Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Capítulo inédito de «Siempre nos quedará Madrid»

ENRIQUE DEL RISCO

Oviedo: Tony

De Santander ―con parada en Santillana del Mar― seguimos camino a Oviedo. Allí nos espera gente que no hemos visto nunca, pero que por ciertas circunstancias parecemos condenados a su amistad. Tony y Laura. A Tony no lo conocí en La Habana por muy poco. Tenemos varios amigos comunes e incluso uno de ellos me invitó a la fiesta de despedida que le iban a hacer a Tony antes de salir para España. Por alguna razón no pude ir, pero a poco de llegar a Madrid ya me había puesto en contacto epistolar con él. A Laura, su novia, la reconocí como la chica que una noche en una fiesta en un pueblo perdido entre amigos de la universidad había roto la única botella de ron que nos quedaba: el tipo de historias que llevaba en esos días el sello de lo inolvidable aunque sea porque el olvido es la única forma segura del perdón.

Estábamos en una suerte de discoteca en la que habíamos colado de contrabando la botella de ron que situamos debajo de la mesa y desde la que a ciegas nos íbamos sirviendo tragos. Así hasta que la chica movió el pie en dirección equivocada destruyendo nuestra esperanza de seguir bebiendo en la discoteca a precios de almacén. O posiblemente ya no quedaba bebida en el lugar. Aquella noche todos habíamos odiado un poco a la chica que nadie conocía a derechas. Nos hubiéramos dedicado a odiarla las horas siguientes de no ser porque un policía se llevó detenido a uno del grupo por tener el pelo demasiado largo o simplemente por no ser de allí o por cualquiera de las tantas razones a las que un policía de pueblo acude para sacudirse el aburrimiento. De manera que el resto de la noche nos empeñamos en la más útil misión de que dejaran libre a nuestro compañero y luego en celebrar su libertad recién recuperada. Buena parte de la visita a Oviedo la empleé en bromear acerca de aquella botella rota seis años atrás con esa insistencia que utilizo cuando creo hallar algún punto ligeramente incómodo para el interlocutor y por tanto divertido para mí. Meses después Laura me dirá que yo la había confundido con otra chica. Que ella nunca había estado en aquél pueblo y que, por supuesto, su pie no podía haber sido el que rompió nuestra última botella. No me lo aclaró durante nuestra visita para no arruinarme la broma. “Parecías tan divertido que me dio lástima decirte la verdad”.

Tienen un apartamento mucho más amplio que el que compartimos con Silvia en Madrid, pero no tardamos en darnos cuenta de que no les va bien. Que su estrechez es todavía más ajustada que la nuestra. Incluso un viaje de fin de semana a Madrid les queda fuera del alcance de su presupuesto. Por no tener en Oviedo ni siquiera tienen más que un par de amigos a los que no llegamos a ver. La ciudad se les ha convertido en una trampa apacible de la que reniegan sin descanso, pero que no se atreven a abandonar por miedo a que les vaya peor. O porque todavía creen que la esperanza que los ha llevado hasta allí termine por manifestarse.

Llegaron a Oviedo atraídos por la promesa de un pariente lejano. Un familiar muy bien situado en el gobierno del principado de Asturias que les prometía una legalización rápida e indolora y hasta algún trabajo decente. Al llegar se encontraron con una situación muy distinta a la de la época en que se hicieron las promesas. Un francés le había propuesto al gobierno del  principado una abrumadora inversión del Banco Internacional Saudí para construir una refinería a cambio de una subvención pública que copatrocinara el proyecto. La generosa oferta saudí terminó siendo uno de los timos más famosos de la historia reciente de España. Cuando se descubrió la estafa todavía el gobierno no había desembolsado su parte, pero la ligereza con que se aceptó el proyecto y la publicidad fogosa que generó hizo que el gobierno renunciara en pleno. Laura y Tony son el final de la larga cadena de traspiés que provocó el descubrimiento del “timo del petromocho” pero todavía esperan que los residuos de influencia que le queda al pariente alcancen para arreglar sus papeles. No descarto que sea la sombría perspectiva de Tony y Laura lo que haga parecer a Oviedo la ciudad más fea de las que he visitado hasta el momento, una fealdad apenas redimida por su catedral. Una ciudad gris y silenciosa en la que basta levantar un poco la voz para tener la sensación de escandalizar a los transeúntes. La vista de Oviedo desde el Alto del Naranco, (la elevación que la domina rematada por un Cristo escrupulosamente feo), confirma en buena medida la impresión que tuve mientras recorría sus calles: un montón de construcciones amontonadas para realzar la gloria de su catedral. La caminata hasta la cima del Naranco  sólo alcanza algún sentido frente a las iglesias románicas Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Nuestra inclinación a maravillarnos ante esos montones de piedra vieja y tallada con sencillez y paciencia parecía no agotarse por aquellos días.

Tony aprovecha el recorrido por el centro de la ciudad para señalarnos cada edificio construido con dinero sacado de Cuba hace un siglo. Lo hace con el ademán del aristócrata venido a menos. Cuando no hay apellidos a los que achacarles grandezas pasadas, la Historia es un buen sucedáneo. Así la gloria de los viejos indianos o la riqueza antigua de una isla que no estamos dispuestos a habitar bastan para creer que el mundo tiene algo que agradecernos.

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Enrique del Risco
(Foto: Ernesto G.)

Enrique Del Risco Arrocha. (La Habana, 1967). Ha publicado entre otros libros de narrativa Pérdida y recuperación de la inocencia (La Habana, 1994), Lágrimas de cocodrilo (Cádiz, 1998), Leve Historia de Cuba (Los Ángeles, 2007) y ¿Qué pensarán de nosotros en Japón? (Sevilla, 2008), V Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz. Acaba de publicar su libro de memorias Siempre nos quedará Madrid (Nueva York, 2012). Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana, 1990 y doctorado de literatura latinoamericana en la Universidad de Nueva York (N.Y.U.), 2005. En la actualidad ocupa un puesto de lecturer en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Nueva York (N.Y.U.).

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Un comentario el “Capítulo inédito de «Siempre nos quedará Madrid»

  1. Teresa María
    15/09/2013

    Excelente. Y, Conexos se consolida. ¡Bravo!

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 15/09/2013 por en Narrativa.
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