Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

La ola

MARÍA BADÍAS-VALERO

 

Mayo, Washington D.C.: Cielo azul, brisa ligera, hojas frescas en los árboles. Una joven pareja atraviesa de la mano el bosque en la cima de la calle 39 al norte de la universidad de Georgetown. De vez en cuando van más despacio o se detienen. Él hizo un chiste que merece una pausa. Ella encontró una piedra de atractivo singular. Él revuelve su mochila buscando un libro que le quiere mostrar; se lo prestó un colega candidato a doctorado, el de sonrisa leve y fuerte acento castizo. “Quiero leerlo,” dice ella. “Cuando yo lo termine,” dice él. De repente ella salta y señala una planta: “¡Mira, mira, un jack-in-the-pulpit!” Él se muestra perplejo. “No sé cómo se dice en español”, dice ella, y se agacha a contemplar la flor. La espata verde con rayas moradas rodea el espádice en un tenue resplandor. “Es que eres una americana, girl,” fastidia él. “Americana cien por ciento”, y entonces bautiza la planta con el nombre de cierta parte de la anatomía masculina. Ella pone los ojos en blanco y protesta que no, no, ella no es americana… “Es que no tienen esta… ‘pinga de los bosques’ en Cuba”. Él insiste en que ella sí es americana, más americana que el Presidente Reagan, pero ella se ha perdido en las profundidades verde y púrpura de la flor y se le olvida defender su etnicidad.
  Es una tarde ideal para debates inútiles y flores fálicas. Tienen todo el tiempo del mundo. Se acabaron las clases, ya pasaron los exámenes y recibieron las notas finales; las calificaciones de ambos son excelentes y los espera un verano de viajes y aventuras. El resto del día será relajado y divertido: se van a reunir en casa con los amigos escritores que vienen de New York a dar una charla en la Biblioteca del Congreso al día siguiente. Hoy su única obligación es preparar una ligera merienda cubana. En casa hay café, leche, pan de flauta y mantequilla – todo lo necesario para la dicha terrenal.
  El hogar: Un apartamento de un cuarto en un edificio viejo del barrio de Glover Park, a unos 15 minutos caminando desde la universidad. Portales de arco, pisos de madera, radiadores ruidosos y un baño con lozas hexagonales. De vez en cuando los visitan los ratones. Una vaquita de plástico preside desde lo alto del umbral de la puerta de entrada; la encontraron ahí mismo al mudarse e inmediatamente la proclamaron deidad protectora del hogar. Amueblado en gran parte con piezas rescatadas de la basura, el apartamento es cómodo, limpio y despejado, con cada cosa en su lugar. Entran, guardan las mochilas, y mientras ella prepara el café con leche en la cocina, él repasa mentalmente lo que necesita decidirse acerca de la próxima edición de Mariel, la revista literaria que los amigos fundaron recientemente.
  Los huéspedes no tardan en llegar. Son mayores que ellos (en sus 30) y todos son autores emergentes excepto la estrella del grupo, Arenas, quien ya es escritor de renombre internacional. Después de haber padecido necesidad, censura, humillaciones y persecución, se encuentran disfrutando plenamente de la libertad y el éxito, aún novedades para ellos. El simple hecho de poder viajar de una ciudad a otra y reunirse con amigos para intercambiar planes e ideas es un milagro para todos los presentes. Se sientan a compartir el café con leche y a debatir temas de literatura, política y, por supuesto, a hablar mal de los ausentes.
  En algún momento entre debates, chismes y bromas, alguien señala un curioso fenómeno por la ventana. En la lejanía hay una columna de agua que se yergue sobre el horizonte. “Otra vez el mar”, dice el joven esposo, jugando con el título de la obra más reciente de Arenas. Todos ríen y hay algunos comentarios, pero pronto se olvidan del fenómeno y retoman el hilo de la conversación. De vez en cuando alguien comenta que la ola parece estar creciendo, que se puede escuchar el sonido del agua… pero siempre terminan dejándola de lado y volviendo a los asuntos del momento. De repente la joven siente un rugido sobre su cabeza. Levanta la vista. Una pared gris traslúcida coronada de espuma se empina sobre ellos. Entre un respiro y el próximo la ola se derrumba aniquilando la mesa, el apartamento, los gritos de los que la rodean.
  Recobra el conocimiento. Siente frío; su ropa está empapada, pero ella está ilesa. Mira a su alrededor. Todo lo que conocía ha desaparecido. Se encuentra en una especie de playa desierta, rodeada de cosas rotas, totalmente sola.

 

Maria Badías-Valero (Foto cortesía de la autora)

Maria Badías-Valero
(Foto cortesía de la autora)

María Badías-Valero (La Habana, 1959) Vive en Estados Unidos desde 1969. Escritora y pintora. Su obra plástica ha sido exhibida ampliamente en Estados Unidos y América Latina.

Anuncio publicitario

4 comentarios el “La ola

  1. Sergio Galan pino
    02/08/2014

    cuento o vivencia o… ambas cosas juntas, está muy logrado Maria, con un final inesperado que me hizo fruncir la frente con un signo de interrogacion. De cualquier forma, lo considero muy original. Estoy seguro que Roberto, quien fue hermano de Logia mio, en la Teosofia y al que me unió una gran amistad, debe estar aplaudiendolo complacido, desde el Nirvana; ese Nirvana en el que tanto el creia.

  2. Maria Cristina Fernández
    03/08/2014

    La flor fálica o esa columna de agua que se vuelve mar, alucinación, experiencia de soledad…me gusta como injertas en esos rastros de vivencias, las visiones íntimas. En particular, no me resigno a que este final sea definitivo. Creo que puede dar más, continuar, tal vez como una novela; tienes un gran caudal, María; no hay rompeolas que te pare.

    • Maria Badias-Valero
      08/08/2014

      Hola Sergio, ojalá que Roberto haya llegado al Nirvana, mucho sufrió y se lo merece. Siempre me alegra saber de sus hermanos de la Logia. Gracias por tu comentario. Me encantaría saber más sobre cualquier memoria que tengas de él en la Logia. Un abrazo!

      Maria Cristina y Amy, perdonen la demora en responder, no se me ocurrió chequear aquí y les voy a responder por email.

  3. Amy Christian McCormick
    03/08/2014

    Maria, I just finished reading this. It is very touching, and at the same time so moving and painful. Unfortunately, for me the ending was all too expected. I wish I could talk to you about it in person. You are a wonderful writer. I am going to put together some thoughts and send them to you privately in Facebook. It may be a day or two before I can pull my thoughts together. Thank you for letting me read this.

Los comentarios están cerrados.

Información

Esta entrada fue publicada el 02/08/2014 por en Narrativa.
A %d blogueros les gusta esto: