Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Vivir la vida

JUAN CUETO-ROIG

 

If I shall sell both my forenoons and afternoons to society,
as most appear to do, I’m sure that, for me,
there would be nothing left worth living for.
Henry David Thoreau

 

What is this life, if full of care,
We have no time to stand and stare.
W. H. Davies

 

«No sufrirás la tristeza de los lunes, pero tampoco gozarás la alegría de los viernes». Así me contestó el director de la empresa donde trabajaba, cuando le comenté la envidia que me causaban los homeless cada vez que los veía los domingos por la tarde, indiferentes a la proximidad del lunes, ese odioso primer día laborable de la semana.
  No niego que su respuesta me hizo recapacitar. Pero ya el martes la frase comenzó a perder su efecto. Porque para disfrutar la dicha del viernes, había que sufrir todavía el agobio del martes, del miércoles y del jueves. Así semana tras semana.
  Un viernes tomé la decisión de no regresar más al trabajo. No renuncié. Simplemente desaparecí. Atrás dejaba una existencia rutinaria y una hermana y tres sobrinos que nunca me mostraron el menor cariño y quienes con harta frecuencia me pedían dinero.
  Me había propuesto cambiar de vida, mejor dicho: «vivir la vida», frase que oía decir con frecuencia sin comprender su significado. Muy pronto habría de saberlo.
  Recorrer las calles sin rumbo ni razón específicos. Detenerme en cualquier esquina de mi agrado. Pasear la vista por vidrieras y estantes repletos de mercancías, sin que nada me tiente (nada ambiciono porque todo lo he tenido). Ver el ir y venir de gentes entrando y saliendo en tiendas y comercios. Sentarme en el banco de un parque al atardecer. Observar los autos que pasan frente a mí en alocada carrera; todos con un manifiesto propósito y con una urgencia y premura seguramente justificadas, pero que vistos desde la cómoda indolencia de mi eterno sábado parecen artefactos compitiendo en un tráfago irracional.
  Y las noches. ¡Ah, la noche!: ese inefable misterio que la mayoría de los humanos desconoce, encerrados en el tedio de sus hogares. Nada como vivirla a la intemperie, en esta sección industrial de la ciudad, que se paraliza y transforma al anochecer. A las diez reina ya una oscuridad casi absoluta. Entonces comienza el festín. Pronto aparecerá la mujer que, amparada por las sombras, se pasea desnuda provocando a los que hemos buscado albergue en este maravilloso paraíso nocturno. Luego surgirá de su escondite el negro que, también desnudo, irá tras ella mostrando su sexo descomunal. Los dos se desplazan de un lado a otro como siluetas fantasmagóricas. Él no la sigue con el fin de poseerla, sino que ambos escenifican una especie de danza diabólica para disfrute de ellos mismos y de los que como yo pernoctamos en este lugar. Un enano (el bufón de la corte) imita los movimientos de la pareja imprimiéndoles un matiz obsceno. Se oyen exclamaciones libidinosas, quejidos, gritos. Aparentemente, en varios rincones se fornica. La policía rara vez interrumpe el fascinante espectáculo, sólo cuando suena alguna alarma en la zona. Entonces, todos se esconden, detrás de un depósito de basura o al fondo de algún edificio. Con frecuencia irrumpen también otros seres: noctámbulos curiosos y borrachos extraviados que vienen a explorar, con sabrá Dios qué intenciones, estas calles oscuras.
  Como la mujer que una vez estacionó su auto frente al quicio donde paso las noches y me preguntó si quería comer. Pensé que se trataba de un alma caritativa y que me daría un cartucho con restos de comida, pero no, me invitó a un McDonald’s. Mientras comía no cesó de observarme, ponderando mis buenos modales. Trató de averiguar mi pasado, pero me negué a satisfacer su curiosidad. A pesar de ello, parece que le inspiré confianza, pues me preguntó si me gustaría bañarme. «Por supuesto», le dije. «A veces lo hago en La Misión, pero hoy no pude ir».
  Vivía en un apartamento modesto, limpio y ordenado. Me mostró el cuarto de baño. Entré y comencé a desvestirme. Ya en la ducha, me di cuenta de que no había jabón. Una mano pródiga y oportuna, descorriendo la cortina, me lo ofreció. Luego volvió con un pequeño frasco de champú. Poco después trajo una toalla. Cada vez que entraba veía mi desnudez, pero de una manera indiferente, aun cuando su reiterada presencia me había provocado una erección. Terminé de secarme. Ella se había quitado toda la ropa y estaba preparando unos tragos. Hicimos el amor. Después me llevó al lugar donde me había encontrado. Más tarde descubrí en uno de los bolsillos del pantalón un sobre con dinero. La extraña aventura se ha repetido varias veces. Siempre igual: la premeditada ausencia del jabón y la toalla, el descorrer de la cortina, su inexpresiva mirada, mi erección. Acciones que por habituales y reiteradas son ya un consabido ritual: «Es lo que me excita», me dijo la tercera vez que me llevó a su apartamento.
  Han pasado más de cuatro años desde mi desaparición. Me creen muerto, por eso me da tanto placer estar vivo. Como si hubiera resucitado y estuviera viviendo una increíble afterlife experience; disfrutando la sorpresa de lo insólito, el goce de lo extravagante, la dicha de lo imprevisto. Sin preocupaciones financieras y sin miedos (¿qué van a robarle a quien nada tiene?). Lo único que me preocupa es la muerte… porque sería terrible morir ahora que he descubierto lo que es vivir la vida.
 

Del cuaderno de relatos Las confesiones de María Tibisí y otros cuentos (Editorial Silueta, 2018), que se presentará el próximo 13 de octubre en West Regional Library, 9445 SW 24th St, Miami, FL 33165.


 

Las confesiones de María Tibisí
(Editorial Silueta, 2018)


 

Juan Cueto-Roig
(Foto: cortesía del autor)

Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. En 1996 publicó En la tarde, tarde (Poesía), Editorial Sibi, Miami. En 2000, Palabras en fila, en clase y en recreo (Poesía), Editorial Verbum, Madrid. En 2002, Ex-Cuetos (Relatos), Ediciones Universal, Miami. En 2004, Hallarás lobregueces (Relatos), Editorial Ultra Graphics, Miami y En época de lilas (Traducción al castellano de cuarenta y cuatro poemas de e. e. Cummings), Editorial Verbum, Madrid. En 2007, Verycuetos (Crónicas), Editorial El Almendro, Miami. En 2009, Veintiún cuentos concisos (Relatos), Medalla de oro en el Florida Book Award 2009, Editorial Silueta, Miami. En 2010, Constantino P. Cavafis. Veintiún poemas (traducidos del inglés), Editorial Ultra Graphics, Miami. En 2011, Esas divinas cosas. Tribulaciones y alegrías de un traductor, Editorial Silueta, Miami. Y también en 2011, Raquel Revuelta, a la memoria de una gran actriz. Edición limitada y de lujo, Beard Publishing Inc., Santa Ana, California. En 2013, Lo que se ha salvado del olvido. Poemas y relatos de mi infancia, Editorial Silueta, Miami. En 2014, Verycuetos II (Crónicas), Editorial Silueta, Miami. En 2016, Fruslerías (Elucubraciones, divertimentos y contracuentos), Editorial Silueta, Miami. En 2017, Palabras en la tarde. Antología personal y selección de poemas traducidos (Poesía), Editorial Verbum, Madrid, España. En 2017, Verycuetos III (Crónicas), Editorial Silueta, Miami.

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Esta entrada fue publicada el 20/08/2018 por en Narrativa.
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