Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

«Visiones» y «Guerreros enigmáticos» de Roberto Valero

ROBERTO VALERO

 
Visiones
 

Es así que ahora todo nos falta.
Si alguien nos ofreciera un poco de
café nos salvábamos.

Eliseo Diego

 

Entremos. Hemos llegado a la casa de mi infancia. Amanece quince años atrás, abuela dispone el desayuno, y como es domingo, puedo unirme al trabajo del taller, no habrá escuela. Mamá, atareada como siempre, roba algunos minutos a las cazuelas tiznadas para siempre también y logra acariciarme, me besa luego y amorosamente me reprende, “fíjate” –me    dice– “no puedes treparte a los árboles como ayer, ni abuelo ni yo tendremos tiempo de vigilarte, y tu padre ha salido”. No importa, le respondo, tengo mi acuarela para jugar, para pintar tu rostro y el de abuelo por si muere, y puedo incluso dibujar al llorón de mi hermanito; además, tengo los peces que seguirán moviendo sus colores, el temblor de las liebres, y puedo gastar toda la mañana en vigilar a la abuela que repite sus oraciones y para descansar teje apresuradamente; tú verás que un día todos los hilos se le van a enredar en las manos y ya no podrá moverlas, no podrá ni cortar azucenas, ni cambiar los ladrillos del cantero, ni tan siquiera recogerá las cestas de naranjas, ni podará el mosaico, y ustedes me dirán que está muerta, sin ver que le oprimen las manos. Ahora nos acercamos a la abuela que repite entre dientes cuatro padrenuestros y cuatro avemarías y dos credos, y escuchen, dice que Dios va a salvar al hijo de Tomasa, y está pidiendo que se curen los gansos de Hilda, y que Manolito no sea tan inquieto, y qué sé yo cuántas cosas importantes.
  Aprovecho para registrar las fotografías. ¿Quién será ésta? Que tonta, escribir por detrás de una foto tan fea y amarilla que apenas pueden distinguirse los rostros: “A mi querida ahijada, deseándole toda la felicidad, tu madrina, Dora.” Marzo/1918.
  Voy a esconderme con mi prima para jugar, pero tenemos que vigilar a Mimi, siempre tenemos que vigilar y estar nerviosos, pero cuando me case con ella no le va a importar a nadie y no vamos a vigilar más.
  Mamá nos llama para darnos unas limonadas muy frías con hielo dentro y los manteles cubren la cocina, y abuelo sudoroso se ha secado con ellos. No papá –le dice tía–, estás sucio.”
  Mamá, ¿verdad que Abuela era muy linda?
  Qué sombra en la saleta, qué sombra junto a la verja, bajo los colores de los vitrales, qué sombra durante la siesta del Abuelo, qué sombra bajo el amparo de sus besos, Madre, qué sombra en los granados, entre las palomas, sobre el ciruelo, ¡qué sombras del recuerdo! Y como todo estaba en sombras (porque hace tantos años) confundí algunos rostros: es cierto que Papá salió, seguro que boga con la espuma, Papá salió antes que yo arribara a las sombras de esta casa, confundí los rostros, aparece Ana María, aquella buena mujer que siempre me traía regalos, y hoy tía me confiesa que era amante de Abuelo, y que sus dos hijos son mis tíos también, confundí los rostros y las sílabas.
  Abuela está pidiendo la muerte de alguien, y en un momento de cólera me ha lanzado un cuchillo, confundí los rostros, en aquella casa de temblores de liebre, de cubiertos –que deben cuidarse según Tía porque son de plata buena–, aquella casa nunca tuvo sombra, aquella casa nunca tuvo el techo de tejas rojas que grabé falsamente en mi recuerdo, aquella casa no tuvo ningún techo, lo he confundido todo, usted tampoco estuvo nunca en ella, Madre.

1979

 

Guerreros enigmáticos
 
Abuela,
cuánto trabajo imaginarla entre pañales
mientras su madre baña el cuerpo tierno
semilla de mi estirpe.
Mucho más difícil imaginar a sus abuelos,
infinita cadena de niños desvalidos
nombres que cayeron del recuerdo.
Cómo angustia saber
que usted fue puente entre las sombras del pasado
y la generación que vendrá luego,
y saber además
que, desde el mismo instante de arribar al mundo,
yo era eslabón también
y sombra de mis nietos.
¿Cómo elevar la frente
sintiéndome ruinas
fósil entre las manos eruditas
que anotarán con precisión:
“homo sapiens,
habitaba en ciudades,
alcanzó un elevado desarrollo
hace aproximadamente tres milenios”?
… y las tremendas encrucijadas multiplicándose,
los peregrinos con antorchas a través de la resplandeciente
oscuridad de los espacios siderales,
los peregrinos siempre,
y la noche
pan cotidiano.
…él viene siempre presto a desgarrarnos…
¡Dioses, dioses! Honda luz que te ocultas.
Abuela, traigo las prometidas flores.

Diciembre 30, 1978

 

Roberto Valero y María Badías-Valero (Foto de Marcia Morgado)

Roberto Valero y María Badías-Valero
(Foto de Marcia Morgado)

Roberto Valero (Matanzas 27 de mayo de 1955-Washington, D.C. 23 de septiembre de 1994). Poeta, ensayista, y novelista. Cursó estudios en la Universidad de La Habana de donde fue expulsado por haber escrito un poema político dedicado a un preso político cubano. Fue uno de los 10,800 cubanos que se asilaron en la Embajada de Perú en La Habana; llegando a los EE. UU. durante el éxodo del Mariel. A poco más de un año de su llegada recibió una beca de la Universidad de Georgetown, Washington, D.C. donde estudió y dio clases hasta terminar su doctorado. Entonces obtuvo una posición de profesor en la Universidad de George Washington en la misma ciudad. Obtuvo la Beca Cintas (1982-1983). Publicó varios libros, entre ellos: Desde un oscuro ángulo, Dharma, Venías, El desamparado humor de Reinaldo Arenas (premio Letras de Oro), No estaré en tu camino (Adonais), y la novela Este viento de cuaresma. Formó parte del grupo de escritores conocido como la generación del Mariel, encabezado por Reinaldo Arenas, y fue uno de los fundadores de la revista del mismo nombre.

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Un comentario el “«Visiones» y «Guerreros enigmáticos» de Roberto Valero

  1. Ximena Gomez
    10/06/2016

    Gracias al equipo de la revista Conexos

    Ximena

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 09/06/2016 por en Narrativa.
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