Bajo un cielo tan amplio
Después de haber amado el paisaje claro de un cuerpo
de abandonar el deseo en las extensiones largas de
sus muslos
después que ha partido hacia una dirección inexacta
qué nos puede proporcionar la noche
y en cuál de sus tantos espacios
encontraremos el ansia pasada
si a esta hora sólo quedan los ruidos incoherentes de
la ciudad
y el rumbo casi estricto de las calles
conduciéndonos a la casa
a la casa siempre enclavada en un verano sigiloso
donde las plantas transpiran y su quietud asusta.
Más tarde sería un acto imposible abrir las ventanas.
La oscuridad no contiene un pájaro dorado
ni un ademán azul y alegre creciendo ante nosotros.
Únicamente se reciben las mansas
las difusas imágenes en los contornos
en este inmenso vacío
en el que no habrá de nuevo el paisaje claro de un cuerpo
a pesar de estar, de habitar bajo un cielo tan amplio.
Buey
Todos hemos tenido nuestro buey
animal tendido a lo ancho de la tierra
de ancestral, de calmosa baba
el que vimos con lento paso
cruzar por los frescos yerbazales.
Lunas se esconden en sus ojos de bestia
y es fácil junto a él escuchar
cómo resbalan las aguas
entre piedras y malvados insectos
y el sueño siempre trastornado
por el ir y venir de vagones
fríos al tacto de la mano.
Ahora la casa permanece distante
apenas su luz es un asombro para la noche.
Ahí estará la familia bajo apacible techumbre
y casi al unísono dirán: fue muy cruel el verano.
En el otro extremo, no sé si serán
fantasmas o lomas lo que veo
historias disímiles, botijuelas encontradas
como regalo de algún muerto
voces, fuego bajo la ceiba, la oscuridad
única espada cortando la memoria.
El abuelo de seguro murió por estos campos
inconclusa fue su vida, risueño su rostro
a pesar de no sé qué espanto contraído.
Pero él también tuvo su buey
(monstruo riguroso)
de tan increíble mansedumbre.
Cuervo
Aléjate cuervo
aleja de mi piel tu pico punzante
ya no eres el pájaro gracioso
que pueda posarse en la mano del hombre
como animal de fina suspicacia.
En un tiempo graznaste
por el frío de otras estepas
en el árbol donde los caminos se tuercen.
Por donde a veces en silencio
regresa la derrota.
Y en este cielo tus alas se abrieron
engañosa pirueta
dejando una mancha
fronteras que a gritos
pedían tu oscuro insomnio.
ahora aléjate cuervo
aleja de mi piel tu pico punzante.
En agosto
En agosto, en las islas, es imposible ladrar con inteligencia.
Una vitrola de los cincuenta transforma mi voz de parroquiano.
Si descubriera en la flauta el sonido que convenza al sordo
qué sorpresa llevarían los argumentos del silencio.
Una sobredosis de trópico atrapa y taladra mi casa.
Frente a los despojos han sacralizado un andamiaje.
Ah quimeras de la otra orilla que no puedo dilucidar.
Ahora cruzaría un campo sin miedo a las conjeturas del regreso.
Alejandro Fonseca
Bajo la espada de Damocles
fuiste perdiendo la inocencia
la maestría de hacer zarpar
trasatlánticos de papel.
La certeza y los designios
Ante la furia que transcurre
sólo me reconciliaría con los árboles de afuera
que se abigarran al mismo paisaje.
Estoy en una esfera transgresora
por la que me mueve cauteloso mi semejante
y me inquieta la otra orilla desconocida
y este nicho en el que hace 45 años que me pudro.
Fluyen los ríos fragmentados
pero mis manos no se brindaron para matar
tuvieron que apretarse a los latidos de la sombra.
Quizás mi afición impugnable
haya sido convocar lejanías
y aquel polvo irradiante de la Calzada
que nos entregara Eliseo Diego.
Los profetas de oficio
en sus cornucopias de atrezzo
de un lado a otro vociferan dictámenes.
Ni en el Infierno ni en la Gloria
será posible escapar de una terrible noticia.
Entre tanta luz y tanta agua abarcándome
no me dictaron las virtudes del Raciocinio
ni las ventajas de las matemáticas futuras.
Conozco mis pasos por el cielo:
he tragado el brebaje de Rimbaud
he tenido el rostro del Dr. Jekyll
y una carga de azufre en la pendiente.
En este juego azaroso
pudiera perder mi gran hallazgo:
una ciudad de columnas edulcoradas
que invisible fue organizando
la tinta oscura de mis tatuajes.
Una Babel provinciana
que con declinante oratoria
confunde la certeza y los designios.
Con el miedo de Virgilio
vuelvo a escanciar una dosis
en el pozo contaminado.
Mi caverna ha ido perdiendo iluminación:
de nuevo me asomo a los árboles que no cambian
mientras el aire sacude las banderolas consabidas.
Sé que mi agudeza
ya carente de precocidad
alcanzará los colores de otro verano.
Agradecemos la selección de estos poemas al escritor Rolando Jorge.
Estos poemas pertenecen a los libros De un tiempo deslumbrado (Editorial Silueta, 2011) e Ínsula del cosmo (Ego Group, Inc., 2006)
Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954-Miami, EE. UU., 2015). Poeta. Su obra fue galardonada en diferentes ocasiones. Publicó los libros de poesía: Bajo un cielo tan amplio (Premio de la Ciudad, Holguín, 1986), Testigo de los días (Premio Adelaida del Mármol, 1988), Juegos preferidos (Premio de la Ciudad, Holguín, 1992), Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas (Madrid, 1998), Anotaciones para un archivo (Ediciones UNION, La Habana, 1999), Ínsula del cosmos (Miami, 2006), La náusea en el espejo (Miami, 2009), De un tiempo deslumbrado, (Editorial Silueta, 2011) y Golpe en la sombra (Miami, 2014). También su obra se ha conocido a través de revistas y antologías tanto dentro como fuera de su país natal.