Exilio madrileño
Me mudo a una pensión con jardín.
La habitación es un evento:
Hay dos camas,
dos escritorios viejos,
una lámpara muy usada plegadiza,
un diario amarillo de noviembre del año pasado,
y una gotera de dimensiones pantagruélicas que lo roe todo
y le arranca márgenes inverosímiles a la pintura del techo…
Hay figuras formadas de seres humanos…
De niños en fondos inmóviles y oscuros,
de hembras adolescentes.
Figuras temblorosas de botas, corazones, lagartos
Hacia el centro al fondo un órgano viril florecido
Hacia una esquina donde la gotera ya abarca la pared;
un anciano escuálido con barba deformada y ojos redonditos
vira el mentón hacia perros celestiales,
efigies de leones de justicia,
jaurías
de lobos dionisíacos;
ángeles caídos:
y otras imágenes más impenetrables, asombrosas, y secretas…
Es un albergue memorable…
Un universo que da al invernadero…
II
una parte de mí,
abrió el viejo portón bajo los pinos:
Fue seducida
por el día tropical de los cangrejos:
Se tendió
en la arena de la infancia y se doró:
Reconoció a los muertos, e hizo la gran pregunta:
Se vio cuarteada al fondo del espejo…
Se fue a beber los mares
donde se pierden las gaviotas…
Se embriagó de infinito
Se detuvo a gritar bajo un farol, para que el mundo oyera
Regó una fábula dantesca bajo las luces de neón:
Se convirtió en serpiente, y luego en ángel;
o quizá viceversa
Te llamó desde un parque bajo una luz oscura
Se cortó con el filo de un vitral astillado
Se fue a remar al otro lado del planeta
Se sentó en un muro al pie de La Cibeles
Peleó con dios; ajena a sus designios:
Lo negó:
Fue a llorar a la ermita
Comió del pan bendito, y del pan envenenado:
Una parte de mí,
se unió a las multitudes:
Soñó el sueño que anhelaban soñar,
los desterrados:
Recordó el mañana:
el porvenir:
el gladiolo heroico
de las damas de blanco
Sirvió el vino en la última cena del exilio
Persiguió a los demonios:
Enlazó por el cuello a la bestia temible…
Lo esposó, y lo colgó del árbol
de las luces…
Te citó,
de testigo…; al pie de un campanario…
Te devuelvo tu imagen
Yo digo lo que piensas porque somos una mismísima criatura.
Tú hablas por mí, y anuncias la emoción del día, o el espanto del día.
Vas delante de mí, y detrás de mí.
Eres mi guía, mi sombra, mi porvenir, y mi recuerdo.
Somos uno.
Somos una mismísima criatura mancillada: ¿Me reconoces?…:
Mi generación fue exterminada; ¿y tú?…
¿No has visto el rostro impasible de la nueva especie?…
Hay monstruos bellísimos alzando proclamas diabólicas
desde los campanarios de Notre Dame;
desde el palacio de la revolución de La Habana;
desde el politizado Vaticano de Roma,
desde los claustros inmaculados de Harvard:
¿No has visto en la pantalla del infierno sus flameantes consignas?…
Hoy han asomado su capucha de verdugo, en mi casa
y han inmolado a los más valientes de mis hijos…
James Foley… Por ti centellean aún entre los árboles magníficos
las cintas doradas de New Hampshire…
Steven Sotloff… Por ti resplandecen los cirios
del Templo de Beth Am; las banderas a media asta de la Ciudad del Sol…
David Haines…: Por ti redoblan en el mundo las campanas de Kansas…
Vas delante de mí, y detrás de mí
Eres mi guía, mi sombra, mi porvenir, y mi recuerdo
Yo digo lo que piensas porque somos una misma
mirada, una mismísima
criatura, una mismísima
palabra escandalizada, un
mismísimo cuerpo inquieto y desolado ante las prodigiosas manifestaciones
/de nuestro siglo,
de todos los siglos.
Dame tu mano y, caliéntame.
Nos encontramos bajo un noviembre helado como un apocalipsis
Dame tu mano, abrázame:
nos encontramos bajo los vientos fuertes. Bajo la arena seca y finísima del
/Sahara:
En un hueco.
En una celda oscura.
Entre la famélica jauría de un centenar de perros devoradores, y
/hambrientos.
En el imperio sin alma de Kim Yong Un.
En la misma esquina donde cayeron las tres mil almas de las Torres Gemelas
En el mismo suburbio donde Assad asfixiara a los hijos, de los hijos, de sus
/hijos con gas sarín…
Nos encontramos bajo un noviembre helado como un apocalipsis.
/En Caracas…
En el mismo recinto donde la Bestia desnudara y apaleara a los ángeles,
bajo los ojos incrédulos y el silencio cómplice del mundo…:
Caín sórdido asesinando a Abel:
Cada día para mí es un espejo de lo innombrable, de lo inesperado…
Cada día para ti, es ese sueño oscuro que sueñas en mis sueños:
Somos uno.
Somos una mismísima criatura mancillada:
¿Me reconoces?…
Te devuelvo tu imagen:
Te devuelvo tu aullido de vagabundo desmenuzado por caníbales
Te devuelvo tu aullido de caminante sorprendido bajo los
puentes soleados,
bajo las rampas,
bajo la jungla soleada de South Beach…
Te devuelvo tus ojos asombrados; y tu sonrisa tristísima, y circense…
Estos textos pertenecen al libro El ángel o la bestia (editorial Betania, 2015)
Tamara G. Méndez Balbuena
(Foto cortesía de la autora)
Tamara G. Méndez Balbuena (Guantánamo, 1946). Poeta y escritora cubana. Llegó a EE. UU. En 1962. Cursó estudios de Literatura comparada en el Recinto Universitario de Río Piedras, Puerto rico y en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado en periódicos y diversas revistas literarias como Zona de Carga y Descarga, Avance, Paréntesis y Linden Lane Magazine, entre otras. Fue finalista del Certamen Mundial de Excelencia Literaria en EE. UU. Por el relato Los manuscritos perdidos.
Excelentes poemas! De donde ha salido esta voz?
Gracias, muy amable.
Excelente.
Gracias, muy amable.