Diario de invierno
Es noviembre,
día 6 de un año con pretensiones violentas.
Cuando el frío es crudo los árboles son piedras,
estatuillas grotescas que agrietan el aire.
Cuando el frío es crudo y nace el invierno,
los animales se cubren el rostro con fiero silencio.
Aún no ha nevado sobre los techos,
pero cae sobre el suelo un gotear de segundos,
un fluir de estaciones constantes
donde el asfalto se viste de prisas
y corren tranvías de hielo.
Hace dos días cambiaron la hora
para extender la noche, diluirla en la tarde
ya por sí oscura y cubierta de sombras.
La tierra se acomoda a su nueva tarea,
a su misión de madre del tiempo
y sacude su escarcha de lodo,
su vagar por senderos de estrellas,
y las hojas caen en presagios
sobre charcos de niebla.
Lo súbito
Las aguas del río aumentan su caudal
apresuradamente.
No es invierno,
pero las corrientes arrastran
un manto de peces helados
que coletean y destrozan
sus cuerpos contra las rocas.
Tampoco es la época en que la luz
vomita pájaros con plumas
encendidas.
No es la hora del trueno o de la lluvia
ni del viento en ráfagas que excita
las aguas hasta destrozar los bosques.
Pero el caudal, en un inusitado salto,
se vuelca sobre los límites del río
y se traga unos cuerpos que apenas
atinaban a un abrazo.
Lo indescifrable
Primero algo que nunca identificaremos,
porque el amor, lo bello y lo transparente
no tienen origen,
surgen como la vida o la sonrisa.
Luego algo que tampoco identificaremos,
por breve y gigante como ramificaciones
de luz en los cristales,
porque somos ciegos y tontos,
ingenuos y arrogantes hasta la muerte.
Y ambos jugarán en su reino,
ensortijándose en aguas turbulentas,
ocultándose para que el valle sea eterno,
y las estaciones del año, simplemente, girando.
Bajo cero
Con paso inseguro y precavido,
como quien teme resbalar
por los peldaños de un sótano,
la temperatura comienza su descenso,
su declive progresivo,
hasta poner sus pies sobre la tierra.
Sin quitarse los zapatos ni las medias,
por temor a herirse con las piedras,
prosigue su camino por el lago,
avanzando por aguas enturbiadas.
Y surgen escarchas poderosas,
armaduras de metales oxidados,
cortezas de peces en el agua.
Esencias
Hay poderes diminutos que trasportan
aún más diminutos poderes,
esencias flotantes sobre los cuerpos
golpeados por la luz,
hombrecillos sin rostros
que llegan silenciosos y susurran secretos,
tempestades, polvo electrizado.
La sangre los recibe y lo amasa
como alimento necesario, como frutas
de planetas ignorados, vibrantes,
cálidas pulsaciones de los sueños,
infinitos trazos del espacio
que nos llegan desde lejos.
Dark Horse Cafe
En la calle, a pocas pulgadas de las ventanas
de cristal, donde el sol apenas subsiste
entre alas y nubes que nunca escapan
del hastío y la ciudad,
donde el corazón late tan despacio
que es mascullado por la música de ambiente
(a veces Dylan, a veces Chapman, a veces
simplemente “Break on through to the other side!”
pero siempre algo de Byron),
un señor alucinado, de nariz aguileña,
de ojos como esferas de metal
y cabellos que rechinan con el viento,
se inclina
—en el mismo instante en que un muchacho,
a toda marcha sobre los patines de Mercurio,
como un mensajero arrebatado,
mira de soslayo, siempre de soslayo
y muy de prisa, la fluidez de una chica
envuelta en tatuajes–
para recoger una colilla de cigarro.
Le sonríe a su hallazgo y continúa su paso
tambaleante entre ladrillos y escupitajos,
entre el humo y los perros que no ladran,
deteniéndose en cada vidriera,
irradiando reflejos y miserias,
como si el asfalto y los tranvías rojos
no fuesen ya suficientes peligros
para morir de tedio y frialdad
en este invierno que nos mata.
Sergio de los Reyes
(Foto cortesía del autor)
Sergio de los Reyes nació en La Habana en 1978. Estudiaba Ciencias de la Información cuando salió de Cuba en 2001 rumbo a España. Vivió en Madrid y Miami. Desde 2005 radica en Toronto, Canadá, donde tomó cursos de Bibliotecología. Su primer poemario Elsewhere fue publicado en el 2013 por la Editorial Silueta. Estos poemas pertenecen a un libro en preparación titulado Queen Street West.