EFECTO PORNO
Leer poesía
Me da muchas ganas de escribir poesía.
Esa desnudez de palabras
con su intimidad tan expuesta
me desboca. Voy urgente a buscar
papel, cartón corrugado, servilleta lo que sea.
Y escribo con el cuerpo, con las manos, con los codos
Con la urgencia de las uñas que desgarran
Cualquier cosa. Escribo en un estado de desesperación
Escribo rápido porque si no se borra todo
Se corta el hilo, la imagen
Se escapa de mí
Se enfría la sangre o no sé, no sé qué es lo que sucede
Cuando se le termina el efecto a la metáfora
Me desperturbo. Me amanso. Me aplasto. Me licúo.
La electricidad se corta en el cuerpo.
Y queda el salón después
de un casamiento de fantasmas
donde cayó una nevada parecida a la caspa.
No hay tanto de que hablar
O quizás sí, quizás el mundo sea un vertedero
Una fuente inagotable donde echar monedas
Pero lo que se habla es lo de siempre
Desde hace siglos, desde que el hombre
se puso en dos patas y bajó un pájaro
a picotearle la frente.
Los cambios no cambian nada
Levantan la empolvada esperanza
La sacuden de su mueble, de su ataúd
De su victoriosa estatua de muertos.
No hay tanto de que hablar
Las bocas repiten nombres, números, estadísticas
Fallos que ilusionan un rato
Un poco de tibieza para la sombra.
No sé, yo entiendo a los que lloran
Quisiera, mejor dicho, entenderlos
levantar esa alfombra para que el polvo
no esconda ahí nunca más
Pero solo quedan las palabras
para significar la insignificancia,
para banderear la alharaca.
Y los días pasan y pasan los años
y pasamos nosotros y pasa también el polvo
y el viento trae más viento
y el polvo trae más polvo
Mi hijo aprendió a pronunciar la “erre”.
Antes todas las “erres” eran “eles”
y las palabras deambulaban
por su vocabulario infantil sin prisa,
como si alguien las hubiera recién despertado
y anduvieran todavía en pijamas por la casa.
Ahora en cambio todas suenan a carro en marcha.
Cortan el aire con sus espuelas afiladas y brillantes.
Leopoldo las pronuncia con precisión de afinador.
Atrás quedaron los ogros, las madlastlas,
la calne, la cuchala, la lopa.
¡Si hubiera sabido que se irían tan rápido,
las habría cazado a todas con mi red de atrapar mariposas.
Para oler hasta el cansancio esa ternura de niño
tan impregnada entre las letras.
Carla Pravisani (Argentina, 1976). Es escritora, periodista y directora de arte. Master en Creación Literaria. Ha publicado el libro de relatos Y el último apagó la luz (Perro Azul, 2004), el poemario Apocalipsis Intimo (Mención de Honor en el VI Premio Mesoamericano de Poesía “Luis Cardoza y Aragón”, 2010); el libro de semblanzas y foto documental El Museo del Apodo (Fatherland, 2012) y el libro de cuentos La piel no miente (Premio Nacional Aquileo Echeverría , 2012). Algunos de sus cuentos aparecieron en las antologías Pasajeros en Arcadia (Ed. Belgrano, 2000, Argentina), Poetas y Narradores del 2010 (Instituto de la Cultura Peruana, Miami), y 12 relatos centroamericanos (Editorial Catafixia). Actualmente coedita la revista digital Literofilia.com
Contacto: pravisanic@yahoo.com.ar
Exelente!!! De la buena!!