A Germán Guerra
La batalla había terminado y los hombres estaban exhaustos. No se podía definir cuál era el ejército vencedor, porque miles de cadáveres de ambos bandos flotaban en uno y otro lado de las ensangrentadas aguas del estrecho, no obstante, en la historia quedó escrito que los cristianos habían cantado la primera y decisiva gran victoria sobre los otomanos.
Tres hombres desmontaron de sus caballos y entraron a una fonda, donde otros ocupaban ya las mesas. En el recinto se escuchaba el murmullo creciente que provoca el alcohol, y una abulia generalizada afloraba en los rostros agotados. Ellos también bebieron una tras otras jarras de cerveza espumosa y densa que fue nublando sus sentidos. A Miguel le quedaban unos minutos de lucidez, miró a su alrededor hasta que distinguió una silueta femenina y hacia ella se dirigió dando traspiés.
Necesito cobijo esta noche. Ella levantó la vista de la mesa que trapeaba y se detuvo para lanzar una mirada rápida al sujeto; era gallardo, con los ojos oscuros llenitos de batallas y cansancio, la barba copiosa y la piel cetrina. La imagen depauperada del hombre produjo en ella un sentimiento de compasión, le sonrió e hizo un ademán para tomarlo de la mano y conducirlo a un aposento. El leve contacto provocó un rictus de dolor en el rostro de Miguel, que contrajo el cuerpo y retiró el brazo.
Lo siento, dijo ella y entonces le abrazó por la cintura ayudándolo a subir lentamente la escalera de madera.
El cuarto era austero, un camastro de hierro añejo, una pequeña mesa de madera y en una esquina la bacinilla. Miguel se sentó en la cama y rompió en un llanto ahogado y profundo como el mar de donde había salido, lloraba silencioso por los muertos dejados atrás, y por el trozo de vida que se le escapaba desde el terminal de su brazo envuelto en un trapo muñido y ensangrentado. Ella lo bañó con suavidad, lenta y atentamente, limpiando con delicadeza las heridas. Lo acostó. Ella también se desnudó y metiéndose en la cama, le dio calor con su propio cuerpo hasta que se apagaron las convulsiones y los sollozos.
Al amanecer, Miguel miró a la mujer que dormía a su lado con la boca entreabierta y la respiración arrítmica, era muy poco agraciada, con la dentadura irregular y negra por el tabaco conseguido en el contrabando. Su aspecto mal cuidado reflejaba las marcas del alcohol y las malas noches, pero él sintió la recuperación de su cuerpo y al recordar el baño edificante, se estremeció. Se vistió sin prisa, disfrutando en la memoria el descanso nocturno, colocó tres monedas de oro sobre la mesa de madera y bajó.
Sus hombres ya lo esperaban sentados en la barra y a una señal suya salieron. Los caballos partieron sin premura, como adivinando el camino. De pronto Miguel se percató que ni siquiera sabía el nombre de la hembra que le había cuidado tan dulcemente. Haló las riendas de la bestia deteniéndola, sacó de la alforja su diario y apoyándose en la montura preguntó: —¿Alguno de vosotros recordáis el nombre de la hospedería que acabamos de dejar atrás? Uno de los soldados adelantó el animal hasta llegar a su diestra. —El Toboso, mi capitán, se llama El Toboso.
Westminster, California / 2005
ENA COLUMBIÉ (Guantánamo, Cuba). Escritora y artista gráfica. Licenciada en Filología. Ha publicado los poemarios: Ripios y Epigramas (2001), Ripios (2006), Solitar (2012) e Isla (2012). En narrativa Dos cuentos (1987); la antología Las horas (2011), el cuaderno de crítica literaria El Exégeta (1995) y Luces (Editorial Silueta, 2013). Textos suyos han aparecido en las antologías Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (1989), Epigramas (1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español (2005), La Mujer Rota (2008), y Antología de la poesía cubana del exilio (2011) entre otras. Codirige las editoriales, EntreRíos y AlphaBeta. Dirige el blog de ensayo y crítica de arte y literatura El Exégeta. Reside en Miami.
Contar en cuentos es decir mucho con poco. He aquí un ejemplo.
este cuento me parece perfecto.
Muy bueno, cuentera, elegante y vivido.
Muy bueno, Cuentera. Elegante y vívido.
Podía mejorarse un poquín más pero es un buen cuento, gracias Ena
me gusto la atmosfera del cuento. senti la espuma de la cerveza y la oquedad de la taberna. me gusto la limpia economia de tu estilo…y especialmente me gusto el final… un flashazo que lo ilumina todo.
Muy buen cuento Ena. Quedé con la sensación del regreso aunque fuera por agradecimiento. El lector escribirá el final de su propia historia.
Todos los «ojos oscuros llenitos de batallas y cansancio», como tan bien describes, encuentran sus Dulcineas.
Bueno, Ena, con una iluminación que centellea.
abrazos.
Me ha gustado este texto. El cuento es de lo más difícil en narrativa porque debe tener los mismos atributos que la poesía, pero en prosa: un círculo perfecto.
Hay aquí, se nota, una herencia cultural que le da profundidad y fuerza.
Lo has logrado.
Esta’ muy bien narrada esta historia . A pesar de que nunca me han gustado las guerras porque pienso que los caidos no tienen nombre mas alla’ de sus hogares , son como fichas que ves caer de acuerdo a la habilidad de las manos que las manejan, y los describes de esa forma,( porque miles de cadáveres de ambos bandos flotaban en uno y otro lado de las ensangrentadas aguas ). El agotamiento y el dolor despues de la batalla junto al sentimiento solidario del calor humano. Puedes visualizar muy bien a los dos personajes.
Me encanto mi angel. Mi alma te debe algunos besos por el, Te amo