Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Cuatro poemas de Alejandro Lorenzo Valdés López

ALEJANDRO LORENZO VALDÉS LÓPEZ

 
I
 
El hombre cruz, cuya boca es un manantial de perdones,
sabe el disfraz que hay que ponerse en esta época
de bombas y estandartes.
Con la barba amarillenta y sandalias desvencijadas,
se sienta conmigo a tomar café
en una fonda que hiede a grasa quemada.
Luego, en silenciosa marcha
nos encaminamos a la vieja ceiba,
hacemos la ronda en busca de la compasión
que a toda costa hay que recobrar,
para bien de los hombres, y para bien de mi mismo.
 
Hay gente que lo distingue,
y le pide con insolencia un traje de novia,
la carpa de un circo,
caballos con sangre plateada que asciendan ligeros hacia la cima.
Y cuando el hombre cruz,
pálido como la cera derretida, nada puede ofrecerles,
la gente enfurecida se pregunta:
¿quién es ese que dice ser hijo de Dios
y vende limones en los cruces de los arrabales
y lo persigue una jauría que lame las llagas en sus tobillos?
 
Y el hombre cruz poco antes de partir, me confiesa:
Quien no espera milagros ostenta el prodigio de crearlos.
 
 
 
II
 
No solloces dentro de los cuartos que se hunden.
No permitas que el polvo te secuestre.
Eres un hombre sojuzgado que resuena
en el documento que lleva en sus manos
el custodio de las más apreciadas ilusiones.
 
De nada vale aplaudir, ni aparentar demencia,
lo que mereces esta consumado
desde el mismo instante en que naciste.
No hay vuelta atrás.
 
Aprecia la torcida ruta por la que hay que andar.
Disfruta del breve día asignado,
envuélvete a la espuma
que trae el oleaje de mares distantes cuyo significado
se te será otorgado cuando dudes de su existencia.
 
Hay que bendecir la hortaliza que subsiste
entre tanta tierra infecunda.
 
Siempre habrá una viajera que convoque a bailar
ceñida al ardiente torso.
Y si ella no existe, invéntala en tus canciones,
porque para eso eres un errante juglar.
 
 
 
III
 
Un hombre anda y muestra a otros la urna del pasado.
El peso de las reliquias lacera su espalda,
pero tal dolor carece de trascendencia.
Su aspiración consiste en que prevalezca
lo que dejo de existir hace mucho tiempo.
En su trayectoria la lágrima de antiguas contiendas
pretende sustituir el llanto que prevalece entre los hombres.
 
Afán de culpar para no incriminarse.
Necesidad de proclamar que hubo luz
y nunca reconocer las sombras que también se impusieron.
 
Derribad ese monumento que portas con tanto ahínco. Reclama el hijo.
Para que hoy contemplemos con serenidad
la magnitud del bosque humano que a veces se calcina.
 
Pero el hombre no escucha.
 
Quizás su persistencia encarna a esos pueblos sin reconciliación
que propagan en sus luchas fratricidas estanques preñados con sangre.
 
Hay otra escena descrita en el Pergamino.
La obstinación por instaurar un mundo que ya no existe, se desvanece.
 
El hombre queda sepultado dentro de la fosa que hubo de excavar.
Nadie lo sacara.
Ni un pájaro querrá silbarle por mucho grano
que hubo de esparcir sobre el suelo.
Ni una muchacha se desnudará
por temor a que le atribuya antepasadas deshonras.
Nadie lo sacará.
 
Y habrá paz entre los insepultos
que esperaron el fin de tanto trasiego con lo que fue.
Y habrá relativa dicha en aquellos que le cantaron al presente
y nunca fueron escuchados.
 
 
 
IV
 

A Nicolás H. Lara, poeta y pintor.

 
Tal vez algo concluye para alcanzar la fortuna de haber vivido.
Uno resiente la perdida de lo que ama
cuando reconoce el valor que han tenido otros amores.
 
Uno imagina que es posible postrarse sin rencores
en lo que ha quedado de uno mismo.
 
Gracias al de cursar del tiempo
se comienza a forjar un recuento
de lo que se ha dejado atrás.
 
Se abren las cartas no leídas,
se perdonan las ofensas
que pensábamos que nos mataban.
 
Ante el embate de la tormenta el viejo árbol resiste
cuando flexibles se vuelven sus ramas.
No hay que preocuparse.
Dejad el inventario a los que vendrán.
La garza en el vuelo final
no recuerda el nido que abandonó en la inhóspita colina.
 
 
Estos poemas pertenecen al cuaderno inédito «Pergaminos».
 
 

Alejandro Lorenzo Váldes López
(foto: tomada de Facebook)

Alejandro Lorenzo (La Habana, Cuba, 1953). Pintor, escritor y periodista. Estudió arte en la Academia San Alejandro. Ha publicado, en poesía, La cuerda rot (1991), La piedra del cielo (1994) y Antes y después del mar (1999). Sus relatos de Cuentos de Mateo (1992) aparecieron en edición bilingüe por Pureplay Press en 2004. Reside en EE. UU.

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Esta entrada fue publicada el 29/09/2021 por en Uncategorized.
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