Revista Conexos

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Dos preguntas a Elizabeth Mirabal, a propósito del Premio Iberoamericano VERBUM de Novela 2014.

RODOLFO MARTÍNEZ SOTOMAYOR

 

Elizabeth Mirabal

Elizabeth Mirabal

Su prosa es como ella, podría decirse que es una rara avis. Entrelaza la firmeza y la dulzura, mezcla también de profunda inteligencia, suspicacia y candidez. Por uno de esos azares de la vida, recibiría el premio Iberoamericano de narrativa Verbum por una novela basada en la angustiosa y breve vida de la poeta y pintora cubana fallecida en el exilio, Juana Borrero, un año exacto después que me hizo llegar aquella foto desde Cayo Hueso. Recuerdo ese día, después de un agotador viaje para encontrarla, Elizabeth Mirabal estaba junto a la tumba de la poeta; tenía el regocijo de un niño que ha encontrado en la puerta su juguete preferido. He conocido pocas personas que amen tanto la literatura como Elizabeth, al menos en su generación. Aquí está la foto y el correo de ese día, que aunque privado, para decirlo en tono martiano y decimonónico, develarse deben ciertas cartas cuando en ellas solo encierran la virtud.

 

Queridos Eva y Rodolfo:

Apenas llegamos a Cayo Hueso, sin quitarnos el polvo de los largos puentes que enlazan todos esos pequeños islotes, nos dirigimos al cementerio. Y precedidos por nuestra fama de profanadores, en muy poco tiempo descubrí la sencilla tumba de Juana. He escrito un largo ensayo sobre ella y otro sobre su padre, y sentí, sin ningún asomo de misticismo barato, que el haberla hallado fue un regalo que ella me ofrecía. Experimento una alegría calma que aún me dura y que creo que tardará mucho tiempo en extinguirse. Leí su última rima y permanecí un largo rato allí, bajo un sol implacable, que ella, con su amor hacia la nocturnidad, hubiera aborrecido. Comparto con ustedes este momento porque son artífices de él. Sin Rosales y sin Silueta, nunca hubiera llegado hasta ella.

Los quiere,

Elizabeth

 
RMS: ¿Cómo nace la narradora?

EM: Podría ahora someterme a un intenso ejercicio de introspección, un viaje a la semilla. En mi caso, sería muy breve rastrear el ADN de mis deseos por escribir ficción y vacuo relacionar los pocos intentos por hacer un cuento, que es a lo único que me había atrevido. Hasta ahora, mantuve en la mayor discreción mis incursiones en la narrativa, pues es un género por el que siento un profundo respeto. No quiere decir esto que no lo profese por el ensayo. Siempre había pensado que un novelista ha de proponerse construir un mundo, un universo particular que sea casi el único espacio donde sus personajes puedan respirar. Y eso constituía (y constituye) un gran desafío. No es fácil jugar a ser Dios, aun cuando las criaturas sean entes que no nacen de la tierra o de una costilla. Mas volviendo al propósito de la pregunta, creo que la narradora –salvo algún que otro relato y las largas cartas que suelo escribir a los amigos, tanto los que están lejos como los que viven cerca– ve la luz ahora con el Premio Iberoamericano de Novela Verbum que ha recibido La isla de las mujeres tristes.

 

RMS: ¿Qué representa este premio?

EM: Es complicado contestar sin repetir lo que los premiados suelen decir. Pero un premio siempre supone una puerta que se abre. Me hubiese costado trabajo lograr publicar este libro, y lo que más feliz me hace, es que sé que dentro de poco él existirá, con todos los atributos que lo hacen un objeto hermoso en sí mismo. Y esa posibilidad se debe al fallo de un prestigioso jurado. Con esta oportunidad a favor de las mujeres tristes, se abre para mí un ancho meandro hacia la literatura y el sacerdocio que ella supone. Espero poder continuar navegando por esas aguas.

 
 

Elizabeth Mirabal (Foto de E. M. V.)

Elizabeth Mirabal
(Foto de E. M. V.)

ELIZABETH MIRABAL (1986) coautora de Sobre los pasos del cronista. El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965 (Premio Enrique José Varona UNEAC 2009 y Premio de la Crítica Literaria Cubana 2011), la selección de entrevistas Tiempo de escuchar (Editorial Oriente, 2011), Los pintores escriben (Ediciones Boloña-Fundación Alejo Carpentier, 2012) y Hablar de Guillermo Rosales (Editorial Silueta, 2013). Ha merecido en el género de prensa escrita los premios nacionales de periodismo cultural Monchy Font 2006 de la UNEAC y Rubén Martínez Villena 2006 y 2008 de la Asociación Hermanos Saíz.

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Esta entrada fue publicada el 07/09/2014 por en Entrevistas.