Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

El reloj misterioso

CARLOS VICTORIA

 

En mi casa hay un reloj misterioso. Tiene una sola manecilla, la de los minutos. La otra se desprendió, o quizás la desprendieron. Es un viejo reloj sin cristal.
  Este reloj no es un símbolo. Es un pobre y feo reloj que echa a andar cuando le parece, y cuando le parece se detiene. Mi padre lo conserva por apego a las cosas, como en otra época conservaba todo por apego a las personas. Pero las personas pasaron y las cosas quedaron, y este reloj quedó. Suena de improviso y asusta. Su timbre es agudo y chirriante, y tiene algo que recuerda el grito de un animal. No me gusta escucharlo, pero hay muchas cosas que no me gusta escuchar y sin embargo llego incluso a prestarles atención, como si se tratara de buena música. A esto llevan la educación y la cobardía. Y también la pereza y el exceso de resignación.
  El reloj se encuentra en la cocina. La cocina es pequeña y el reloj desentona.
  Hace dos años, luego de una larga crisis, mi madre fue recluida en un hospital para enfermedades mentales y nerviosas. Mi madre es una persona perjudicada por su orgullo. Su historia es tan sencilla que uno se sorprende al pensar en ella. Es una historia sencilla e irremediable, como casi todas las cosas verdaderas.
  Cuando mi madre ingresó, permanecí unos dos meses solo en la casa. De noche sentía miedo, algunas veces. Sueño cosas desagradables y despierto sin saber dónde estoy, y otras veces creo que estoy despierto pero en realidad no es así, y la paso bastante mal. Una noche me busqué una compañía. Pasamos un buen rato juntos y luego se fue. Tenía que llegar a casa antes que amaneciera, o al menos, eso me dijo. Por suerte puedo decir que desde hace ya tiempo me cuesta trabajo amar –para ceñirme al verbo usual– a esas «compañías» que encuentro. Amé mucho durante varios años, amé demasiado, y ahora soy ese clásico tipo con aire pensativo que se da tragos cada vez que puede, y nada más. En fin, esa noche me quedé solo, y pensé que quizás me había enamorado, pues me dolió la despedida, pero al poco rato me quedé dormido.
  Me despertó el timbre agudo del reloj de la cocina. Me levanté para hacerlo callar, pues es un sonido desesperante. En la mesa estaban sentados mi abuelo y mi padre, sirviéndose una sopa humeante. Comprendí que se trataba de una pesadilla, y quise despertarme.
  Mi abuelo se volvió hacia mí y se dijo:
  –Toma un poco de agua.
  –Tengo primero que romper ese reloj, papá –le dije. (Siempre le dije «papá» a mi abuelo materno, incluyendo el día en que me lo encontré desangrado. Corrí hacia donde estaba mi tía y le dije: «¡Papá se mató!»
En cuanto a mi padre, ni siquiera levantó la cabeza, pero recuerdo que su mano era pequeña, tan pequeña que apenas abarcaba el extremo de la cuchara. Los dos tomaban ruidosamente la sopa.
  –Echa el reloj en la sopa, dijo mi padre sin levantar la cabeza. Sus cabellos estaban despeinados.
  En ese instante desperté de veras. En efecto, el reloj sonaba, pero enmudeció casi de inmediato. Sentí un terror indescriptible, y simultáneamente tocaron a la puerta. Era todavía noche cerrada.
  Pregunté con una voz casi inaudible quién era, y la respuesta me alivió. Era mi acompañante, que había decidido regresar. Estuvimos despiertos hasta el amanecer.
  Mi madre salió del hospital algunos días más tarde, y al llegar a la casa se sentó en la sala, en medio de un silencio penoso y elocuente.
  Mi casa es pequeña y está rodeada de árboles. No puede decirse que es bonita. Fue hecha rápidamente, sin cuidado. Al morir mi abuela, mi abuelo quiso vivir separado de mi madre, y la casa se terminó en poco más de una semana. El viejo tenía prisa. Quizás, a los setenta y cinco años de edad, soñaba con casarse de nuevo. Comenzar por sí mismo una nueva vida. Y en fin de cuentas, ¿por qué no iba a intentarlo? Todos podemos volver a empezar.

 

Camagüey, diciembre de 1978
[Texto inédito]

Carlos Victoria (Foto de Eva M. Vergara)

Carlos Victoria
(Foto de Eva M. Vergara)

Carlos Victoria (Camagüey, Cuba, 1950-EE.UU., 2007). Publicó los libros de relatos Las sombras en la playa (Miami, 1992), El resbaloso y otros cuentos (Miami, 1997), El salón del ciego (Miami, 2004) y las novelas Puente en la oscuridad (Premio Letras de Oro, 1993), La travesía secreta (Miami, 1994) y La ruta del mago (Miami, 1997). La traversée secrete (París, 2001) fue seleccionada como la mejor novela del mes de noviembre del 2001 por el Jurado del Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia. A Bridge in Darkness, (Los Ángeles, 2005).

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Un comentario el “El reloj misterioso

  1. Juan Carlos Valls
    03/11/2014

    Me gusta mucho este cuento, hay en él un modo de resumirlo todo que a la vez es sumamente explícito. Puedo ver con tanta claridad lo que no cuenta la historia que me deja el sabor de también haberlo leido.

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Esta entrada fue publicada el 02/11/2014 por en Narrativa.
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