Tablas podridas
Toco en el bar
donde beben los tristes
que sin paraguas,
ante los sortilegios,
los cercena el alcohol.
Endeudados
por tantas pesadillas,
pueden minar
toda la prosa
con un leve sollozo.
Tablas podridas
hubo bajo sus huesos,
luego volcán
y ciegos alacranes
y al final la derrota.
Toco en el bar
y alguno de ellos canta
y se encadena
en un hondo velorio,
que a todos hipnotiza.
Desfiladeros
Tantas murallas,
tantos desfiladeros,
miles de insomnios
y mudas callejuelas
para acabar desnudo.
Amargo late,
desde esa desnudez,
este instrumento
en cuyas cicatrices
se devela un umbral.
Transmigrarían
por ese umbral saetas
hacia el exilio
de un tatuado rencor,
donde enjaulado sueño.
¿En cuál tonada
torcería el sepulcro
las osamentas
con los torpes quejidos,
que engarza esta vorágine?
En los tejados
Madrugo hoy
tocando en los tejados,
los gatos vienen
a maullar su tristeza
mientras se va la luna.
En lila ascienden
–con siluetas de humo–
al rascacielos
todas las serenatas
con que me amordazaron.
Ahora diluvia,
catorce agujas de agua
zurcen el muelle,
van lamiendo las notas,
siegan mis estandartes.
Silba el diluvio
arrasando laureles.
Contra su lengua
punzo esta sinfonía
y lento me reescribo.
Deudas oxidadas
Con un aullido
se desgarran milenios,
la inexistencia
que entre mis semejantes
nombran identidad.
Al otear
los inmensos ayeres,
sus equinoccios,
suben al corazón
tres deudas oxidadas.
Lamentaré,
asilado en la náusea,
que ya no ladren
las penas tan suicidas
por donde erró mi arpegio.
Desde las tumbas,
tocaré para todos:
a los que amé
y a quienes me atacaron,
juntos en la ceniza.
Aspas
Ese molino
–en el ojo del llano–
tal vez no roce
las parvadas que emigran
en pos de algún consuelo.
Muy fantasmal,
ardido de intemperie,
entre sus claves
ha escuchado cien lunas
y ninguna esperanza.
Aunque sus aspas
dibujen la armonía
y dura vean
a su faz contra el humo,
lo sostienen las penas.
Soy como él,
pero sé disfrazar
el pentagrama.
Me creen un girasol,
pero giro en penumbras.
Despojos
Nunca será
tarde para ascender
al unicornio,
la fecha es como un cerco,
el cerco es mi agonía.
Con pocos sueños
y contados altares,
menos penosa
nos lamen la batalla
y la ansiedad ajenas.
No eternamente
gemiré en este sótano,
algún diamante
destronará la reja
sin un solo zarpazo.
Un saxofón
no testimoniaría
ninguna épica,
pero sí los despojos
de lo que pude ser.
Efigies
Por aquel barrio
tan sólo cruzan hoy
lentas efigies
mientras el hierbazal
aceituna sus gritos.
Amurallados,
no sedujimos nunca
las escaleras,
y algo nos hermanaba
en el luto y la euforia.
Algún ladrido
y aguardiente barato
ennoblecían
(con su aro marginal)
nuestra desesperanza.
¿Adónde han ido
anudando eslabones?
¿En cuál hachazo
respiran transparentes
sobre metales muertos?
Tocaré
Yo tocaré
también en los nogales,
donde se cuelgan
zapatos como frutas,
frutos como palomas.
Se aleja el tren
cargado de añoranzas
y en cada historia
van algunos secretos
de mi fiel saxofón.
Donde mi calle
se infiltra en la marea,
las luces trazan
un extraño sendero
y hago un jazz para ti.
Suena en la radio
un concierto frutal,
huele a guayabas
y una canoa de azúcar
entra en mi corazón.
Cuando embista el otoño
¿Dónde estará
el muchacho que fui,
tan desterrado
del más infiel espejo
que sin piedad me acosa?
Lo extrañaré
cuando embista el otoño
y ola tras ola
(como un solo eslabón)
me amarre un gran silencio.
Regresaría
a resarcir su fuego,
su tajamar
que (errado o no)
aullaba un horizonte.
No volverá,
ya se extingue esa furia,
ausente escapa
y su constelación
me ignora en esta herrumbre.
Agustín Labrada Aguilera
(Foto cortesía del autor)
Agustín Labrada Aguilera (Holguín, Cuba, 1964). Autor de los poemarios La soledad se hizo relámpago, Viajero del asombro y La vasta lejanía; la antología de poesía amorosa cubana Jugando a juegos prohibidos; los libros de periodismo cultural Palabra de la frontera, Más se perdió en la guerra, Un paseo por el Paraíso, Seis caminos y Ellas están de paso; y el haz de ensayos críticos Teje sus voces la memoria. Ha obtenido premios de periodismo y ensayo en México (país donde reside desde 1992). En 2013 resultó finalista en el Premio Internacional de Novela Herralde, de la editorial española Anagrama; y fue nombrado escritor internacional del Festival del Libro Hispano de Houston (Estados Unidos). En 2015, con su poemario Saxofoneando, obtuvo el Premio Internacional de Poesía de la Municipalidad de Arena, en Perú. Ha ofrecido lecturas de su obra en Cuba, México, Nicaragua, Bulgaria, España, Uruguay, Panamá, Estados Unidos y Francia; y poemas suyos aparecen en más de cincuenta antologías publicadas en Europa, América Latina y Estados Unidos; así como en los discos Un lugar para la poesía, Guerra y literatura del siglo XX, Los ángeles también cantan y Milonga para Isa.