En mi dolor encuentra su ventaja y otros textos

EDUARDO MESA

 
MAESTRO,
en estos días,
solo encuentro consuelo en tu silencio.

El enjambre de estrellas que muere cada tarde,
la lluvia que llenó de dicha los canteros,
la lagartija que me mira,
el gato,
que ante mis pies
apresurado pasa,
son una muestra de que permaneces
con tus hijos marcados de impaciencia,
las criaturas frágiles y altivas,
olvidadizas del Amor sin tiempo.

Todo está hecho,
se ha cumplido todo,
y en el disfrute de tu compañía
encuentro paz para esperar la noche.

Nadie me debe convencer de nada,
no quedan dudas,
las preguntas mueren,
en la resurrección que me avergüenza
cuando te niego a la mitad del día.

Cuánta paciencia tienes viejo amigo
con este zigzagueante discípulo que has hecho
fiel a tu condición de Dios entero.

Gracias por el regalo de tu vida,
que en el Gólgota diste
por la mía.
 
 
 
EN MI DOLOR ENCUENTRA SU VENTAJA,
en mi dolor la cruz que lo derrota,
quiere engañarme con sus zarandajas,
tomarme el pelo con su voz ignota.

Sabe que triunfará si entretenido
puede tenerme cuando el sol se agota
y barrunta su triunfo envanecido
y le parece incierta su derrota.

Ese es el triste ser del Enemigo,
esa es su contagiosa fantasía,
que se deshace cuando estoy contigo
en el silencio, en la amistad que ansía,
que me acerca a la cruz donde te digo
que tu dolor me salva cada día.
 
 
 
HAN LLEGADO LOS VIENTOS, SIEMPRE LLEGAN
a recordarnos que la vida pasa
y que las obras, obstinadas, quedan
aún cuando el fuego de la muerte abrasa.

Así son los ciclones que navegan
en los mares calientes donde trazan
una ruta de horrores que atenazan
a los bienes que alumbran y liberan.

Esos vientos voraces que lideran
el avance del mal nunca descansan
en su esfuerzo de dudas que prosperan.
No regales tu tiempo a los que amasan
espejismos que aturden y cooperan
con mortales ciclones que ahora arrasan.
 
 
 
CUANDO NO PUEDO MÁS
descanso en tu silencio,
tu silencio hacedor,
tu voz que aguarda,
para acercarme al límite del agua
en donde se sumergen las palabras
y así se purifican de mi aliento,
y libres quedan ya para encontrarte,
para llegar al pie de la montaña
donde digo tu nombre y Tú me hallas,
desnudo de mí mismo,
agradeciendo,
lo que puede nombrarte en el encuentro
al saber que eres Dios,
mi Dios altísimo,
yo pregunto por Ti
y Tú ya estabas
y haces firme mi paso
hacia tu altura
que me trae aflicción
y me esperanza,
y me dejo la piel mientras avanzo,
para morir en Ti
que así me salvas,
en este itinerario a la ventura
donde sobran el tiempo y las metáforas.
 
 

Eduardo Mesa (foto: cortesía del autor)

Eduardo Mesa (La Habana, 1969), fue fundador de la revista Espacios, dedicada a promover la participación social del laico. Coordinó la revista Justicia y Paz, Órgano Oficial de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y el boletín Aquí la Iglesia. Formó parte de los consejos de redacción de las revistas Palabra Nueva y Vivarium. Ganador de los premios de poesía Ada Elba Pérez y Juan Francisco Manzano. En la actualidad colabora con las revistas Convivencia, Misceláneas de Cuba e Ideal y edita el blog La Casa Cuba, donde trata temas relacionados con la fe, la sociedad y la cultura. Ha publicado en narrativa El bronce vale y otras crónicas (Editorial Silueta, 2011). Reside en los Estados Unidos desde el 2005.