El día de los otros
Cuando por fin mañana sea de veras,
cuando mañana sea mañana,
definitivamente la mañana de los otros,
qué poco va a importarte a ti
lo que empezaste con afán ayer
y era imposible que nadie sino tú
con afán le diese fin a tiempo.
Cuando mañana sea mañana.
Cuando por fin amanezca el día de los otros,
absolutamente el día en que no estás,
qué solos van a quedarse tus zapatos,
y sabiendo que a ti qué más te da
colgarán tus camisas de las perchas
con cuánto imaginario desconsuelo.
Porque cuando amanezca el día de los otros
de veras que va a darte qué más da.
Suponte entonces otra forma de ser tú
Mientras los otros huelen el sol que ya no ves
y piénsate un estar que no es aquí
donde no escuchas la impertinencia del reloj
y llámalo la eternidad.
Cómo pensar que entonces no va a importarte tu mujer
Ni te harán gracia las bromas de tus hijos ya
porque no sabes tú de ti ni qué.
Y así no entiendes tú la eternidad –ni yo.
A quien se despidió sin sospecharlo
Quién sabe dónde estás, hija del fuego,
tú que tan leve fuiste, casi nada,
en un nunca jamás aprisionada
justo al doblar la esquina de hasta luego.
Despedirte no fue, ya ves, un juego,
ni fue casual tu última mirada,
sino alegre señal desesperada
que sin saberlo tú se te hizo un ruego.
Ir y volver, qué cosa tan sencilla
–esa dulce costumbre de estar vivo
que de repente la tiniebla trunca.
No más qué tal. Tu voz. Su maravilla.
¿Eres, quizás, apenas lo que escribo?
Te busco a ciegas en el hoy de nunca.
Comienza un lunes
La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.
Estos poemas forman parte del volumen Poemas escogidos (Editorial Verbum, 2015) de Eliseo Diego.
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Eliseo Diego (La Habana, 1920-Ciudad México, 1994) es reconocido entre los más importantes nombres de la poesía hispanoamericana. En su juventud integró el célebre grupo de la revista Orígenes. Ampliamente traducido, su narrativa incluye En las oscuras manos del olvido (1942), Divertimentos (1946) y Noticias de la Quimera (1975), y su ensayismo, Libro de quizás y de quién sabe (1989). De su amplio trabajo como traductor, destaca Conversación con los difuntos (1991). Recibió el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1986 y el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe «Juan Rulfo» en 1993.