Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

El enemigo

Daniel Fernández


 

–No puedo, chico, ya estoy muy viejo para eso. Ni la memoria me funciona bien. Además, ya estoy cansado…
  –¿Pero cansado de qué, si no haces nada?
  –La soledad cansa mucho.
  –¡No jodas! ¿A qué te refieres, a que tienes que limpiar y hacer los mandados?
  –No, señor, a muchas cosas. Uno en la casa anda a su aire, como quiera, en cueros. Pero hay que fingir apenas se pone un pie fuera de la casa; ponerse la sonrisa fresca, la palabra alegre, el elogio fácil… ¡Es un trabajo! Y aun así, siempre hay alguien que encuentra un pretexto para hablar mal de ti, para dejarte de tratar, para cagarse en tu madre… De tanto sonreír y elogiar regreso agotado; y a la vuelta, la casa se me cae encima.
  –Bueno, estás solo porque quieres. Sabes que te buscamos compañía enseguida. ¿Qué prefieres un jovencito pingúo o un viejo ricachón?
  –Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario…
  –¡No me digas que te has vuelto straight después de viejo!
  –Algo mejor, he llegado al nirvana; ambos sexos me dan ya el mismo sublime asco.
  –¿Qué quieres entonces?
  –No quiero nada. Mira, para decirte la verdad, no es que esté viejo, ni me falle la memoria, es que ustedes no me convencen con su plan de mierda que poco a poco lo ha ido poniendo todo peor.
  –Nada de eso, mira cómo hemos logrado liberar a la mujer, a los gays…
  –Bueno, lo de liberar es un decir, porque según se mire, ahora la mujer está más oprimida, pues ya no solo la oprime el marido y la falta de derechos, sino que le pagan menos por trabajar más. Y en cuanto a los gays, eso de ponerlos a jugar a las casitas, casándose y adoptando niños… Creo que los gays tenemos otro papel en la vida… somos la sal de la tierra y con eso de volverse mariquitas caseras se ha jodido el sentido de su presencia en el planeta, su valor subversivo, inquietante…
  –Es que no hay bien que no traiga su mal y viceversa. Ley de la vida.
  –Que ustedes saben manipular muy bien.
  –Si no lo hiciéramos estaríamos peor. Vivimos en el mejor de los mundos posibles.
  –Díselo a los sirios… Esa oracioncita los identifica a todos ustedes. Cada vez que alguien la dice, pienso: “Otro que cayó en el jamo”.
  –No me hagas reír. La verdad que humor no te falta. A ver, ¿no te gustaría que al fin te dejáramos entrar en la televisión?
  –No, gracias.
  –Mira que ahí es donde más se gana. Podrías tener tu propio show o un programa de entrevistas, o de cultura…
  –Te los regalo. Es que ustedes no acaban de entender, para venderme me hubiera quedado en Cuba y ahora quizá sería por lo menos cineasta “conflictivo” patrocinado por Noruega o por Holanda, o disidente oficial con viajes al extranjero o hasta ministro de cultura. La sabiduría, que era lo que me interesaba, ya la tengo, al menos, la que soy capaz de asimilar; y además, ustedes no me la pueden dar, en caso de que quisiera más, pues nunca se acaba esto de aprender el sentido de todo…
  –Pues sí te la podemos dar. ¡Que equivocado estás! Te podemos empatar con un filósofo, un profesor universitario, un miembro de la NASA, un premio Nobel, sabes que te lo traemos a tu casa, te lo metemos en la cama…
  –Gracias, no me metan nada… que después es muy difícil sacárselo de encima… o de adentro. Yo no quiero nada, y me encantaría que al fin me dejaran tranquilo. La sabiduría que me falta solo llega cuando uno está solo, en un crepúsculo, en un canto de sinsonte… nada de librejos, ni filósofos, ni fecalomas mentales…
  –Pues te veo muy jodío. ¿A dónde quieres ir a parar?
  –No es que quiera ir a parar a ninguna parte, pero todos vamos a parar al mismo lugar y ahí está el detalle. Una vez en el punto final, ¿qué te llevas? Osiris te pesará el corazón contra una pluma…
  –¿Todavía estás creyendo en esas mierdas? Te ha llegado la vejez y no tienes nada por mantenerte como un imbécil aferrado a principios (o fines, ¡qué sé yo!) que no te han servido de nada. Vives en un bajareque, solo, con un retiro de mierda, tu carro es una bartabia despintada, cuentas los quilos para sobrevivir, nadie compra tus libros…
  –Ni falta que me hace. Además, tengo más que lo que nunca soñé, y la salud no se puede comprar, eso viene “de arriba”. No me cambio por nadie en ese aspecto. Y estoy muy consciente de que incluso lo poco que tengo, aquí se queda… Me basta con la conciencia tranquila.
  –No aprendes. Mira que he venido veces a proponerte una mejoría. En vez de aceptar, después lo has ido comentando por ahí. Tienes una lengua que te la pisas. Si te callaras aunque sea… No has visto cómo se ha hecho rico tu amigo el de Artemisa, y los premios al poeta ese que hasta te gusta como escribe. Y Carlitos el de Cuba, que se la pasa viajando, “invitado” por todas partes del mundo, con tremenda casa en La Habana. Hay viajes, premios, dinero, tantas cosas que podrías tener…
  –Te digo que no sirvo para eso, no tengo edad o no tengo gandinga, prefiero seguir así, a mi aire y tranquilo, sin embarrarme…
  –No tienes que embarrarte. No tendrías que chivatear a nadie, sabemos que eso no es para ti. Solo escribir algunas cosas que te digamos. No es solo por tu bien, es por el bien de todos… ¿O tú prefieres que el enemigo invada tu país, que se produzca una guerra, que muchos inocentes mueran…?
  –Muchos inocentes han muerto, mueren todos los días… Para no hablar de los presos y los muertos en vida. Y no solo en Cuba. Quizá me equivoque, pero no quiero tener que ver en eso. Y no me hables de guerras que ustedes son los que dividen y las crean. Si se produce una guerra seguro es culpa de ustedes, y bueno, pues ya estaría de Dios…
  –¡Y dale otra vez con Dios! ¿No has visto mi casa? Con piscina y tremendo patio, y cómo me respetan en todas partes, y mis libros en varios idiomas, mi Mercedes del año, mi esposo americano y todo lo demás…
  –Si y también veo lo avejentado que estás; porque estoy seguro de que duermes muy mal… También tengo amigos (conocidos más bien) que se metieron en eso y acabaron dándose un tiro… Ellos también vinieron a tratar de convencerme, como tú, pero parece que les quedaba algo de dignidad y prefirieron irse rápido. Dios los haya perdonado.
  –Tú te lo pierdes. Esta era tu última oportunidad. Una verdadera pena. ¡Qué desperdicio! Estás rechazando un futuro brillante, una vejez segura, ¡la posteridad!
  –Pues que te aprovechen, y déjame tranquilo que tengo que escribir esto.

 

Daniel Fernández
(Foto cortesía del autor)


 

Daniel Fernandez estudió Licenciatura en Literatura Hispanoamericana y Cubana en la Universidad de La Habana, y trabaja actualmente como crítico de música clásica y columnista de el Nuevo Herald, en Miami. Perteneciente a la llamada Generación de El Mariel, el autor escribió una novela en Cuba La vida secreta de Truca Pérez, por la que fue sancionado a cuatro años de privación de libertad. Fue indultado en 1979, año en que llegó a Estados Unidos. Ha escrito novelas históricas de próxima aparición y obras dramáticas, además de poemas y cuentos dados a conocer en distintas publicaciones y escenarios. Ha publicado Sakuntala la Mala contra la Tétrica Mofeta (Editorial Silueta, 2009) y Novelas sencillas (Editorial Silueta, 2010).

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Esta entrada fue publicada el 22/07/2017 por en Narrativa.
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