Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

La supervivencia del más leve y otros poemas

SOLEDAD CASTRESANA


La supervivencia del más leve

El agua se mueve

como si adoptara ella

la forma de la piedra.



Hermafrodita

Soy suficiente

Me ofrezco

solo

por la especie.



Pez de mar

En este mundo de lágrimas

los párpados sobran.



El montañista

Subir y bajar:

las formas del deseo.



Parturienta

Cualquier cosa

que sale de este cuerpo

es mía.



La supervivencia del más leve

Una hormiga

carga una espina.

En la punta

una mariposa

descansa.



La presa

El aire me trae

el perfume del hambre.

Aunque conozco el camino

debo correr.



Madre e hija

Esperamos

que vuelva el hombre

con las manos vacías

y se entregue

como alimento.



La dolorosa

Un relámpago

me roza el pelo

y yo

con los pies mojados.



advertencia a los que se pierden por deseo

para no llorar

Capitán prefirió

que le arrancaran el ojo

moscas verdes

le copulaban la cuenca

yo sí lloraba

papá se acercó

con la navaja

el ojo era chiquito

en su mano de héroe

el perro no se movió

sostuvo la mirada del filo

mordió el aullido

nunca dejó que le taparan el hueco



sombra

una oruga de fardos de alfalfa

resiste el afán incendiario

de la siesta

nos refugiamos

en el tanque australiano

flotamos

en el sordo hechizo

de las abejas

a veces la sed desespera la piel

nos quema el alivio

cuando baje la fiebre del aire

perfumados de higos

subiremos la tarde

hasta los árboles

esperaremos

mareados y calientes

que la noche detenga

la sangre de las víboras

cuando acabe la luz

nos quedaremos sin agua



un entierro

todas las noches

encerrábamos a los charitos

en el gallinero

una mañana cedió el tejido

y un revoltijo de plumas

se nos pegó a los ojos

en el patio de la capilla

enterramos los huesos

las patas los picos

hicimos guirnaldas de flores

sobre las tumbas

clavamos cruces

de varillas y alambre

las manos cubiertas de ampollas

rezamos

lloramos

más tarde sacamos las cruces

y las usamos de espadas



tótem

el sol exprime las sombras

un niño acecha

entre los pliegues del bosque

por el tajo que le abre el costado

respira una liebre

le quema la carne debajo del cuero

hay que curar

para siempre

al que sufre

cada golpe retuerce

cada músculo

contraído

se estira

arden las axilas

la espalda se moja

un susurro de gusanos

sacude las raíces del pasto

el hocico se dilata

pero el aire ahoga

cuando la sangre

invierte el camino y se ensucia

queda la piel empapada

la carne molida debajo del cuero

el niño deja el palo

corre a la laguna

se esconde del sol

como del ojo de la siesta



de lejos

donde los troncos

cambian a ceniza

se sostiene la ronda

una chispa es el origen

del equilibrio

pero alguien

lanza al aire un desafío

y otro

invade el centro

se inclina sobre la luz

que le cierra la frente

todo cabe en el fuego

todo toma su forma

los dedos

la piel del brazo

penetran las llamas

arde el miedo

de lejos

se huele la mano

un silencio enorme

abre los rostros

después del grito

el horizonte se revuelve

ahoga al viento

espanta a los animales del aire

huyen los que pueden correr

y se comprime el cielo como un pozo

solos

en medio de la noche

sin caballos



charco en calma

arde la lluvia

si roza las rodillas

la huella de las chalas

la marca de la hoja

empecinadas las ortigas

se niegan al peso del agua

sus aguijones inquietan

el ritmo hostil de la cintura

el rebenque

lástima la calma del charco

sudor de mujer y de yegua

confunden el cuero

la hembra

de cara en el barro

busca el sentido del tacto

cerdos y gallinas

deshacen los rastros



los que se pierden (I)

llegó el día de morir

y Capitán atraviesa la orilla

desde el agua

el horizonte

es un invento del ojo

todo miente a esa hora

en que el sol y el viento

no respiran

conmovido

por la certeza del vértigo

se deja

ir hacia el fondo


Estos poemas pertenecen a los libros Selección natural y Carneada.


Soledad Castresana (Foto cortesía de la autora)

Soledad Castresana (Foto cortesía de la autora)



Soledad Castresana (La Pampa, Argentina, 1978) Actualmente vive en Bogotá, Colombia.

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Un comentario el “La supervivencia del más leve y otros poemas

  1. Teresa María
    15/09/2013

    Me gusta, la poesía no se esconde en esta poeta.

Los comentarios están cerrados.

Información

Esta entrada fue publicada el 15/09/2013 por en Poesía.
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