El álbum
Ana hojea el álbum atestado de fotos de toda una vida. Su nacimiento a finales del siglo anterior, la primera comunión, el casamiento, la llegada de los hijos y de los nietos, las vacaciones en el campo, las pérdidas de todo tipo. Lo ha abierto en la última página buscando un pequeño espacio para colocar la fotografía que le han regalado los hijos por el cumpleaños: sentada en el jardín familiar, rodeada por todos, parece feliz porque ha cumplido los noventa y ha podido conocer a su quinto biznieto. Pero ni en la última página ni en las anteriores ha encontrado el pequeño espacio que buscaba, por lo que ha visto en ese fracaso nimio una señal definitiva de que ya todo ha terminado para ella, porque una foto así no está hecha para los finales de su álbum de toda una vida sino para la página inicial de otro nuevo del que jamás conocerá la foto final.
El buzo
Todos piensan que solo busco en la basura para darles de comer a los cerdos o que estoy loco y me deleito con un mendrugo de pan enmohecido y un trozo de carne infecta. Pero es que mi trabajo nadie lo retribuye ni lo aprecia en su definición mayor y me miran con desprecio, escupen al piso cuando paso y escriben quejas a los periódicos pidiendo a las autoridades que me desaparezcan a palos o con leyes, como sea. Y yo no soy un simple buzo. Solo soy el que busca donde debe buscar, porque allí en el fondo de los basurales, bajo las moscas y la podredumbre, alguien alguna vez ocultó esas respuestas que todos reclaman ahora con desesperación para salvarse.
Para acabar con el mito de la censura había que publicarlo todo, esa era la orden. De modo que hasta una mancha de moho en la pared, que aunque muy lejanamente insinuara una forma abecedaria, era susceptible de ser publicada. Y fueron a la imprenta desde boletos de trenes con un simple número telefónico apuntado al dorso hasta las marcas de las patas de los pájaros en la nieve. Y se atestaron las bibliotecas, librerías y estanquillos con los volúmenes de impresos que el oficio o el azar tributaban por decreto. Pero bajo la fiebre de tanta poligrafía se olvidaron de publicar lo que todos esperaban: la lista oficial de los censores.
Ernesto Pérez Chang
(Foto cortesía del autor)
Ernesto Pérez Chang (La Habana, 1971). Narrador y editor. Licenciado en Letras por la Universidad de la Habana. Su obra ha sido reconocida con los premios David, 1999; La Gaceta de Cuba, 1998 y 2008; Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, 2002, Nacional de la Crítica, 2007, y Alejo Carpentier, 2011, entre otros. Sus cuentos se han incluido en numerosas antologías y revistas y han sido traducidos al inglés, portugués, francés, alemán, ruso y chino. Ha publicado los libros de relatos Últimas fotos de mamá desnuda (2000), Los fantasmas de Sade (2003), Historias de Seda (2003), Variaciones para ágrafos (2007) y El arte de morir a solas (2011). Es autor, además, de la novela Tus ojos ante la nada están.
Gracias a Conexos por Ernesto Pérez Chang.