“Dios mío, yo era un genio cuando escribí esto”, dicen que dijo Jonathan Swift cuando releyó, muchos años después de haberla escrito, su parodia-sátira: A Tale of a Tub, que podría traducirse al cubano como Historia de una batea.
Yo podría decir lo mismo al releer, a diez años de escrita, Sakuntala la Mala contra La Tétrica Mofeta. Algo más que, humildemente, tengo en común con el ilustre irlandés, que era sagitariano como yo y con el que me identifico mucho por su profunda burla de todo, y por haber disimulado exitosamente su locura hasta que ya no pudo más. Cuentan que al final andaba encuero por San Patricio en Dublín como ando yo por mi casa. Otra simple coincidencia. Pienso ganarle en la contienda del disimulo y mantener a todos convencidos de que estoy cuerdo hasta el final.
Elogio este libro mío sin pudor ni falsa modestia, porque, como en el texto se explica, considero que toda obra artística o literaria, si vale la pena, es fundamentalmente una “inspiración”, algo que el artista o escritor transmite como un medio o un médium. Esta obra fue escrita en 42 días y no fue concebida de manera planificada, sino como una “descarga”, un trance, un exorcismo. Casi se fue armando sola, yo mismo me sorprendí ante ciertos pasajes, giros, trucos literarios que “se me ocurrieron” de pronto. De igual manera fueron escritas La vida secreta de Truca Pérez y Alquimia Magna.
Diez años, en los tiempos que corren, son muchos años y ya no me queda ningún ejemplar, ni para regalar, entre mis atestados libreros. Esta novela (si es que es una novela) ha gustado mucho. Me cuentan que hay ejemplares manoseadísimos que circulan clandestinamente por La Habana. Se le atribuyen milagros. Alguien que había dejado de leer, por una tragedia personal, al tener un ejemplar entre sus manos lo leyó sin descanso, casi lo devoró como hizo San Juan Evangelista con el Apocalipsis. Un milagro al menos, para algo ha servido este libro, aunque no creo que sea suficiente como para elevar una “solicitud de canonización” al Papa.
El mundo ha cambiado mucho desde que terminé esta “inspiración”, en el 2006, aunque no se publicó hasta el 2008. También ha cambiado mi vida y la de muchos personajes reales que aparecen en el texto, por eso creo oportuno enriquecer el panorama, levantar un poquito el velo de Tanit; no del todo, lo que puede ser fatal, porque el misterio es esencial para la vida, pero sí aportar un poquito de luz a los rincones con telarañas y limpiar algunos vitrales para que la claridad tenga más color. No quiero que me pase como a Swift que, con el tiempo, algunas de sus obras se han vuelto tan inescrutables que, aunque se puede apreciar su genio y su gracia, la mayoría de los lectores y hasta algunos académicos consagrados, no entienden ni cojones.
El paso del tiempo conlleva una cosecha inexorable: los muertos que van quedando en el camino. Por ejemplo, ahora puedo revelar que el escritor que se menciona en la página 35 es Humberto Arenal. Callé su nombre para no perjudicarlo, pero como falleció el 26 de enero del 2012, ahora puedo revelarlo y expresar mi agradecimiento por todo su apoyo, su amistad, su comprensión. Aunque él creía en el marxismo y la “revolución”, su actitud era muy crítica, muy realista, no tapaba el sol con un dedo, y en más de una ocasión se sinceró conmigo hasta la indignación, hasta el peligro. Confiábamos el uno en el otro, y eso en Cuba siempre ha sido una suerte muy rara. Nunca olvidaré nuestras largas conversaciones frente a una taza de té. Aunque un día también probé sus frijoles colorados. Un gran amigo y maestro, que también me contó anécdotas sabrosísimas sobre Guillén “el malo” y Labrador Ruiz, y cómo sirvió de mediador entre estos para convencer a Labrador de que publicara algunos cuentos antes de irse del país; pero esas anécdotas quedan para mis memorias.
Alguien que, lamentablemente, falleció poco después de la aparición de este libro, el 25 de diciembre del 2009, fue mi amiga y colega Norma Niurka, con la que compartí muchos años de trabajo, y nuestros respectivos cumpleaños en más de una ocasión. Recuerdo que ella asistió a mis 60, que los celebré en casa de la familia Roblán, cuyo patriarca es otra querida figura de mi vida que desapareció en estos años. Ahora, sin temor a molestarla, puedo incluir como apéndice la carta que escribí al periódico el Nuevo Herald con motivo de una crítica de Norma a una puesta del director teatral Alberto Sarraín.
El incidente se menciona en la novela y si incluyo la carta es para enriquecer la trama, ya que da una imagen inusitada de Miami y el exilio cubano. Ahora parece imposible que en un periódico, de cualquier ciudad, se establezca un careo epistolar entre los lectores. Unos apoyaban a Norma, otros me apoyaban a mí, y todos ganamos mucho en el intercambio. Hubiera incluido también la crítica de ella que dio origen a la polémica, pero no tengo acceso al documento.
En estos diez años han pasado también cosas muy agradables relacionadas con la novela. Por ejemplo, he restablecido el contacto a través de Facebook con una de las “Princesas de Arroyo Naranjo”, que pueden encontrar como Carlos Guillermo Fleitas, quien también me ha visitado en Miami (no se pierdan las fotos). Tomasito la Goyesca también está en FB, como Tomás Fernandez (no es pariente mío, que conste). Pero desde el punto de vista argumental, lo mejor es que, releyendo Sakuntala… —caprichos de la memoria— he recordado “la tercera mentira” que le dije a Coco Salas (pg. 37) y es que yo había enviado una copia del manuscrito de La vida secreta de Truca Pérez a Estados Unidos. Debí haberlo hecho, pero nunca tuve la oportunidad. Sobre ese ejemplar “en la Yuma” me insistió mucho la Seguridad y sobre los siete que presuntamente había escondidos por la isla. Esas falacias sólo pudo chivatearlas Coco Salas.
Finalmente, he intercalado en el texto los nombres de dos amigos vivos, y que espero que sigan vivos por muchos años, pero no los descubriré aquí para dejar esa intriga al curioso lector que se atreva a comparar las páginas. Salvo este prólogo, la carta a el Nuevo Herald y los generosos comentarios de Zoe Valdés y Juan Abreu, esta edición es idéntica a la anterior, sólo se han hecho cambios tipográficos y se han corregido erratas.
Ahora que en La Habana la celebración del Primero de Mayo es eclipsada por los preparativos del desfile de Chanel en el Paseo del Prado, lo que plantea Sakuntala la Mala de que: “Todo es una traición” (pg. 162) está más claro que nunca.
Pobres de los que creyeron y siguieron ciegamente a la mafia monárquica de los Castro. ¿Cómo se sentirán los familiares de aquellos que lo dieron todo por un futuro mejor? Pobres de los que perdieron su vida en una balsa tratando de escapar o en un muro de fusilamientos por defenderse de la tiranía. Pobres de los que cayeron en la guerrilla de la Sierra Maestra o en los campos de batalla de Angola y Etiopía luchando por sus ideales, sin saber que lo hacían para que una dinastía nefanda se burlara cínicamente de varias generaciones de cubanos. Esta novela va dedicada a ellos y a sus descendientes, para que no olviden, para que no vuelvan a repetir el horror. Amén.
Miami, 2 de mayo de 2016
La segunda edición de la novela Sakuntala la Mala contra La Tétrica Mofeta (segunda edición) (Editorial Silueta, 2016), de Daniel Fernández se presentará próximamente.
Sakuntala la Mala contra La Tétrica Mofeta (segunda edición)
(Editorial Silueta, 2016)
Daniel Fernández
(Foto cortesía del autor)
Daniel Fernández estudió Licenciatura en Literatura Hispanoamericana y Cubana en la Universidad de La Habana, y trabaja actualmente como crítico de música clásica y columnista de el Nuevo Herald, en Miami. Perteneciente a la llamada Generación de El Mariel, el autor escribió una novela en Cuba La vida secreta de Truca Pérez, por la que fue sancionado a cuatro años de privación de libertad. Fue indultado en 1979, año en que llegó a Estados Unidos. Autor de la trilogía ‘La edad de la idiotez’, de próxima aparición y de obras dramáticas, además de poemas y cuentos dados a conocer en distintas publicaciones y escenarios.