Revista Conexos

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¿Erótico o pornográfico? (Un estudio en busca de los lindes literarios. Parte III)

ENA COLUMBIÉ

¿Erótico o pornográfico?
(Un estudio en busca de los lindes literarios. Parte III)

 

Los fenicios fueron excelentes marinos, grandes colonizadores y comerciantes. Se establecieron en parte del mar y los montes del Líbano y desarrollaron la navegación surcando el mediterráneo, buscando riquezas en otros países que luego, como buenos negociantes, trocaban por otras, para llevarlas a sus tierras. Con esto fueron creando vínculos entre las civilizaciones mediterráneas difundiendo así las distintos artes; cuestión que los nutrió en su propia cultura. Fue tan grande su actividad comercial que comenzaron a preocuparse por facilitar las contabilidades y la comunicación, lo mismo oral que escrita; para ello sustituyeron las pesadas tablas de arcilla heredada de Mesopotamia y las reemplazaron por el papiro. Igualmente desecharon los silabarios y escogiendo veintidós signos del alfabeto egipcio, lo simplificaron, y aunque no tenía vocales, fue muy importante por su sencillez y sentido práctico; muy diferente de los otros alfabetos que eran controlados sólo por escribas y altos funcionarios, y a los cuales solamente podían llegar a dominar después de un arduo aprendizaje. Los fenicios llevaron el alfabeto a todos los países donde viajaban. El inteligente pueblo griego se percató inmediatamente de sus ventajas y lo acogió imponiéndole algunos cambios. Más adelante los romanos lo aprendieron de los griegos y lo utilizaron como pedestal para el alfabeto latino difundido en Europa; pero el afán por ocultar sus secretos e invenciones, es uno de los aspectos que influyeron para que a pesar de lo importante de los adelantos logrados por esta especial civilización, no se conozca mucho sobre ella, incluso cuando su evolución se reconoce en más de dos mil años antes de Cristo. Entre sus mayores aportaciones a la humanidad se encuentran: el comercio internacional, la diplomacia, la tinta para teñir telas, la filosofía estoica, los barcos birremos y trirremos, el vidrio, y sobre todas ella, el alfabeto, es por eso principalmente que llamó nuestra atención para incluirlos aquí, pues tal parece por lo que he leído de los fenicios que en vez de eróticos, eran frígidos.
Entre sus hombres de ciencias y letras se encuentran nombres que la historia recoge como griegos, pero en realidad eran fenicios: Tales de Mileto, Filósofo racional; Zenón de Kitión, Pensador que desarrolló la filosofía estoica; Pitágoras, Matemático, filósofo y músico; Apolonio de Tiro, Filósofo estoico…
No obstante a su probada inteligencia, es contrastante que los fenicios fueran el pueblo que más bárbaramente y por más tiempo, sacrificaran vidas humanas a los dioses, en especial niños. El sacrificio se hacía al dios Moloch. Los niños eran colocados en las manos de una estatua de bronce que representaba al dios con cuerpo humano y cabeza de carnero, la criatura se deslizaba de las manos y caía en un horno encendido, el pueblo abajo gritaba y bailaba al ritmo de una música estridente. Un infanticidio que a la larga también contribuyó a la pérdida de esa civilización y a escurecer sus valiosas aportaciones.
Grecia, se baña de todas las aguas del Mediterráneo, el Egeo y el Jónico. Los griegos abrieron sus olas a la más notable cultura de la antigüedad, y fue habitada por helenos y griegos. Los colonizadores ocuparon también las islas del mar Egeo y las costas de Asia Menor, creando Polis o ciudades-estados. Así al conjunto de ciudades helénicas de Grecia asiática: Mileto y Samos; de Europa: Tebas, Delfos y Corintio; y las griegas: Esparta y Atenas, conforman el llamado Mundo griego. Todas ciudades-estados aunque estaban divididas e independientes unas de las otras, gozaban de lazos que las unían: La creencia en los mismos dioses y en el oráculo de Delfos, la misma raza —ario o indoeuropeo— así como la devoción por el arte, la poesía, la música, la belleza, los juegos y sobre todo, la libertad.
En la antigua Grecia el arte resplandeció con bríos como en ninguna civilización. Nos han quedado brillantes obras de la escultura, arquitectura, pintura, artesanía y principalmente literarias. Originalidad, belleza y perfección de contenido y forma, son unas pocas de la variedad de características cualitativas de la literatura Griega. Muchos son sus filósofos e historiadores: Aristóteles, Platón, Herodoto…; los dramaturgos: Esquilo, Sófocles. Eurípides, Aristófanes…; y el más genial de los escritores de la época: Homero, que escribió los dos poemas épicos más trascendentales de la historia antigua: La Ilíada y La Odisea.
La Ilíada tiene su basamento en la relación entre los temas de la muerte y el erotismo. Es un poema que cuenta la guerra entre griegos y troyanos, y las consecuencias de ella para los dos pueblos. La muerte de Héctor y Aquiles cierra la historia. Sin embargo, debemos leer con profundidad hacia la base de la obra y nos daremos cuenta de que el escritor plantea que la guerra de Troya se origina debido al abandono de Helena a su esposo Menelao, precisamente por estar enamorada de Paris, huyendo con él a Troya. Cuando el legendario rey espartano se percata de los cuernos impuestos, estalla en cólera y celos, y se forma el acabose. Así es que no le dé vueltas a la situación ni trate de enmascararla, el erotismo es el causante de la debacle en La Ilíada, y en la mayoría de las situaciones mundanas, y de muchas tienen que ver con la beatitud. Pero hay mucho más sobre el amor y el erotismo involucrado en esta obra: Aquiles, el más valiente de los guerreros troyanos, se había retirado de la guerra, porque Agamenón, el jefe de las tropas, le había quitado a Briseida, una cautiva que le pertenecía. Tetis diosa madre de Aquiles, sedujo a Zeus, el más grande de los dioses, para que los griegos tuvieran un escarmiento, el dios cautivado concedió la victoria a los troyanos. Tampoco para aquí, vuelve el amor a presentarse cuando Aquiles decide al fin pelear, para enfrentarse a Héctor, que había dado muerte a su esclavo y amante Patroclo, a quien lloró desconsoladamente.
Los Dioses son personajes principales dentro de la literatura homérica, protegen y castigan a los humanos, toman decisiones con respecto a sus vidas; pero también discuten, pelean entre ellos, se aman, se conquistan, son lascivos, románticos, y eróticos…

—¡Hera! Allá se puede ir más tarde. Ea, acostémonos y gocemos del amor. Jamás la pasión por una diosa o por una mujer se difundió por mi pecho, ni me avasalló como ahora: nunca he amado así, ni a la esposa de Ixión, que parió a Parítoo, consejero igual a los dioses; ni a Dánae, la de bellos talones, hija de Acrisio, que dio a luz a Perseo, el más ilustre de los hombres, ni a la celebrada hija de Fénix, que fue madre de Minos y de Radamantis, igual a un dios; ni a Semele, ni a Alemena en Tebas, de la que tuve a Heracles, de ánimo valeroso, y de Semele a Dióniso, alegría de los mortales: ni a Deméter, la soberana de hermosas trenzas, ni a la gloriosa Leto, ni a ti misma: con tal ansia te amo en este momento y tan dulce es el deseo que de mí se apodera.
Replicóle dolosamente la venerable Hera:

—¡Terribilísimo Cronión! ¡Qué palabras proferiste! ¡Quieres acostarte y gozar del amor en las cumbres del Ida, donde todo es patente! ¿Qué ocurriría si alguno de los sempiternos dioses nos viese dormidos y lo manifestara a todas las deidades? Yo no volvería a tu palacio al levantarme del lecho; vergonzoso fuera. Mas si lo deseas y a tu corazón es grato, tienes la cámara que tu hijo Hefesto labró cerrando la puerta con sólidas tablas que encajan en el marco. Vamos a acostarnos allí, ya que folgar te place.

“Hera seduce a Zeus”
La Ilíada (fragmentos)

La Odisea por su parte, otro poema épico del griego Homero, fue compuesto por 24 cantos. Es un himno al amor capaz de enfrentar todos los sinsabores y distancias: Ulises (Odiseo) y Penélope, son un matrimonio amantísimo que logran mantenerse unidos a pesar de las tentaciones, gracias a la astucia. Ambos tratan de mantener viva la llama por el otro: Penélope se las arregla con el mítico bordado que hacía por el día y deshacía en la noche, esperando pacientemente la llegada del esposo; y Ulises, tiene un peligroso encuentro con la muerte y las sirenas —exaltación del erotismo, de las que se salva porque estuvo amarrado en el cálido episodio.
Ambos poemas son las más grandes obras épicas de la antigüedad, primeros textos de la épica grecolatina, que es también de la literatura occidental. Se supone que comenzaron a trasmitirse oralmente durante siglos por toda la antigüedad griega. Cuando aparece el alfabeto en el s. IX a.C, ambos fueron unas de las primeras obras transcritas.
Pese a la grandeza de estas dos obras maestras, es la poesía lírica la más emblemática de la literatura antigua en Grecia. Los poetas canónicos son: Alcmán de Esparta (siglo VII a.C.), Safo de Lesbos (650–580 a.C.), Alceo de Mitilene (630-580 a.C), Anacreonte de Jonia (572-485 a.C.), Estesícoro de Hímera (630-550 a.C), Íbico de Rhegium (VI a.C.), Simónides de Ceos (556-468 a.C), Píndaro de Beocia (518-438 a.C.) y Baquílides de Ceos. (¿565 – 430? a.C.) Todos escribieron con tendencia al erotismo, pero fueron tres de ellos, los que se sumergieron en las fuertes corrientes eróticas, y sin ninguna vacilación, se puede afirmar que fue Safo su máxima exponente.
Para la dimensión y trascendencia de Safo, poco se conoce de su vida y obra. Se sabe que vivió toda su vida en Lesbos —pequeña isla griega cercana a la costa de Asia Menor. Sus poemas de tema amoroso favorecieron las murmuraciones y rumores de todo tipo sobre su vida; sin embargo, fueron admitidos con entusiasmo desde su misma época y hasta nuestros días convirtiéndola en una escritora famosa. Safo es la poetisa más traducida y más imitada de la antigüedad clásica. Con un ritmo único creó un metro nuevo, que se ha denominado estrofa sáfica. Sus poemas son apasionados, amorosos, reflejan el amor de forma transparente, sin pompas, haciéndolos muy cercanos al lector, cosa que no sucede con otros poetas latinos y griegos, para los que fue germen inspirador. Veamos la traducción de William Carlos William (considerada la mejor hasta el momento) de su poema “Phainetai Moi Kenos isos theoisin”. Catulo fue el primero en traducirlo y desde entonces ha levantado comentarios por su belleza:

Par de los dioses el hombre que,
frente a frente, se sienta a escuchar
tu dulce voz y tu adorable
carcajada.
Eso es lo que provoca en mi pecho
este tumulto. Con sólo verte
mi voz se quiebra, la lengua
se me anuda.
De inmediato corre por mis miembros
un fuego delicado: Ciegos
están mis ojos y algo ruge
en mis oídos.
Brota el sudor: Un temblor
me hace su presa. Estoy más pálida
que la hierba seca y casi
Muerta.

El otro poeta de esta trilogía es Anacreonte. Nació en Jonia y se le considera el primer poeta de las cortes y los banquetes —en buen español, el poeta de las bacanales. Su poesía muy depurada habla sobre los placeres del amor, que para él era la cúspide de lo sensual, pero tenía en su contra la fugacidad. Es característica en su obra la sencillez y los temas del presente; centra su lírica en el sujeto hablante, todo lo contrario de la poesía épica. Son muy conocidos sus poemas dedicados a los retozos entre él y los jóvenes de quienes se enamoraba: Oh muchacho,/ que tienes una mirada virgen,/ te he estado buscando/ y tú no me haces caso./ Y es que no eres consciente/ de que eres al auriga de mi alma. Anacreonte es el causante de que los rumores acerca de las relaciones que mantenía Safo con sus discípulas, se hicieran de grandes dimensiones, tanto que en la actualidad se conoce a las relaciones homosexuales entre mujeres como safismo y lesbianismo —La lengua queridos lectores, lo mejor y peor de este mundo.
Y para completar el trío, citemos a Íbico, que escribió principalmente poesía erótica dedicada a los jóvenes, por lo que se le creía literatura pederasta; pero al viejo verde nada le sucedió, porque recordemos que en la antigüedad la pederastia no era condenada, ni siquiera criticada; el poeta blandía la máxima: Pecando ante los dioses, honor de los hombres a cambio recibiera (Fedro, 242) Se cuenta que sus poemas eran cantados fundamentalmente por jóvenes hermosos, escogidos para este fin, sobre todo en las competencias de belleza que se realizaban en Lesbos.
El sobresaliente teatro griego, surgido de las fiestas en honor al dios Dionisio —Baco, dios de los viñedos, es otro de los géneros literarios que cobraron gran fama en su época y han trascendido el tiempo, alcanzando su mayor perfección en el siglo V a.C. Por medio de la burla y la exaltación de los sentimientos, las comedias y tragedias, son una fiel muestra del mundo antiguo, pero no faltó tampoco la salpicadura de lo sensual, sexual y erótico. Entre los autores de comedias encontramos al más famoso: Aristófanes (445-386 a.C.) con obras entre las que sobresalen: Lisístrata, Las nubes, Las avispas y Las ranas. De los trágicos los más famosos son el trío de Esquilo (525-456 a.C.) con: La Orestiada, Los siete contra Tebas y Prometeo encadenado entre más de ochenta obras; Sófocles (495-406 a.C.) con: Edipo rey y Electra entre unas cien obras escritas; y Eurípides (480-406 a.C.) con Medea y Táuride, entre más de noventa obras acreditadas.
Lisístrata, es una de las obras eróticas más importante del teatro griego, de la Grecia Clásica. La comedia se desarrolla en la Atenas de 411 a.C… En una guerra entre Atenas y Esparta —Guerra del Peloponeso; las mujeres habían sido abandonadas por sus esposos para ir al frente. Lysistrata, una joven ateniense junto con su amante espartana Lampito, deciden unificar a las mujeres de ambos bandos en una huelga sexual para poner fin a la guerra. Sus maridos necesitados del sexo que les fue negado, se dejan influenciar por Hepatitos, un travesti que lideraba la comunidad gay, y que logra convencerlos para aceptar el acto homosexual, y así saciar sus deseos. La situación que en un principio rechazaron horrorizados, termina por sumergirlos en el gusto por la homosexualidad. Escrita por Aristófanes, dramaturgo conservador griego que vivió en Atenas entre el 444 a.C. y el 385 a.C, logró la cumbre de su carrera y la fama con esta obra. La obra contiene 1320 versos y es una de esa época que aún se conservan. Más allá de su contenido erótico, Lisístrata es un símbolo de conciliación que ha trascendido los tiempos. El Proyecto Lisístrata (Lysistrata Project), fue un acto teatral que se llevó a cabo en el 2003 de manera simultánea en más de 42 países en favor de la paz. Miles de personas participaron en aproximadamente 700 lecturas dramatizadas de la obra, y se realizaron a beneficio de organizaciones sin fines de lucro que brindan ayuda humanitaria y trabajan por la paz mundial.
En la Grecia antigua todo lo referente al amor y la belleza, corre como las aguas que le rodean. Es un cuento de que fueron los hippies los primeros en quitarse la ropa públicamente, los primeros en hacerlo sin pena ni recato fueron los atletas griegos, mancebos de una belleza olímpica, que mostraban todas sus bondades al aire, para regocijo y calentura de los espectadores, bueno, no sólo de los espectadores sino también de los compañeros de competencia y juegos, que imagino esperaban la mínima oportunidad para rozarse lascivos. Se cuenta que el pionero en estas lides de la desnudez fue el corredor Orsipo de Mégara, quien en las Olimpiadas del año 720 a. C. se desprendió de su ropa “por accidente”, buscando ligereza, y sin lugar a dudas llegó primero a la meta, tal vez por la real velocidad de sus pierna o por la estupefacción de los otros participantes. De esta suerte en el siglo VII a. C. quedó instaurada la tradición del desnudo en las carreras. La desnudez se diseminó como una plaga; en las obras de arte, los templos y santuarios, y hasta los mismos cementerios fueron receptores de la hermosura, sobre todo del cuerpo masculino. Cabe recordar que el canon de belleza de la Grecia antigua era el hombre de cuerpo atlético. Aristófanes, en su comedia Nubes, la descripción que hace sobre los efebos, es una crítica contra los maestros retóricos y otros personajes de moda: …el pecho fuerte, la piel brillante, los hombros anchos, la lengua corta, el culo grande, el pene pequeño.
Casi un siglo después fue Praxíteles —escultor clásico del siglo IV a.C., quien primero esculpió el cuerpo de la mujer en un desnudo de tamaño natural: la Afrodita de Cnido, considerada la escultura más famosa en su época. Se cuenta que Praxíteles tenía una amante apodada Friné, famosa por su hermosura, y que precisamente ella le sirvió de modelo para crear la imagen pétrea de la diosa, y otras posteriores. La mujer se jactaba perennemente de su parecido con Afrodita, lo que provocó que fuera acusada de impiedad. Praxíteles pidió al político y orador ateniense Hipérides que representara a su musa amada y así lo hizo, pero al percatarse que le era imposible convencer a los jueces de la inocencia de su defendida, el orador pidió a Friné que se desnudara, arguyendo que realmente la mujer era una copia humana de la diosa y sería un desprecio a la deidad despojar al mundo de tanta belleza. Los jueces al unísono indultaron a la dama. Dejo a la imaginación del lector perspicaz la verdadera causa de tal decisión.
La literatura ha dejado escrita enormes cantidades de obras y anécdotas dedicadas a la desnudez de los tiempos antiguos, lo mismo de los jóvenes mancebos que de las beldades. El gran Plinio el Viejo —escritor, científico y naturalista romano, narra en su Historia Natural, el tema de la agalmatofilia, el tormento de un joven por la Afrodita de Cnido, que después de pasar una noche a su lado se suicida.

El templete donde estaba colocada estaba abierto por todas partes
para que pudiera verse desde cualquier ángulo la efigie de la diosa,
esculpida según se creía, con el favor de ella misma. La admiración
que producía no disminuía desde ningún punto. Dicen unos que se
había enamorado de ella, se escondió durante la noche y la abrazó
fuertemente y la mancha dejada sobre ella fue el inicio de su pasión.

En las obras literarias de la época, podemos tropezar con el afecto más puro e ideal, y con las pasiones más tormentosas, pasando por aberraciones y ejercicios del sadismo, lesbianismo, y uranismo. El Filósofo e historiador Alemán F.K. Forberg, estudioso de la antigüedad grecolatina, escribió el trabajo De figuris veneris, un estudio científico fruto de investigaciones sobre la cultura, la vida, costumbres, y las prácticas sexuales de la antigüedad. Por el libro desfilan una cantidad respetable de autores clásicos, griegos, medievales y renacentistas como: Ovidio, Plauto, Horacio, Virgilio, Plinio, Cicerón, Tácito, Apuleyo, Safo, Aristófanes, Hesiquio, Platón, Juan de Salisbury y Ramusio de Rímini entre otros. Es un compendio del mundo antiguo, la hermenéutica de una sociedad de la que aún queda mucho por descubrir; es sumamente importante, y codiciada entre los investigadores y estudiosos. De figuris veneris en alguna medida es pariente cercano del Kamasutra, provee luz sobre el tema de la erótica posicional, enumera una centena de posiciones eróticas que van desde el mundo antiguo griego y latino, hasta la Edad Media y el Renacimiento, e incluye, gran parte de las prácticas del mundo moderno. Aunque escrita en latín, fue censurada en varias sociedades por el puritanismo, y encerrada tras las puertas de los libros intocables, amén de las escasas y cortas ediciones que se hicieron. Con De figuris veneris aprendí que el acto de pedicar no es otra cosa, que la consumación práctica de la filosofía de las penetraciones anales, y que el verbo irrumer, quiere decir dar el seno y otras partes del cuerpo para succión, o sea, mamar. En este caso, Forberg también remite la actividad al sexo del hombre, y convierte el verbo anterior en sinónimo de felación. Así aparecen el felador y la felatriz, a los que se oponen los cunnilingus, hombres o mujeres que ofrendan a Venus, sacrificios con la lengua; lamedores genitales. Igualmente figuran las frotadoras o tríbadas, que supuestamente poseían un clítoris tan desarrollado que era capaz de sustituir al pene.
Antes de que Roma ocupara como ciudad el primer lugar del mundo antiguo, luego de la época helenística, y de que se creara la Civilización Latina, Italia había sido invadida por mar y por tierra por varios pueblos, los griegos se asentaron en la península Sicilia, y en la parte meridional del país; los galos en la Cisalpina; los itálicos en la Italia Central —a los que pertenecían los latinos; los etruscos se colocaron en Etruria (Toscaza), al norte en el Valle del Po, en Capua en las márgenes del mar Adriático, en la isla de Elba y en parte de Córcega. Después de fundada (supuestamente en 753 a.C.) Roma fue una monarquía etrusca, para 509 a.C. una república, y en el 27 a.C. un imperio. Su cultura se formó justamente con el intercambio, y la transculturación entre diferentes civilizaciones, fundamentalmente las culturas griegas y orientales de Egipto y Mesopotamia. La vía fundamental que permitió su unificación por todo el imperio, y la universalización de la misma, fue la adopción del latín como lengua común.
En la literatura romana se destacan varios escritores con obras que se consideran canónicas, entre ellos, Virgilio (70-19 a.C.) con la trascendental Eneida, y Horacio (65-8 a.C.) con las sátiras y epístolas; también se destacaron Tito Livio (59-17 a.C.) en la Historia, y Ovidio (20-43 a.C.) en la poesía con Las metamorfosis y Ars amandi (El Arte de amar), obra que está conformada por tres cantos, que aconsejan cómo lograr conquistas amorosas. Los dos primeros cantos se dirigen a los hombres, y el último a las mujeres. La obra fue un boom en su época, pero le costó el destierro a su autor, ya que la sociedad pacata romana lo condenó por su osadía.
Dice Ovidio sobre una relación terminada:

No te arregles el cabello porque has de ir a su casa,
ni lleves una toga llamativa por sus pliegos sueltos.
No tengas ninguna preocupación por agradar a una joven ya extraña,
haz ahora que ella sea para ti, una de tantas.

De conmoverte por las lágrimas de las mujeres, ten cuidado:
a llorar enseñaron ellas a sus ojos.
Con artimañas sin número se ataca el corazón de los enamorados,
como piedra batida por doquier por las aguas del mar.
No descubras los motivos del por qué prefieres separarte,
ni digas qué dolor te aqueja —aunque duélete sin parar a escondidas—
ni menciones sus defectos, no sea que los elimine: tú mismo la favorecerás para que
su causa sea mejor que la tuya.
Quién guarda silencio, ese es el fuerte; quién lanza muchos reproches a su amada,
ése le está exigiendo una satisfacción.

Y no compares sólo la belleza, también el carácter y las habilidades:
únicamente que tu amor no sea un obstáculo para tu juicio.

…No vayas a releer las cartas de tu tierna amada:
la relectura de las cartas, conmueve a los ánimos más firmes.
Arrójalas todas —las arrojarás a tu pesar— a las fieras llamas y di:
sea esa la pira funeraria de mi pasión.
Si puedes también retira los retratos de cera,
¿por qué te va a afectar una imagen muda?

Muchas veces perjudican los lugares,
huye de los lugares cómplices de vuestras uniones: suponen mil motivos de dolor.
«aquí estuvo, aquí se acostó, en aquel tálamo dormimos.
Aquí de noche me concedió goces lascivos.»

Con tales avisos se rasca el amor y se abre de nuevo la herida: a los enfermos
el error más pequeño, los perjudica.
Como si tocas con azufre la ceniza casi apagada
se reaviva y de insignificante se produce un gran fuego,
así, si no evitas lo que renueve el amor,
volverá a arder la llama que hace poco no era nada.
El vino dispone el ánimo para Venus, a no ser que tomes tanto,
que se te embote el corazón sepultado con tanto vino puro.

Con Catulo asistimos a la lectura de un poeta diferente, excepcional. Su gran amor es Clodia, a quien llama Lesbia, y en éste amor representa el sentimiento verdadero, tan apasionado como real, sin trabas ni complejos:

Vivamos, Lesbia mía, ¡amémonos!
y démosles el valor de un as
a los rumores de los ancianos severos.
Los soles seguirán muriendo y volviendo a nacer;
pero, una vez que nuestra breve luz se apague,
sólo nos quedará una noche eterna
que habremos de dormir.
Dame mil besos, y después cien,
y después otros mil y otros segundos cien,
y, sin parar, hasta llegar a mil más, y después cien.
Finalmente, cuando nos hayamos dado tantos miles,
los dejaremos en el olvido, para no recordarlos,
y para que nadie sienta envidia
al saber que entre nosotros hubo tantos besos.

La literatura de Catulo nos adentra en la verdadera intimidad del amante, de sus sentimientos más recónditos. Sobre sus versos nos dice Thornton Wilder en su inolvidable libro Los Idus de marzo: No son romanos. Ante estos versos un romano no sabe dónde mirar; un romano se ruboriza. Ni es griego. Algunos poetas antes de ahora nos han hablado de sus sufrimientos, pero sus sufrimientos están ya semicurados por el cantar (…) Este hombre no tiene miedo de reconocer que sufre. Quizá es porque lo comparte en diálogo con su genio. Y es que en el poeta están la modernidad y universalidad que hace falta a otros, pero sobre todo, hay un sentimiento real que hace la poesía más auténtica y desgarradora.
La primera y única novela antigua que ha superado las marcas del tiempo, llegando íntegra hasta nosotros, es la novela latina: La metamorfosis o El asno de oro (Asinus Aureus, en el original) escrita por Lucio Apuleyo (Madaura 123-180 d.C.) en el siglo II d.C. Es una picaresca que narra las peripecias del joven Lucio. Un mercader que es transformado en un asno, debido a trabajos de magia y hechicería, pero no pierde su intelecto. Transita en aventuras por el bajo mundo de Tesalia, descubriendo la vida de bandidos, ladrones, prostitutas, vendedores, sacerdotes etc. Dentro del relato principal, se introducen historias breves, diferentes, con su propio centro y desarrollo, forma impoluta del ejercicio de la novela dentro de la novela. Los relatos poseen elementos satíricos, místicos-religiosos, burlescos, y claro está eróticos:

¿Qué color se puede igualar ni agradar tanto como el lustre natural de los cabellos, que contra el resplandor del Sol relumbra y varía el color en diversas gracias? Ahora, de una parte, resplandece como oro, de la otra de color mellada; ahora parece verde oscuro imitando las plumas y fleco del cuello de las palomas o al cuervo que le luce el color negro. Mayormente, cuando ellas se peinan y hacen la partidura con ungüento arábigo, después de juntar sus cabellos y los trenzan en las espaldas, si las ven sus amadores, míranse en ellas como en un espejo; especialmente si los cabellos, siendo muchos y espesos, están sueltos y tendidos por las espaldas. Finalmente, tanta es la gracia de los cabellos, que aunque una mujer esté vestida de seda y de oro y piedras preciosas, y tenga todo el atavío y joyas que quisiere, si no mostrare sus cabellos, no puede estar bien adornada ni ataviada; pero en mi señora Fotis, no el atavío de su persona, más estando revuelta como estaba, le daba muy mucha gracia. Ella tenía muchos cabellos espesos que le llegaban bajo la cintura con una redecilla de oro, ligados con un nudo cerca del principio. De manera que yo no me pude sufrir más; inclíneme y tómela por cerca del nudo de los cabellos y suavemente la comencé a besar. Ella volvió la cabeza, y mirándome astuta con el rabillo del ojo, me dijo:
—Oye tú, dulce y amargo gusto tomas: pues guárdate, que con mucho sabor de la miel, no ganes continua amargura de hiel.
Yo le dije
—¿Qué es esto, mi bien y mi señora? Aparejado estoy, que por ser recreado solamente con un beso, sufriré que me ases en ese fuego. Y diciendo esto, abracela reciamente y comencela a besar, ya que ella estaba encendida en la igualdad del amor conmigo, ya que yo le conocía que con su boca y lengua olorosa a mi deseo y que también quería ella como yo, le dije
—¡Oh señora mía!, yo me muero, y más cierto puedo decirle que soy muerto, si no has merced de mí.
A esto ella, besándome respondió:
—Está de buen ánimo, que yo te amo tanto como tú a mí; y no se dilatará mucho nuestro placer, que a prima noche yo seré contigo en tu cámara: anda, vete de aquí y apareja, que toda esta noche entiendo pelear contigo.

LA METAMORFOSIS O EL ASNO DE ORO.
Capítulo II (Fragmento)
(Lucio Apuleyo)

La otra novela que se enlaza con la de Apuleyo, es El Satiricón de Cayo Petronio (27-66 d.C.) Otra de las obras de la antigüedad latina, pero que corrió con peor suerte, ya que sufrió la fatalidad del destrozo que produce el tiempo. Se dice que la novela estaba compuesta por veinte libros, pero la realidad es que sólo se conservan los libros XV y XVI, y algunos fragmentos del XIV.
El Satiricón nos resulta interesante por lo complejo de su estructura y trama: Inicia cuando Encolpio, el protagonista —hombre bohemio y libertino, va en busca de su amante Ascilto —joven inmoral e inescrupuloso, y lo encuentra en compañía de Gitón, otro joven con las mismas características por el que ambos pugnan. Finalmente Encolpio huye con Gitón y se enreda en una serie de bretes y aventuras sexuales por varias ciudades del sur de Italia, timando a todos los que les brindan oportunidades. Nuevamente veremos que el tema central se surte de varios episodios menores, que llevan a otra novela dentro de la novela. Así encontramos el relato de “El hombre-lobo” que trata sobre el tema homosexual, y “Las brujas malvadas”, que cuenta como un soldado seduce a una viuda en el mismo velorio de su esposo. Narrada con originalidad, sátira, tono picante y burlesco. Resulta un espejo y censura de la época.

Entró el mariconcillo, tipo el más insulso del mundo y realmente digno de aquella casa, que después de arrancar unos gemidos a unas palmadas descoyuntadas nos soltó una canción de este aire:
—Acá, venid acá ahora, lascivos bujarrones, apretad el paso, venid a la carrera, volad con plantas y con zancos li¬geros, con nalgas ágiles y con manos atrevidas, vosotros, blandos, cascados, voluntarios capones de Delos.
Acabados de cantar sus versos me escupió en la cara un beso nauseabundo; después, vino a sentarse en mi lecho y aún logró desvestirme a viva fuerza, pese a que resistí. Molió lar¬go y tendido, bien que en vano, todas mis partes. Corríanle por la frente empapada en sudor chorretes de ungüento de acacia; en las arrugas de sus mejillas había tanto aparejo de Creta que se creería un muro desportillado padeciendo con las lluvias. […]
Ya Psique había cubierto la cabeza de la niña con el velo bermejo, ya el sodomita marchaba delante con la antorcha, ya las mujeres borrachas se habían puesto en larga fila batiendo palmas, y habían adornado con una colcha el lecho nupcial que se iba a profanar: entonces Cuartila, encandilada por la obscenidad de la broma, se puso también en pie, y cogió a Gitón y lo arrastró hasta el dormitorio.
La verdad es que no había hecho ascos el muchacho, y tam¬poco la niña se había preocupado ni la había asustado la palabra boda. Por eso, en cuanto los dejamos en la cama y cerramos, nos sentamos ante la puerta de la habitación nupcial. En primera fila Cuartila había pegado su ojo curioso por una rendija descaradamente agrandada, y contemplaba con entusiasmo lúbrico los retozos de los muchachitos. A mi también me atrajo acariciándome con su mano a tal espectáculo, y como al mirar a un tiempo se arrimaban nuestras caras, en los momentos en que dejaba de fisgar, fruncía al volverse sus la¬bios, y me castigaba así con besos y más besos como de tapadillo.

EL SATIRICÓN (fragmento)
(Cayo Petronio)

La novela de la Antigüedad Clásica se caracteriza por su indefinición en el género; en ella pueden encontrarse variedad de narraciones: breves, largas, con disímiles temáticas, estructuras y estilos, pluralidad de subgéneros, y la presencia de otros géneros como la poesías. En lo que por lo regular convergen todas, es en utilizar el tema amoroso como centro concéntrico y núcleo fundamental. De ahí su contenido eminentemente erótico, que parte precisamente de la intimidad amorosa individual. Por su parte la literatura erótica romana cuenta en su haber con grandes escritores de comedias como Plauto y Terencio; de sátiras como Horacio y Juvenal y también, con la poesía de Ovidio, Petronio y Marcial.
En lengua inglesa, El libro de Exeter (975 a.C.) se considera el más antiguo en poesía, contiene poemas religiosos y profanos; gran número de ellos eróticos. El libro de Exeter se guarda en la catedral del mismo nombre, bajo el No 3501. En opinión de especialistas, es uno de los cuatro libros, que ha ayudado a conformar el estudio de la antigüedad inglesa.

El hombre fue donde ella se encontraba
quieta en un rincón. Fornido soltero
se aproximó a cierta distancia de ella levantando
sus propias ropas con sus manos y empujó
algo tieso
bajo el corsé de ella, y donde estaba
hizo su voluntad; meneáronse los dos.
El hombre se apuró; su excelente criada
era a veces muy servicial; no obstante, aunque fuerte,
él siempre terminaba agotado por el trabajo
antes que ella.
Y comenzó a aparecer bajo el corsé
lo que los hombres decentes a menudo
aman en su corazón y compran con dinero.
¿Qué es?

Adivinanzas
EL LIBRO DE EXETER
(Inglaterra, S.X.)

 

Ena Columbié (Foto de Axel Stein)

Ena Columbié
(Foto de Axel Stein)

 

ENA COLUMBIÉ (Guantánamo, Cuba). Escritora y artista gráfica. Licenciada en Filología. Ha publicado los poemarios: Ripios y Epigramas (2001), Ripios (2006), Solitar (2012) e Isla (2012). En narrativa: Dos cuentos (1987), la antología Las horas (2011), el cuaderno de crítica literaria El Exégeta (1995), y Luces (Editorial Silueta, 2013). Textos suyos han aparecido en las antologías Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (1989), Epigramas (1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español (2005), La Mujer Rota (2008), y Antología de la poesía cubana del exilio (2011) entre otras. Codirige las editoriales, EntreRíos y AlphaBeta. Dirige el blog de ensayo y crítica de arte y literatura El Exégeta. Reside en Miami.

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Un comentario el “¿Erótico o pornográfico? (Un estudio en busca de los lindes literarios. Parte III)

  1. Carlos Roatgaard
    12/08/2014

    Pareciera que se trata de un estudio que te ha tomado toda la vida, quizas asi sea, pero lo real es que tienes la capacidad de apachurar siglos de historia en un articulo relativamente breve que cuenta con la fuerza misma de todo lo que narra. Gracias Ena una vez mas por informarnos y deleitarnos tanto.

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Esta entrada fue publicada el 02/08/2014 por en Ensayo.
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