La supervivencia del más leve
El agua se mueve
como si adoptara ella
la forma de la piedra.
Hermafrodita
Soy suficiente
Me ofrezco
solo
por la especie.
Pez de mar
En este mundo de lágrimas
los párpados sobran.
El montañista
Subir y bajar:
las formas del deseo.
Parturienta
Cualquier cosa
que sale de este cuerpo
es mía.
La supervivencia del más leve
Una hormiga
carga una espina.
En la punta
una mariposa
descansa.
La presa
El aire me trae
el perfume del hambre.
Aunque conozco el camino
debo correr.
Madre e hija
Esperamos
que vuelva el hombre
con las manos vacías
y se entregue
como alimento.
La dolorosa
Un relámpago
me roza el pelo
y yo
con los pies mojados.
advertencia a los que se pierden por deseo
para no llorar
Capitán prefirió
que le arrancaran el ojo
moscas verdes
le copulaban la cuenca
yo sí lloraba
papá se acercó
con la navaja
el ojo era chiquito
en su mano de héroe
el perro no se movió
sostuvo la mirada del filo
mordió el aullido
nunca dejó que le taparan el hueco
sombra
una oruga de fardos de alfalfa
resiste el afán incendiario
de la siesta
nos refugiamos
en el tanque australiano
flotamos
en el sordo hechizo
de las abejas
a veces la sed desespera la piel
nos quema el alivio
cuando baje la fiebre del aire
perfumados de higos
subiremos la tarde
hasta los árboles
esperaremos
mareados y calientes
que la noche detenga
la sangre de las víboras
cuando acabe la luz
nos quedaremos sin agua
un entierro
todas las noches
encerrábamos a los charitos
en el gallinero
una mañana cedió el tejido
y un revoltijo de plumas
se nos pegó a los ojos
en el patio de la capilla
enterramos los huesos
las patas los picos
hicimos guirnaldas de flores
sobre las tumbas
clavamos cruces
de varillas y alambre
las manos cubiertas de ampollas
rezamos
lloramos
más tarde sacamos las cruces
y las usamos de espadas
tótem
el sol exprime las sombras
un niño acecha
entre los pliegues del bosque
por el tajo que le abre el costado
respira una liebre
le quema la carne debajo del cuero
hay que curar
para siempre
al que sufre
cada golpe retuerce
cada músculo
contraído
se estira
arden las axilas
la espalda se moja
un susurro de gusanos
sacude las raíces del pasto
el hocico se dilata
pero el aire ahoga
cuando la sangre
invierte el camino y se ensucia
queda la piel empapada
la carne molida debajo del cuero
el niño deja el palo
corre a la laguna
se esconde del sol
como del ojo de la siesta
de lejos
donde los troncos
cambian a ceniza
se sostiene la ronda
una chispa es el origen
del equilibrio
pero alguien
lanza al aire un desafío
y otro
invade el centro
se inclina sobre la luz
que le cierra la frente
todo cabe en el fuego
todo toma su forma
los dedos
la piel del brazo
penetran las llamas
arde el miedo
de lejos
se huele la mano
un silencio enorme
abre los rostros
después del grito
el horizonte se revuelve
ahoga al viento
espanta a los animales del aire
huyen los que pueden correr
y se comprime el cielo como un pozo
solos
en medio de la noche
sin caballos
charco en calma
arde la lluvia
si roza las rodillas
la huella de las chalas
la marca de la hoja
empecinadas las ortigas
se niegan al peso del agua
sus aguijones inquietan
el ritmo hostil de la cintura
el rebenque
lástima la calma del charco
sudor de mujer y de yegua
confunden el cuero
la hembra
de cara en el barro
busca el sentido del tacto
cerdos y gallinas
deshacen los rastros
los que se pierden (I)
llegó el día de morir
y Capitán atraviesa la orilla
desde el agua
el horizonte
es un invento del ojo
todo miente a esa hora
en que el sol y el viento
no respiran
conmovido
por la certeza del vértigo
se deja
ir hacia el fondo
Estos poemas pertenecen a los libros Selección natural y Carneada.
Me gusta, la poesía no se esconde en esta poeta.