Revista Conexos

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Capítulo III de la novela El beso de Susana Bustamante

GUMERSINDO PACHECO

Capítulo III. Un juramento sin valor de Alfar

José tomó la cuchilla de afeitar en su mano derecha y deslizó el filo por su brazo, casi a la altura del codo. De momento no ocurrió nada, pero casi enseguida, un hilito de sangre comenzó a asomarse primero, y luego a escurrirse lentamente.
  —Te toca a ti ahora— dijo, pasándole la cuchilla al Abuelo.
  El Abuelo la apretó entre sus dedos y la acercó a su antebrazo. Un sudor corría por su frente, y la pequeña hoja en su mano, temblaba.
  —¿Tienes miedo?
  —No, es un mareo. A mí me da mareos la sangre.
  —¿Y cómo vas a hacer en medio de un combate? —dijo Rafa.
  —Es distinto, con la sangre caliente es otra cosa.
  José le arrebató la cuchilla.
  —A ver, mira para allá.
  El Abuelo cambió la vista y, como un relámpago, José deslizó el filo por su brazo. La sangre comenzó a salir a toda prisa.
  —Cortaste más de la cuenta— se quejó El Abuelo, llevándose la herida hasta la boca.
  José le dio la cuchilla a Rafa que acto seguido imitó la operación, pasándola después a Chencho, y luego Chencho a Cuatrojos, que enseguida empezó a protestar. No entendía por qué era necesaria tanta sangre para hacer un simple juramento.
  —Porque sí, Cuatrojos, los juramentos son así.
  —¿Y si decimos palabra de hombre, no estamos jurando también?
  —La palabra de hombre solo tiene valor de alfar.
  —¡Valor de alfar!
  —Sí, valor de alfar. Únicamente sirve para asuntos de rutina, como prometer un dinero, pagar una deuda y esas cosas; pero cuando se trata de dar la vida uno por el otro, el juramento debe ser así, con sangre.
  Me pasaron a mí la cuchilla y me hice el corte, sin protestar, ni poner cara de infeliz.
  Acto seguido unimos los brazos, y José iba embarrando su dedo con la sangre de todos.
  —De ahora en adelante, tienen que obedecerme en todo lo que diga —se volvió a Chencho y al Abuelo—. Y ustedes pueden ir botando ya esas chivichanas. Esa época pasó. Nada de chivichanas ni patines ni demás boberías de chamacos. Ahora deben ser leales a mí, que en lo adelante me llamaré El Jefe.
  —Sí, Jefe— dijo El Abuelo.
  —Así es. Entonces voy a nombrar un segundo al mando, que viene siendo el subjefe. Ese cargo es para Rafa. Levanta la mano.
  Rafa levantó su mano.
  —Esa no, imbécil, la mano donde está la sangre.
  Rafa cambió de mano.
  José subió la suya junto a la de Rafa.
  —¡Vivan Los Halcones! —dijo El Abuelo.
  —¡Vivan!
  —¿Y para qué hace falta un surjefe?
  —¡Subjefe, Chencho, no surjefe. Muy simple. Si en un combate o emboscada, o en cualquier asalto a un convoy, el jefe pierde la vida, automáticamente el subjefe ocupa su cargo y designa un segundo en la primera reunión. Casi siempre que muere el jefe, no pasan ni dos días cuando asesinan al subjefe.
  —Yo no quiero ser subjefe —dijo El Abuelo.
  —¡Silencio! —José sacó un papel de su bolsillo y lo abrió—. Voy a darle lectura al juramento, cada vez que yo pare, ustedes dicen: juramos, ¿entendieron?
  Todos asentimos y José comenzó a leer:
  —La Centella, la pandilla más temible del mundo…
  —Juramos.
  —¿Somos La Centella o somos Los Halcones? —preguntó Cuatrojos.
  —Nada de halcones. La Centella es lo más temible que existe.
  —¡La Centella!—dijo El Abuelo.
  —Sí, es una cosa horrible de verdad. En una tormenta espantosa, por ejemplo, donde caen miles y miles de truenos, a veces cae una sola centella.
  —¿Y qué es una centella? —preguntó El Abuelo.
  —Es como mil truenos a la vez. Si le cae encima a un barco enemigo, lo quema por completo aunque esté en medio del océano —José alzó la hoja—. La Centella, la pandilla más temible de mundo…
  —Juramos.
  —¿Y si cae en un río, Jefe?
  —¿En un río…? Igual, lo seca, lo quema de una punta a la otra, pero cállense ya, y no me interrumpan. La Centella, la pandilla más temible del mundo…
  —Juramos.
  —¿Y si cae en un lago?
  —En un lago es distinto, solo seca la mitad. Hacen falta dos centallas para quemarlo totalmente.
  José volvió la vista a la hoja:
  —La Centella, la pandilla más temible del mundo.
  —Juramos.
  —Derrotar a nuestros enemigos sean de donde sean y vengan de donde vengan.
  —Juramos.
  —Vengarnos de los secuestros, torturas, y atropellos cometidos contra cualquiera de nosotros.
  —Juramos.
  —Eliminar al resto de las pandillas, para que toda la población tiemble de miedo ante nosotros, incluyendo los maestros y la propia policía, dos puntos.
  —Juramos.
  —Obedecer a cabalidad las órdenes de El Jefe.
  José puso la hoja en el suelo.
  —Graben aquí sus huellas digitales.
  Pusimos las huellas.
  —Perfecto. Solo nos falta conseguir la fosa para enterrar al desgraciado ése de Niceto.

 

Gumersindo Pacheco (Foto de Eva M. Vergara)

Gumersindo Pacheco
(Foto de Eva M. Vergara)

Gumersindo Pacheco nació en Cabaiguán, Cuba, en 1956. Ha publicado, entre otros libros: Oficio de Hormigas (cuentos, 1990) Premio Abril; y las novelas Esos Muchachos, María Virginia está de Vacaciones (premio latinoamericano Casa de las Américas, el premio anual La Rosa Blanca, y el Premio de la Crítica, 1994), así como Maria Virginia mi amor o Maria Virgina y yo en la Luna de Valencia finalista del Premio Norma Fundalectura); y Las raíces del tamarindo, finalista del Premio EDEBÉ, y publicada por dicha editorial en Barcelona. En el 2003 la Plaza Mayor, de Puerto Rico reeditó su novela María Virginia está de vacaciones. Cuentos suyos han aparecido en las antologías Cuentos de la Remota Novedad, Los muchachos se divierten, Diana, Fábulas de ángeles, Antología del cuento espirituano, Punto de Partida. Algunos de sus textos han sido publicados en México, Rusia, Venezuela, Argentina y España. Actualmente reside en Miami, Estados Unidos.

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2 comentarios el “Capítulo III de la novela El beso de Susana Bustamante

  1. Francis Sánchez
    28/05/2015

    Eres lo más grande que existe en lit. INFANTOJUVENIL, hermano, nadie me hace divertirme tanto leyendo.
    francis sanchez

  2. sindo
    06/06/2015

    Vamos, hermano Francis, que no hay que exagerar. Muchas gracias.

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 23/05/2015 por en Narrativa.
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