Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

«Anunciación» y «Reporte»

SUSANA DELLA LATTA

 
Anunciación
 

… las palabras desaparecieron
del estanque interno de sus ojos;
se esfumaron como el ectoplasma
que dicen se desprende del cuerpo de los poseídos.

Henry Miller

 

…Guardó hálito y circunspección; cerró los ojos inclinando su cabeza sobre el muro. No tuvo tiempo para bajar el ruedo de la falda hasta cubrir parte de la rodilla. Se distrajo con el automóvil amarillo que dejó un denso vapor frente a las ventanas de su albergue. Cada día a las 5 de la tarde, él pasaba despacio con un bolso al hombro y los brazos descubiertos. Le brillaba la piel. El sueño de la rubia era tocarlo, desdibujar los surcos del tatuaje y derretirse en agonía con el vaho tibio de su dermis.
  En esa ocasión el reloj se atrasó 5 minutos más. Ya en el umbral, la centella de humo la distrajo. Detrás del vehículo venía el hombre; el aceitoso y deseado varón, como siempre, a la hora indicada. Apretó aliento dentro de su boca, juntó las piernas hasta detener el ímpetu del clítoris y se pegó al marco de la puerta, donde permaneció extasiada hasta que el empujón de otro inquilino entrando a la pensión la mudó de baldosa. En segundos desapareció su hombre dejándola temblar por horas.
  Al día siguiente y para que no suceda el desencuentro, salió al umbral con tanta anticipación que una vez sentada, acomodada su falda entre los muslos, brillo en los labios, perfume en las axilas, cayó vencida de cansancio instantes antes que los pasos del caminante casi tocaran su tobillo. Abrió los ojos cuando el vecino que la empujó la tarde anterior al entrar a la pensión, tropezó otra vez para caer sobre sus senos. Ambos se incorporaron, ella volvió al rincón y quedó esperando al caminante, mientras que el vecino desaparecía en el fondo del zaguán. Logró estirar la falda y tocó humedad en sus extremidades. Del otro hombre, del deseado peatón, ni la sombra quedaba. Otra vez se le escapó.
  Llevaba tres meses en el ritual de las 5, esperando ver pasar a su amor tatuado, planificando la posición más estratégica para que él la perciba, aunque tanto cuidado no lograba impedir que en el momento exacto de la procesión, algo ocurriera para que pierda discernimiento y llegue tarde a la fugaz confluencia. Su pasión crecía violenta y el cuerpo mostraba cada día un aumento de secreciones que la maravillaban. Se acostaba dolorida como si cien amantes la hubieran poseído, en tanto su robusto jornalero caminaba cada día a la misma hora, por la puerta de su casa, ajetreado y ajeno a sus delirios.
  Pasaban las semanas, los meses y la rubia ebria de contento sabía que la felicidad estaba estancada en la calle Belgrano a las 5 de la tarde. Todo era tan placentero que dios quitó su menstruación para que pudiese sentarse cómoda sin miedo a manchar la baldosa. Tan bondadoso ese creador que permitió extender su vientre como una gran almohada. Y el vecino que la arrojaba al suelo cada vez que entraba a la pensión, haciéndola perder noción de todo después del tropiezo, dejó de aparecer cuando ella engordó.
  Una mañana despertó con el ruido de un automóvil estacionando en la calle Belgrano casi bajo su ventana. Observó, a través del vidrio cómo dos policías se llevaban al vecino esposado. Confusa y bostezando, fue al baño a vomitar. Últimamente esas tontas náuseas al comienzo del día revolvían su estómago. Si tan solo pudiera recordar…
  Golpearon a su puerta. Cuando la abrió, una maternal figura le preguntó su edad. La rubia contestó, 15.
  Aquellos ojos inquisidores quedaron instalados en su vientre, el cual crecía por alguna razón, cada vez más.
  Si tan solo pudiera recordar.

 
 
 
Reporte
 

Busqué en cada rincón de nuestra casa, entre los libros, debajo de las sillas, dentro y fuera de las alacenas, en los bolsillos de cada pantalón, en las gavetas, detrás de los sillones, entre las plantas, abrí las cartas, revisé la basura, moví los muebles, vacié las carteras, removí las piedras de la entrada, levanté las alfombras, corrí los vasos y las tazas y hasta adentro del refrigerador.
Para hacer más corto el cuento, lo único que dejó su visita fue una larga hilera de hormigas muertas en el patio. Y una nota firmada: el exterminador.

 

SusanaDellaLatta (Foto de J. O’Sant Ji)

SusanaDellaLatta
(Foto de J. O’Sant Ji)


 

SUSANA DELLA LATTA (Buenos Aires, 1955) cursó la Escuela de Bellas Artes en Argentina especializándose en pintura e Historia del Arte. Desde 1986, radica en los Estados Unidos donde continúa desarrollando su disciplina artística como muralista. Paralelamente a su formación plástica, participa en diferentes talleres literarios y escribe su primer libro de poesía Sin Alquimia (2006-2007, aún inédito). Pero es en la narrativa donde encuentra un lenguaje que le permite reflejar su percepción casi abstracta de la realidad. Así completa el libro de relatos Ojo de pez (Editorial Silueta, 2010). Actualmente trabaja en un segundo libro de cuentos, y su primera novela En aguas dulces.

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Un comentario el “«Anunciación» y «Reporte»

  1. alejandro fonseca
    28/06/2014

    Inteligentes textos de Susan. Y ni hablar de su regia belleza.

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 28/06/2014 por en Narrativa.
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