Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Downtown y otros poemas

MICHELL PÉREZ ACOSTA

 
Una cenefa vegetal divide en dos trochas de asfalto la avenida, que mata en el alquitrán su hambre de caucho. Al horizonte un sol lame el tapiz y es indicio de postrimerías, pero mañana otro nos devolverá su lengua. Así de urgente corre la vida, así la muerte. Cuando tú nacías, ya estaba el tiempo sobre la avenida. Otras manos agarraban el timón de ese claustro donde ahora proyectas en avalancha el peso de las estaciones y piensas en la corrosión que provoca su goteo. Tu camino perpetúa la ruta, eso es todo. Cuando pones –el pie al embrague del recuerdo– con los ojos hacia adentro las manos al timón pero en el rostro de la madre cuarenta años atrás, vas de vuelta al sitio donde todos algún día estaremos. Reconócelo: la perspectiva al oleo del movimiento de la avenida es solo un detalle cíclico del pastiche. El crepúsculo es la manera que el sol inventa para dibujar la estampa, acaso para despedirla bellamente. Mira como el ámbar te coloca una mascarilla, transpira en tu frente. Mira esos pliegues simultáneos del día y de la noche que al abrirse multiplican la hondura del cristal parabrisas para que puedas verte –las manos al timón– besando tu soledad en el tapiz de la avenida.
 
 
 
Downtown
 
No tiene mucho que hacer el skyscraper. Si acaso rematar su cresta famélica contra el cielo, amoratarse al crepúsculo, justificar el layout de downtown que lo encarcela. Y finalmente morirse en la prole pero solo, de una verticalidad interminable, ajeno al pulso de gremio que le germina y ciñe, ajeno al gorjeo de los pájaros que en su cresta famélica fecundan, ajeno a su ornamenta, ajeno a los camiones del cuerpo de bomberos que su vientre pare, ajeno al que ultimaron a sus pies y al porqué, ajeno al beso entre dos que se quieren, ajeno al espacio donde empotrado su tiempo muele.
Haya o no alguien cerca del gozne que enhebra el cruce de caminos donde nació el sonido del disparo, o en las inmediaciones de la coyuntura entre dos huesos craneales que se juntaron solo para formar una cavidad de astillas, no podrá el suceso revertirse. No podrá voluntad alguna reembolsarle al cerebro lo que perdió, devolverlo a la encrucijada, proponerle un final distinto. Señales habrá con las que atar los cabos del término de saga, y se hablará del por qué, de las circunstancias, de cómo llegaron los picos del desasosiego, de la soledad, a formar cordilleras hasta aplanar las luces que se filtraban por las articulaciones de la bisagra que ata el cruce de caminos donde un chasquido sugirió la ruta hacia el hueco imperfecto de la ausencia, a la altura del destino que marcó el cañón de una pistola, en la juntura entre los huesos de un cráneo ya vacío.
Por una fracción del pasto que descoyunta un caballo con su dentadura de orfebrería, con lo que puede se infiltra el escarabajo. Parece una centella de mármol negro que se abofa como un arco de San Luis bajo la hierba cuando le roza la herradura del equino. Pero aun así, lo mismo que un soldado en territorio hostil, con lo que puede se infiltra el escarabajo hasta llegar al excremento del enemigo, es decir a su gloria.
 
 
 
4
 
Poema de Michell
 
 
 
32
 
A laurel ambiguo
el bando opuesto mantendrá espíritu hirsuto.
Semejante a garrafas con bebidas de contrabando,
de igual manera se trocarán los vítores en la frontera.
Aguaceros después menguará el leitmotiv contencioso.
Anoréxicas ya ofensas y alabanzas
cesará el conflicto,
aumentará el contrabando de licores.
 
 
 
33
 
El día perpetúa la tregua
donde habitas,
vasija cercada por ausentes,
motivo para una salva de aplausos.
Toda fecha futura
soportará el secuestro de su encomio
y en el último acorde
afinará un introito al día siguiente,
donde – con suerte – habitarás
como en un receptáculo cercado por ausentes,
motivo suficiente para otra salva de aplausos.
 
 
 
A la muerte de Octavio / el hijastro Tiberio / se dejó el trono de Roma / La sangre de Augusto no completó el camino / Las hendiduras en el tórax / de Agripa Póstumo / coagularon la inercia / Dicen que Tiberio y su madre / Druso – hijo de Tiberio Cesar / en su día regurgitó / tanta sangre como pócima / Nadie supo si murió con la última convulsión / o se ahogó en sus fluidos / Dicen que un prefecto / Con grueso paño / asfixiaron a Tiberio Cesar / Los fanales del rostro / diestros en cortar la noche / no le ayudaron entonces / Dicen que el jefe de la guardia pretoriana / Ocurrió casi un idus de marzo / casi / Cábalas son cábalas.
 
 
Estos poemas pertenecen a los cuadernos inéditos Downtown, Fe voluble y Siluetas en la racha.
 

Michell Pérez Acosta (Foto cortesía del autor)

Michell Pérez Acosta
(Foto cortesía del autor)

Michell Pérez Acosta. Lic. en historia. (Universidad de la Habana. Universidad de Costa Rica). Premio Encuentro Prov. de Talleres Literarios. La Habana 1997. Premio Editorial Opera Prima. Madrid. España. 1998. Premio Dulce María Loynaz. 1999. Mención Concurso Internacional de Poesía Lamás Médula. Buenos Aires. Argentina. 2013. Tiene publicado el libro «Pasajero del invierno» (Poesía) Editorial Unicornio. La Habana. 2001. Incluido en las antologías de Poesía «Surtidor», La Habana 1997. «Aldea Poética», Madrid 1998. «Entre un silencio y otro», La Habana 2005. Columnista (temas de arte, literatura) Periódico El Centroamericano, Costa Rica 2009-2011.

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Esta entrada fue publicada el 23/05/2015 por en Poesía.
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