Hoja de vida
Mi único reclamo es a la efervescencia de la época. A esa pastilla salada que le cabe al cadáver en la cuenca del asombro. A esas burbujas que explotan frente al ojo de mi miedo.
No hay falda que me emancipe de ser mujer. He perdido porque no se puede ganar cuando se acepta la condena.
Abre los ojos. Absorbe todo lo que soy y que ya está muriendo. Guárdame en el frasco del jarabe para la tos, junto a los pulmones de las águilas que se durmieron en las montañas del aire. Soy presagio, un almíbar que le escurre a la suerte por sus rendijas.
No pertenezco al vientre o a la tierra. Debí renunciar a todo. Ya no puedo. Moriré. Y soy tan vanidosa que moriré a regañadientes. Moriré con toda mi carne y con todos mis vestidos de flores. Nada me recordará. Ni tú ni el otro, tampoco él, que estuvo desde el principio, o el que pasó en su caballo de lámina y se mojó los bigotes en la leche de mi juventud. Moriré y no gozaré de la eternidad (¿es la eternidad un goce?). Moriré con el flagelo de la incomprensión. Seré muy antigua para mi época, y muy moderna para el daguerrotipo.
Moriré pensando que un beso es el amor. Moriré sabiendo que el amor es la mascota del tiempo. Tus dientes afilados me escupen en la sombra del polen. Soy cualquier verso que pronunciaste. Soy cualquier vela que apagaste. Nada me distingue de Eva o de Isadora, de María o de Josefa. Mi nombre es tronco seco encima del bosque de las antorchas. Mi nombre es el grano de arena que se sienta en la playa a esperar al turista extranjero. Mi nombre es el vello oxidado en el pubis de una virgen.
Mis ojos como llamas de hoguera, queman a inocentes y salvan a asesinos. Le extiendo la mano al adorador. Ese es mi destino.
Curso para domar los sueños
No soy más un sueño. Soy el espacio vacío entre el horizonte y una plegaria. Una lenta caída que agita al destino.
Me disuelvo entre presentimientos. Ya no soy más el espejo de la carne. He vuelto al camino del venado herido, vivo de lamer las gotas de su sangre.
Soy el embalaje de una superstición, el sonido de un disparo. Ya no veo mis manos entre las ramas del desierto. Sola, habito en las guaridas de las serpientes; y con mi cascabel arrullo al hijo que deseo no tener.
No soy más un sueño. No soy la montura del viento para galopar sobre las colinas. No soy la sed, no soy el río, no soy la hora, no soy el cuerpo, no soy la mente. Soy la locura del caballo salvaje. Soy una historia que no tiene ojos.
Me marchito junto a la rosa del jardín de las Hespérides.
No soy más una mujer. No soy más un hombre. No soy más un caballo. No soy más un sueño.
Se solicitan vendedoras de boutique
¿Qué si me gusta lo que soy?
No me gusta lo que soy. La imagen del espejo es sutil y generosa pero esa no soy yo.
Yo soy un trozo de carne que salta en la sartén, algún caníbal debe saborearme. Ese es mi consuelo, tener algún propósito como la salamandra o el Theremin.
Algún día tuve sueños y despertaba y seguía soñando y dormía y llegaba el fin del sueño; pensé en mi silueta chocando con el sol del atardecer, en mi cabeza sirviendo de casa a pájaros en migración.
Pero no amiga, no me gusta lo que soy, y si me gustara sería aún peor, me habría convertido en ese lagarto que se come a los niños que juegan por las tardes con sus barcos de papel.
Me habría vencido el destino con su lengua de gato que me besa la espalda mientras duermo. Sería cualquier cosa de un aparador, de un vestíbulo del lujoso hotel donde se hospedan las intenciones.
Quisiera que mi hija renegara de mí tanto como el viento de la cometa. Que me cantara con su voz de ganso todas las mañanas de mi muerte. Que me negara un poco, porque al hacerlo por fin existiría. Y esa es mi única ambición.
Pero no te lo diré amiga, no lo entenderías, me juzgarías de miseria, y tus ojos de medusa me volverían una piedra en el recuerdo. Debes perdonar mi hipocresía, pero en algún tiempo te convertirás en un pez del desierto como yo, hasta entonces, también habrá de seducirte el misterio.
Eso es la vida, ese instante donde inventamos la eternidad mientras jugamos con legos, donde el amor es la rama que nos golpea el rostro y donde nos desnudamos frente a la ausencia.
No podría robarte ese dolor del descubrimiento que al final es lo único que nos pertenece.
Planetario
He desaparecido. Ya no hay migaja de pan que me recuerde el camino de regreso a casa. La música con su traje de encaje permite que mis huesos se enfríen en la memoria.
No tengo nada más por decir (jamás lo he tenido). He permanecido en la rivera del camino, y en silencio, a la espera del verso que me rescate del abismo.
¡Con cuánto asombro he visto morir a mi generación mientras leo el diario en el desayuno!
A veces creo que puedo encontrar de nuevo, entre los dedos, la inocencia de mis cartas.
Paso horas enteras escuchando la dulzura de las sombras.
Veo pasar a la eternidad entre las crines del atardecer.
Pero he desaparecido. Todo me nombra, y al hacerlo, nada me nombra. No hay esquina en mi cuerpo que se distinga del pico de una estrella.
Museo de Historia Natural. Sala 2
Mis hombros son dos grandes escalones sobre los que posan sus pies los míticos aullidos.
Nada hay más parecido a la galaxia que mi rostro abultado en el odio. Mis ojos como golpes. Mis labios como tumbas.
Soy una obra inconclusa, algo como una nube que se disuelve entre el aliento del humo.
No vendré por la mañana a beber de las hojas las gotas de rocío, eso se lo dejo a los geckos con sus lenguas blancas y puras (ojalá mi lengua también sirviera para rescatar el espíritu de los laberintos).
Nadie me mira en la sala de exhibición. Ya han estado ante el espejo muchas veces.
*Poemas del libro inédito Anuncios clasificados
J. Amada Hernández (Tamaulipas, México, 1983). Poeta y narradora. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Ha publicado, El idioma de las luces (Snow Fountain press, 2017) Sus poemas también aparecen en varias revistas literarias de España, Estados Unidos y México. Finalista del III Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, 2016. Ganadora del Primer Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio, 2017, otorgado por la Hispanic Heritage Literature Organization milibrohispano.org en Miami, Florida. Radica actualmente en Playa del Carmen, México.