Noche interior
A veces,
sin ninguna razón aparente,
me acorrala la oscuridad.
De imprevisto explotan los bombillos,
se corta el cable del teléfono,
se cierran las persianas y pierdo la llave.
Vacilante, camino temblorosa y sin rumbo
por las entrañas de mi interior.
Asustada, doy un paso, luego dos.
Oigo las vértebras de este monstruo dormido
donde lo conocido se volvió amenaza.
Mis queridos objetos perdidos
en el negro agujero de la confusión.
El borde de la cama,
ahora una afilada punta de flecha.
La pata de la mesa transformada
en cuello de animal salvaje.
Tambaleante, me aferro
a las riendas de la baranda y el precipicio.
Y permanezco con el corazón alerta
y los brazos extendidos
como alas de un pájaro embalsamado.
En días así, soy solo tiempo.
El peso de lo intangible
Les juro que antes yo era de roca.
Las turbulencias en los aviones me daban risa.
No les temía a los maleantes
(podía perseguirlos, insultarlos, escupirles).
No pensaba en desgracias, en seguros de vida, en coberturas médicas.
No me asustaban los resultados de laboratorio.
Ahora, en cambio me aterran los estornudos
las toses me dejan pálida.
Tiemblo apenas el cielo se pone un poquito oscuro.
Contrataría a un brujo a tiempo completo
para que me dijera si va a refrescar.
Tener un hijo lo cambió todo.
Tristeza
“…El mar se mide por olas
Vaho de la noche, aguacero sin refugio.
Humedad de huesos y ropa maloliente.
Velo de novia plantada en el altar.
¡Cuánta agua ensañada conmigo!
¡Cuánto tiempo para escurrir los días!
Intento en vano rescates ilusorios.
Sin embargo, todo se pierde en ésta,
mi morada de papel.
Quedan los charcos, la hediondez del lodo,
el pequeño apocalipsis íntimo.
Del deseo de la fecundidad
Hace años una perra
–Pamela–
caminaba por el patio
barriendo el piso con las tetas.
Recuerdo mi burla
ante el diagnóstico de Fritz:
“Un embarazo imaginario”.
La pobre alistaba sus trapos sucios,
daba vueltas como una parturienta
esperando por fin el momento
de ver a sus cachorros.
¡Qué absurdos me parecían
aquellos síntomas!
¡Un sinsentido de la naturaleza!
Esa perra y su preñez ficticia.
Hoy la recuerdo nuevamente
tirada panza arriba para dar de mamar,
y quisiera volver el tiempo
para recostar
mi cabeza sobre su pecho
y escuchar –yo también–
esos latidos.
De la locura del amor
Sé que puede
parecer una insanidad,
pero se puede:
Amar el vacío,
la concavidad
y los huecos.
Amar los pliegues,
las hendijas,
el silencio.
Amar la nada.
Se puede.
Pero es agotador.
Se convierte uno
en el espacio invisible
de las horas.
En cortina descorrida
por el viento.
En objeto empolvado.
En telaraña.
Amar así
es dejar de amar.
O es amar
a destiempo.
Es perder
la alegría y la ropa.
Es dejar al desnudo
la impotencia.
Carla Pravisani
(Foto de Daniel Mordzinsky)
Carla Pravisani (Argentina/Costa Rica, 1976) Escritora y consultora en estrategia y creatividad. Publicó los libros de cuentos Y el último apagó la luz (Perro Azul, 2004 / Germinal, 2013) y La piel no miente (Premio Nacional Aquileo Echeverría 2012, Uruk 2012), los poemarios Apocalipsis Íntimo (Mención de Honor Luis Cardoza y Aragón 2010, Perro Azul 2010 / Germinal, 2012) y Patria de Carne (Casa de Poesía, 2015). Algunos de sus cuentos se incluyeron Un espejo roto. Antología del nuevo cuento de Centroamérica y República Dominicana (Centroamérica: GEICA, 2014) / Zwischen Süd und Nord. Neue Erzähler aus Mittelamerika (Entre Sur y Norte. Nuevos narradores de Centroamérica) (Zürich: Unionsverlag, 2014), Una región de historias. Panorama del cuento centroamericano (Ed. La Pereza, 2014), Pasajeros en Arcadia (Ed. Belgrano, 2000) Poetas y Narradores del 2010 (Instituto de la Cultura Peruana en Miami) y 12 relatos centroamericanos (Editorial Catafixia, 2010). Algunos de sus poemas se tradujeron al italiano, al maltés, al ucraniano y al serbio. Realizó el Master en Creación Literaria (Universidad Pompeu Fabra), y el posgrado en Literatura Digital (IL3 / Universidad de Barcelona).