I
Ciego estoy para el paisaje que me sobrevendrá.
Ni toda la sabiduría
puede decirme nada del minuto venidero,
cuando concluya mi ciclo.
Imagino que mis aguas seguirán lloviendo,
alimentando nuevas cosechas bajo el cielo,
que con mi energía algo se impulsará.
Quizás mis partículas en expansión creen otro universo.
Quizás seré cierzo que mueva los molinos;
mano que plante huertos en la primavera.
¿Quién sabe si cerebro que planifique la muerte de un buen hombre?
Deudor del universo,
ion omnisciente
o átomo,
a él regresaré.
Lo sé.
Pero estoy ciego para mi eternidad.
Mis ojos ven sólo,
en la brevedad de un parpadeo,
el tiempo de una gota de lluvia
que se evapora sobre el pavimento.
II
Me río de los serios, de los doctos,
de los críticos que tanto contaminan el aire.
Por eso sigo a pesar de los sabios,
mis numerosos enemigos,
engañando a la muerte.
Antigua que es la noche
Antigua que es la noche,
canta,
se alegra como una manzana,
para los amantes no es oscura ni triste.
Porque cada uno se conoce la boca del otro,
el tacto del otro,
los latidos en las manos febriles.
Apenas se da cuenta,
olvida la existencia de los seres perfectos,
de los seres brutales,
los amantes.
Les sonríe.
Disfruta que se hundan en su vientre.
No se impacienta.
La noche envía sus emisarios,
cuida de los amantes.
Las sombras no son sombras,
son un río donde juntos nadan brazos y piernas,
cada cuerpo se impregna en las aguas del otro.
Cercano un hombre mira correr las aguas,
tantas veces se ha soñado cuerpo en otro cuerpo.
Su sombra se proyecta inquieta sobre el río.
Como un suicida, alejándose flota.
La puerta
Senda escapa en lo absoluto.
Incitación
en el punto
que equidista.
A través del alféizar,
allí donde penetra
la sensación,
engaña.
Cómo quisiera creer,
con mis células más alertas,
esa película cotidiana,
a veces terrible.
Cuando mis neuronas,
agua donde nade ausencia
y la madera polvo:
abriré.
Y, sin embargo,
el pretendido umbral,
o senda.
O nada.
Para matar la desesperanza
Guarda la barca, Gastón, barquero,
guárdala, pero antes saca de las redes la desesperanza
y mátala, Baquero, en Guarda la vaca,
o húndela para siempre en el mar de Gibara.
Bajo los arces
(La Agencia de la Palabra, 2017)
Puede adquirirse en Amazon: https://www.amazon.com/Bajo-los-arces-Antolog%C3%ADa-personal/dp/1983708186/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1515905419&sr=8-1&keywords=luis+marcelino+g%C3%B3mez
Luis Marcelino Gómez
(foto: cortesía del autor)
Estos textos pertenecen a «Bajo los arces», Antología poética personal/Editorial: La Agencia de la Palabra (Caracas, Venezuela, 2017) de Luis Marcelino Gómez que recoge poemas escritos durante las últimas cuatro décadas. Algunos de esos textos han aparecido en poemarios, y revistas literarias de Europa, las Américas y el Cercano Oriente. Contiene, además, 36 poemas inéditos. Está dividido en 5 secciones:
I. «Y aun cuando sea polvo», la más amplia, consta de 53 textos de variados estilos y temáticas. La mayoría, de verso libre, dedicados al amor, la muerte, la soledad, la metapoesía, o sobre el mundo en general. No faltan la nostalgia, la ira, el dolor, los desprendimientos, la angustia, la reflexión, la experimentación. Hay un soneto de estilo clásico y otro a la manera de los modernistas.
II. «Miniaturas» reúne 13 poemas breves que remontan a los haikús.
III. «Judaica» con 2 textos de temas relacionados con el judaísmo.
IV. «Para matar la desesperanza» contiene 4 cuatro poemas, algunos de
los cuales evocan figuras de la intelectualidad cubana, ya desaparecidas.
V. «Divertimentos»: 3 textos cuya temática lúdica se sugiere en el título.