Lo lleva a la cocina envuelto en la toalla. Lo friega y lo coloca boca abajo, se mira de nuevo reflejada en el vidrio, se aventura a preguntarle:
— ¿Estuvo alguien aquí por el mediodía?
—Sí, mi hermano Javier, se tomó un trago. Sabes que le gusta mucho la bebida. En eso no se parece a mí, yo no la puedo ni oler.
Amiga que desorden de sensaciones me dejas, gracias por compartirlo!!!