—En cuanto te avise que va a pasar la luz del faro, baja la cabeza.
—Pero el agua tiene tremenda peste, asere.
—Tienes que hundirte sin hacer ruido porque nos pueden oír.
—Por aquí no hay ni un alma mi socio. Oye, ¿falta mucho para llegar al mar?
—Realmente no sé, creo que un kilómetro más o menos, en Guantánamo me dijeron que río abajo llegaríamos rápido, que incluso podemos ver las luces de La Base Naval y ellas nos guiarán. ¡Baja, ahora!
Los dos hombres se sumergen en el agua suavemente, conteniendo la respiración, pero sin impedir que un pequeño remolino se forme en la superficie. Un halo de luz pasa con lentitud iluminando parcialmente el entorno…
—Ufff, ¡asere, esto es un cagalar! Esta agua está podrida —dice uno de ellos cuando emerge, dejando escapar la respiración contenida.
—Chico, déjate de tantos escrúpulos que tú sabías que eran aguas residuales.
—Sí, es verdad, llenas de mierda de vaca, de caballo y hasta de gente, pero había que tirarse por algún lugar. ¡Ño! La libertad cuesta cara asere, además estamos de suerte si no nos encontramos con un cocodrilo.
—No jodas compadre, pensar en ese animal me pone la carne de gallina, yo creo que es mejor enfrentarse con un guardia. Bracea y no embromes.
—¡Ajá, no me crees! ¿A ti no te dijeron que los guardias tiraron cocodrilos aquí pa’ no dejar que la gente se les pire? Además, no es fácil nadar con todas estas matas que se me enredan en el cuerpo —la mirada temerosa del hombre recorre el entorno, mete la mano con profundidad en el agua y saca un manojo de plantas parduscas. ¿Ves?
—Si no puedes nadar, camina. Lo que pasa es que aquí hay un proceso de eutrofización —dice el otro obstinado.
—Eutro… ¡¿qué?!
—Es un proceso de crecimiento artificial de las plantas, por eso es que ni siquiera hay corriente.
La explicación parece darle control sobre sus miedos. Su compañero mira alrededor girando sobre sí mismo y creando ondas en el agua.
—Oye tú, ¿y esta gente se entretiene sembrando en el agua?
—No compadre, no seas burro, echan fertilizantes para hacerlas crecer, y como tú dijiste, no dejar que, se vaya por aquí. Donde quiera hay peligros, pero ya estás aquí y lo que tienes que hacer es nadar, y dejar de joder tanto.
—Pire, dije para que la gente no se pire. ¡Mira, allá hay unas luces!
Como una burla a las sombras y al vacío, un grupo de pequeñas luces los sorprende en el horizonte.
—Ya las veo, pero están lejos todavía, y ahora viene también la luz del faro. ¡Baja la cabeza!
De nuevo se sumergen y el halo de luz hace su recorrido lento, monótono, como buscando una justificación para el descanso, o sólo un detalle para estremecer la noche. Ya los cuerpos no pueden mantenerse estáticos, la corriente del agua comienza a ser fuerte y los desestabiliza, tienen que hacer esfuerzos para mantenerse en el fondo.
—¡De pinga! Tragué agua de nuevo, me arden la nariz y la garganta, hasta los ojos me arden.
—Es el cadmio, pero no te preocupes que sólo hace daño a largo plazo. El agua también tiene mucho salitre, recuerda que aquí está la salina más grande del país.
—¿Cadmio? Tú te sales con cada palabrita mariconil. ¡Habla en cubano asere, en cu-ba-no!
—El cadmio está presente en los fertilizantes y produce diarreas, dolor de estómago y vómitos. Y no son palabras mariconiles, yo no tengo la culpa de que seas un burro. Mejor no te aclaro nada más.
—Ah no jodas compadre, no te sientas mal, tenemos que seguir hablando para como decía mi abuela, que no cunda el pánico.
—Cállate y mírala, ahí está.
—¡Coño por fin, mira como hay luces! ¡Y qué cerquita! ¿Es la Base?
—Sí, pero no está tan cerca, aún tenemos que nadar un poco más. Cállate y nada.
El agua los ayuda a deslizarse suavemente, sus movimientos son apenas perceptibles y se acercan mucho más a las luces.
—Oye, ya no hay matas y hay más corriente, debemos estar muy cerca del mar.
—¡Viene el faro, baja!
El chapoteo del agua no puede evitarse, los hombres son arrastrados por la corriente, que más fuerte ahora y para su suerte, enmascara sus movimientos.
—Esta vez por poco no me hundo a tiempo.
—Sssssss, ¡cállate, ahí está una garita de guardias!
Una penumbrosa caseta sostenida por un espigón de unos tres metros de altura por uno de ancho, semeja una jaula para halcones a la orilla izquierda del litoral. A la derecha, la luz.
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta en un susurro.
—Flota sin moverte mucho, trata de no hacer ruido o nos joden, déjate llevar por la corriente, no nades, no patees, no hables, sólo deja que el agua te lleve —le responde susurrando también.
—Pero hay mucha corriente, no puedo flotar, el agua me está arrastrando.
—¡Trata, coño, trata! No te separes de mí.
Las palabras susurradas se pierden con el ruido del mar y de la noche, se pierde el contacto de los cuerpos impulsados por la intensidad de las aguas, se pierde la orientación.
—¿Dónde estás? ¿Dónde estás?… Ingeniero, ¿DÓNDE ESTÁS?…
Varias ráfagas de plomo y luz rompen el silencio. Voces, voces, y más voces llenan la noche, y un halo fijo en un punto del mar refleja las siluetas de dos cuerpos arrastrados por la corriente.
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1 También dedicado a Pepe, a quien le explotó una mina antipersonal y perdió una pierna. A Gadel, Caribe, Gelín Valverde, Carlos Alberto, Pedro Benavides, Humberto Cárdenas, Iscander, Banier, Paján… que perdieron la vida; y a muchos otros mutilados y muertos sin nombres.
Ena Columbié
(Foto: Josecuba)
Ena Columbié (Guantánamo, Cuba). Poeta, escritora y artista. Licenciada en Filología. Ha obtenido numerosos premios y publicado los libros: Dos cuentos (1987), El Exégeta (1995), Ripios y Epigramas (2001), Ripios (2006), Las Horas (2011), Solitar (2012), Isla (2012), Luces (Editorial Silueta, 2013) y La Luz que conduce a los poetas (2013) Obras suyas también se encuentran en antologías y publicaciones periódicas y seriadas. Codirige las editoriales, EntreRíos y AlphaBeta.
Como pintora y fotógrafa ha expuesto en varios países de Latinoamérica, en EE. UU. y España. Ha colaborado en periódicos y revistas especializadas, así como ilustrando libros de escritores importantes entre los que se encuentra, Ante-Réquiem y en camino (2012) de Ernesto Kahan, Premio Nobel de la Paz y Premio Mundial de Poesía Andrés Bello. Obras suyas se encuentran en galerías, colecciones privadas y museos. Reside en Miami, Florida.