27 de abril
Había vuelto a la provisionalidad y al desajuste. Yo, en la casa de Marta D.; Marta D.; no sé dónde pero aquí, y, momentáneamente, en la que era mi casa. Casa destartalada. No por envejecimiento o mal uso, ninguna desidia. Rota y deshecha por naturaleza. Los postigos abiertos, las ventanas abiertas, puertas de par en par… ¿Abiertas o amarradas? Trincadas.
Ni cortos ni perezosos, los muchos hijos atosigantes de Marta D. abejean sometiendo a una revisión minuciosa cada metro cuadrado de suelo y cada mancha de la pared. No bastándoles, raspan acuciosos con las uñas, hincan los sitios donde la cal se abofa. Porque descascarando, piensan, algo se ha de encontrar.
Marta D. reposa, mira y habla como si nada. Leo en su pensamiento que está allí porque derecho tiene y, por si fuera poco, también razones. Leo en su pensamiento y, como ella, reposo, miro y hablo como si nada.
Pero he aquí que adentro sobreviene el horror. Horror en el recuerdo. Ya lo he dicho: los postigos abiertos, las ventanas abiertas, las puertas interiores, en lugar de atrancadas, rotas, de par en par… Y el hombre (familiar o no, conocido o no de Marta D. o de alguien de su familia, joven o viejo, sin rostro…) entra, estaba allí, todavía parece estar allí, dueño él, dispuesto a apropiarse de los anillos de oro que por descuido o exceso de confianza dejé hace un instante en la última habitación.
¿Cuántas veces voy a decirlo?: los postigos abiertos, las ventanas, las puertas interiores de par en par… El hombre ha accedido a la pieza, lo veo inclinarse, veo la intención, agarra los anillos uno a uno, observa, sopla, fricciona, volvería a soplar… y de un tirón se los arranco, sin una palabra, así, violenta, lo hago rodar, furiosa, veo el cuerpo caer y caer, sin fondo, desangrándose…
Yo, un dechado de virtud, el corazón de una paloma.
Banco Rosa (Boceto)
a mi amigo Arrufat en sus 75 años
…Ahora
no sólo alas
sino todo un ropaje singular
y maquillaje digno de Salón.
Es domingo. Las que obran
son prestas manos de mujer.
Hay su consentimiento. Incluso
en disposición:
¿Sir Anton?
¿Lord Anton?
¿Monsieur Anton?
¡Flash!! ¡Flash! ¡Flash!
La duración de la imagen, su proyección, breve y accidentada.
Se acompaña con flas cada nombramiento. En ausencia de uno de los nombramientos se deja de disparar un flash.
El punto de origen de cada flash, en las cuatro direcciones. De manera que el torso iluminado fuera también así crucificado por la luz y, por consiguiente, virtualmente borrado. Pero sólo un instante.
Discreta (connotada) mansión en el Bulevar del Trocadero.
El familiar: un armadillo. Muerto ya su oído, muerta su visión.
Pero también la esposa desde, diría él, hace tanto tanto tiempo… como el armadillo.
Arbolado el Bulevar del Trocadero. Olorísimas magnolias, grandísimas acacias cuyo perenne es oportunamente aprovechado por aquellos que ya no tienen lágrimas.
Cortesía de Sir Anton con esa vecindad que tanto lo ha sabido aplaudir.
Terrenos aledaños al bulevar son siembra fértil de magníficos y variados frutales, bosque del que se sirve día a día su distinguida mesa, mejor entre mejores: guanábana, anón de ojo, anones de manteca, muy dulces marañones y bizcochuelos y, no habrían de faltar higueras y datileras, dotadas de cuidados especiales por jóvenes mentores venidos del lejano Marruecos.
Un ARTEFACTO de lujo instalado sobre sillón moaré, cuya atención y cuidados especiales, tarea de la esposa, vigilará Sir Anton una vez por semana, siempre en domingo.
El sillón al centro de la Sala Mayor. Y en esta sala cortinajes rosa cubriendo las ventanas, espejos (marco rosa) situados de tal forma que reproduzcan el tesoro ene veces.
Nombre del artefacto: Banco Rosa (a todas luces una condescendencia con la vulgaridad que el tiempo impone).
Ni nombre-signo ni bella forma ni detalles especiales.
Un punto circular le servirá de alarma.
valor, del todo inconmensurable, pero se torna Ley el desconocimiento absoluto de uso o destinación.
¡Ah! Sir Anton, de perfil, irradiaba…
Cobraba una belleza única, sensacional. Irradiar…no es manera trivial de describirlo, no es un lugar común.
Visto así, quizás en un balcón, su perfil despedía o atraía hacia sí luces, destellos, caprichosas y bellas figuras luminosas. Y donde verdaderamente más luz tenía era en nuestra mirada entusiasta, llena de serena y suave admiración.
Es domingo. Manos
afanosas, de mujer
consiguen la perfección de un ala
y su doble. Consiguen
por igual
que aquel rostro deslumbre.
El Bulevar del Trocadero, engalanado. Grandes hojas de palma acarreadas por esos listos (púberes) marroquíes. Despiden las magnolias su olor, las acacias su llanto. Sir Anton extenderá la diestra, indicará el instante…
Esta vez añade él el ENTUSIASMO.
Ríe. Una cascada
de luz
(lo nunca
acontecido)
brota.
Clama la multitud.
El añorado día extiende ya
su paso. El secreto
del Banco Rosa ha de ser develado.
Pesa la expectación más que la regia túnica, más
que la lluvia que el cielo anuncia
y
ya
empieza
a
desplomar…
Sir Anton
¡flash!
Lord Anton
¡flash!
Monsieur Anton
¡flash!
Vuelve a la ausencia un franco TIRADOR.
Soleida Ríos
(Foto cortesía de la autora)
Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950. Ha publicado entre otros: El libro roto (Ediciones Unión, 1994/Editorial La Palma, Madrid, 2002); Libro cero (Editorial Letras Cubanas, 1999); El texto Sucio (Ediciones Unión, 1999); El libro de los sueños (Editorial Letras Cubanas, 1999); Fuga: una antología personal (Ediciones Unión, 2004); Secadero (Ediciones Unión, 2009); Escritos al revés (Editorial Letras Cubanas, 2009) (Premio Nacional de la Crítica Literaria); Aquí pongamos un silencio (antología breve) (Ediciones San Librario, Colombia, 2010); Antes del Mediodía. Memoria del sueño (Ediciones Unión, 2011). Publicó además: Poesía infiel, selección de poetas cubanas (Editorial Abril, 1989); y El retrato ovalado (libro experimental, con 30 autoras) (Editorial Thesaurus, Brasilia, 2012). Tiene en proceso editorial A wa nilé, poemas recientes. Algunas de sus obras aparecen en numerosas antologías y revistas editadas en Cuba y otros países y han sido traducidas al inglés, italiano, francés y portugués.