Alguien dijo del escorpión:
dulce bestezuela que anima la embriaguez.
Los visitantes posan su vista
y un estremecimiento los recorre;
es extraña la manera de contagiarse el vértigo.
-En el aguacero
lo mejor es la inmutabilidad de las cornisas.
Y no saben qué decir
de quien zapatea en las aceras
al compás del frío.
Una mujer viste esa nocturnidad
y a la primera campanada simula creer en el telón.
Entra una luz suave cuando cae la nieve,
cuando se tiñe de blanco la desesperanza,
y no queda nada temporal
ni eterno.
Entra por los ojos y la piel
y por el sexo,
por el bostezo que prosigue al insomnio,
al pálpito y al descubrimiento,
entra por la espalda descubierta
y por la mente cerrada a tantos plazos.
Copos blancos, como monedas de un trueque extraño:
te doy, te doy, nada me das….
te cubro, te acuno, canto en tus oídos.
Y un manto leve, dulce, tibio,
para los sentidos y el escalofrío,
para amansar y mitigar,
para los hombros cargados
y la desazón de las manos.
Un manto como una luz que susurra
que acalla la angustia,
como una mano que se posa en el pelo o como mariposa
como una mirada intensa y fuerte, como la seguridad o la certeza,
como la sensación después del susto
o el susto de la primera vez.
Es curioso como cae la nieve,
oyen mis oídos el susurro:
premonición, lazo, manto o atadura.
Y la luz que se avecina, y su tibieza
y las manos que giran al cuerpo
que le abrazan, que se convierten en copos
que caen dulcemente, que se posan en el pelo,
y vuelan.
por MK
De donde proviene el vigor de los hombres
nace también el aleteo de los pájaros,
la fuerza descomunal de las hormigas,
el poderío de los elefantes,
nace la sensatez y la porfía, la entereza
De las sensaciones emerge el pez y la mirada,
el impulso constante y el pensamiento.
Cree el hombre y de la fe surgen el estupor, la perplejidad
De qué está hecha la culpa, de qué oscuro magma
qué actos la alimentan y qué sensaciones
Un hombre transcurre en silencio
sin mirar a atrás, sin bajar la mirada
Nace cada día y muere con la tarde,
en la noche incuba deseos y paciencia
motivos para volver a la vida, para nacer al alba
El paso de ser libres a ingrávidos suele ser doloroso, comienza con una leve idea de ascensión que desconcierta al cuerpo, legitima las extremidades hasta adquirir conciencia propia cada una de ellas y las desprende de él, con un sonido pequeño y estridente, asustadizo; luego es el pelo que se libera, mechón a mechón, se siente indefenso y se acerca al cuero cabelludo en un mínimo intento de volver a su imperceptible agujero, a su raíz segura y tibia, después mira alrededor y la sensación nueva le imprime un vértigo disoluto, enturbiador, y vuela, celebrando ondas incautas, desplegando su extensión y se aleja; más tarde es la piel, suele dar tirones, quebrarse, rasgarse hasta dejar al descubierto todo lo que somos y se extiende cual manta peculiar, alejada del propio concepto, ignota indumentaria de nada; incluso la osamenta se separa hueso a hueso, exonera a propios y ajenos de cumplir cargos o funciones, de cubrir, proteger, alimentar, generar, y ya todo gira, trivial, intrascendente, empapado de liviandad, irresponsable y seducible, sin más cometido que surcar un espacio irreal y no ser en sí. Sólo merodear en un tiempo intraducible, sin destino ni concierto. Es grave la levedad, tan desprendida, inconmensurable, pesada y eterna; creemos ser y no somos más que etéreo ente sin origen ni destino, sin las dulces ataduras del humano sentimiento, sin la convicción de ser necesitados y necesitar de esta certeza, corremos el peligro de bregar en un mar sin límites cuando requerimos asideros para no naufragar, frágiles criaturas, increíbles en la dureza que confiere la misma fragilidad en sí. Desconfiamos de las bondades de no pertenecer pues la propia naturaleza requiere de convicciones y lazos, trenzamos escrúpulos y culpas que nos atan y minimizan, que nos hacen hombres y soldados, lívidos peones expectantes de la puesta en escena, en que somos además víctimas del egocentrismo, origen de la evolución y causa del desastre inconmensurable, de la desaparición del ser.
Giselle Baranda
Foto tomada del blog Gaspar, El Lugareño http://www.ellugareno.com
Gisela Baranda (Placetas, Santa Clara, Cuba) Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Central de Las Villas, Cuba, asesora literaria, correctora, redactora y editora, escritora y crítico de arte. Vivió varios años en España y actualmente se ha radicado en la ciudad de Miami en los Estados Unidos. En Cuba su labor en el mundo editorial literario estuvo presente como editora de la revista de los niños Barquito del San Juan; Directora de Publicidad y Relaciones Internacionales de Ediciones Vigía; Miembro del Consejo Editorial de La Revista del Vigía. Editora de Ediciones Vigía; Especialista de Promoción y Divulgación Literaria en el Centro del Libro y la Literatura de la provincia de Matanzas y Asesora Literaria, Sancti Spíritus,Cuba.
Ha publicado: La casa del fabulador, 1990. Antología del poeta Reinaldo García Blanco, selección y prólogo; Al centro del país, 1991. Antología de jóvenes poetas cubanos, selección y prólogo; La canción del agua, 1992. Antología de la poetisa América Bobia, selección y notas. Los paseantes (poesía, 1993); Magenta luz (poesía, 1994), Memoria de las puertas (poesía, 1995); Quiero decir (poesía, 1997), Un pie tras otro (poesía, 1997).
Además, textos suyos están incluidos en Hermanos son, hermanos en lo eterno, 1995 (Antología de poetas catalanes y cubanos); Poetas en Matanzas, 1999, Revista Textura. España, 1999; Revista Biblioteca de México, 1994 y en diversos sitios digitales.
Tiene su propio website Desde mis 35 metros cuadrados (http://www.giselabaranda.com/) donde publica apuntes, crónicas y poesía.
Actualmente prepara un nuevo volumen con su poesía mas reciente escrito en España y los Estados Unidos.
El 6 de abril de 2013 12:04, Revista Conexos