Los hombres de bolsillo son pequeños,
visten de oscuro
y corren peligro de ser confundidos con ratones.
No obstante, son inofensivos
y es débil su chillido.
Se limitan a cumplir,
no más, no más.
Como buenos relojitos caminan por la calle.
¡Qué lindos muñequitos de cuerda,
qué monos!
No sienten la cadena que va desde su cuello
hasta el chaleco de los dioses
ni la mano que tranquila
los guarda en el bolsillo.
Soñé que el ciervo ileso pedía perdón
al cazador frustrado.
Nemen Ibn el Barud
De pronto tú,
recostada en un claro del bosque
manjar sereno
¿Intacto?
Tensé el arco
y disparé
sobre ti
rápidas palabras
red para cazar lo inasible.
Pero ninguna letra
fue salpicada por tu sangre:
entre un adjetivo y otro
saltaste
más veloz que la luz de la flecha.
Una vez más
mi palabra no alcanzó a la Poesía.
Ilesa,
sobre la rama de un árbol
pero con lágrimas en los ojos,
me suplicas:
“inténtalo de nuevo,
inténtalo de nuevo.”
Por favor no me pidas más
que describa a las damas que retozan en los lienzos.
No sé nada de arte,
sólo soy un turista y me aburre el torso inmóvil,
desnudo pero frío, al que me prohíben tocar.
¿Por qué insistes en los pliegues insinuantes de las Majas
si puedo recrearte el contoneo de unas caderas de yegua,
cuyas colas alcanzaron a rozarme nariz y boca?
Entiéndelo: no me interesa la piel de mármol;
mi museo está en la calle.
Oh sublime Cleopatra,
dueña de la Alejandría que todos llevamos dentro
–esa tierra propicia para el placer–;
tú, que no encuentras par
en el combate de las ideas
ni en el combate de los besos;
tú, que jamás te has rebajado
a mirar a este esclavo,
te obsequio estas pocas palabras:
Soy incapaz de descifrar jeroglíficos
y estoy ciego ante el latín de los conquistadores
que entran y salen sin pasaporte
por el suntuoso palacio de tu cuerpo.
Desconozco la grafía griega
pero entiendo el lenguaje de las manos.
Tampoco soy gladiador latino,
pero, si en la Arena ambos soltáramos las túnicas,
mi rígida lanza podría transformarte en mi esclava.
Señor:
Bendice a los redactores improvisados,
bendice también los dedos de las tipógrafas
que bailan sobre las teclas;
bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,
porque gracias a ellos existimos los correctores.
Señor, hiciste un mundo apresurado.
Ninguna obra maestra, debes saberlo,
se escribe en siete días.
Por si decides corregir tu creación
te dejo mi tarjeta.
Aun distantes, las estrellas se parecen a tus ojos.
“Otra expedición al cielo,”
anuncian sin emoción los medios.
No son aventureros los tripulantes.
Los remos son teclas
que oprimen los astronautas, los ingenieros electrónicos,
los políticos del Espacio.
(No buscan tesoros sagrados
sino una verdad menos candente.)
Para ellos Júpiter, Saturno, Venus y Mercurio
no son deidades
–no influyen en nuestras emociones–;
tan sólo son puntos donde puedan clavar un estandarte.
¿Cuándo volará un poeta
en una nave de la NASA,
que cante la guerra desatada por dos opuestos
y a la belleza inédita de tan distantes paisajes?
No importa:
Homero fundó el mito de Occidente
sin haber visto jamás las murallas de Troya.
(Con ojos sellados presenció el descenso de los dioses.)
Yo canto a las constelaciones
sin saber leer los mapas
y sin haberme envuelto
en el manto
de ninguna galaxia.
He viajado más lejos, más allá de las ciencias exactas:
ayer me acerqué al enigma de tus ojos abiertos.
Héctor Carreto nació en la Ciudad de México en 1953. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM y cine en el Centro de capacitación Cinematográfica. Ha publicado los siguientes volúmenes de poesía: ¿Volver a Ítaca?(1979), Naturaleza muerta (1980), La espada de san Jorge (1982), Habitante de los parques públicos (1992), Incubus (1993), Antología desordenada (1997), Coliseo (2002), El poeta regañado por la musa, antología personal (2006), Poesía portátil 1979-2006 (2009) y Clase turista (2012). Ha obtenido los premios nacionales “Efraín Huerta” (1979), “Raúl Garduño” (1981), “Carlos Pellicer para obra publicada”(1983) y el “Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2002”. También mereció el “X Premio de Poesía Luis Cernuda 1990”, en Sevilla, España. Sus poemas se han traducido al inglés, italiano, francés, portugués y húngaro. Además es autor de diversas antologías de escritores mexicanos y extranjero. Recientemente publicó una antología sobre el epigrama contemporáneo en español: Vigencia del epigrama. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (periodos 2001-2007 y 2013-2015) y es profesor-investigador de la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).