El documental Coffea Arábiga (1968) es la obra más emblemática de Nicolás Guillén Landrián. Los créditos del guión los comparte con Miguel Zárraga. Landrián el cineasta impropio, fue discípulo de Joris Ivens y Theodore Christensen. Al comenzar este proyecto, planeado para fines didácticos sobre el cultivo de café en lo que se llamó el Cordón de la Habana, el director nos introduce en un mundo enajenado de trabajadores que iban diariamente a sembrar posturas de Caturra un arbusto oriundo de África, una variedad del Coffea Arábiga precoz y de alta producción, el cordón cafetalero se ubicó en una gran extensión de tierra donde antes hubo árboles frutales. Los cafetales habaneros estarían rodeados de cortinas rompe vientos, capaces de proteger contra todo rigor la plantación, según los planes de la alta dirigencia cubana.
La maquinaria enloquecida que se creó alrededor de este experimento, fue captada por la narrativa de la cámara de Lupercio López. No se necesitaba hacer ninguna exageración y Landrián sabía eso, solo debía estar allí filmando en el momento adecuado para poder captar el frenesí de este desmedido proyecto que solo podía ser comparable con una misión quijotesca, donde los molinos, tractores y maquinarias de café, harían posible la legítima culminación de un plan enloquecido. Evidenciar el nivel de enajenación de la sociedad cubana revolucionaria, no era difícil para el artista capaz, agudo y urgido por indagar en los límites de la visión estética que la propia realidad sugería. El documental desde el punto de vista formal y experimental es una verdadera joya y desde el conceptual nos muestra la extraordinaria capacidad de análisis intelectual de su realizador.
Coffea Arábiga es una obra de arte que recoge la información necesaria, utiliza métodos y conceptos, los relaciona y ayuda a interpretar despertando una conciencia crítica a la que le temieron los represivos censores del sistema, pues como en una poética de justicia, Nicolasito asumió la historia del cultivo del café y se estableció inmediatamente una verdadera metáfora con la realidad cubana. El ojo agudo del autor muestra y reafirma con carteles e imágenes, ordenadas, pero absolutamente frenéticas y demoledoras, un mundo que se reconoció como “peligroso”. Por un lado, si el director comienza desde las primeras tomas con carteles descriptivos como este: “los negros en el cafetal como mano de obra” mientras repite , se pregunta y responde ¿los negros? con una incisiva mirada irónica, estableciendo de esta manera una relación crítica meta-textual con el pasado esclavista y el presente “cafetalero” de la ciudad de la Habana, evidenciando desde el principio la permanencia de una realidad racista en un momento en que se esperaba el símil complaciente, con realidades manipulables a favor del discurso revolucionario para poder establecer su oportuno paralelo con la justicia social, como muestra de haber “erradicado” los flagelos de pasadas dictaduras, igualmente del capitalismo o de todo pretérito deleznable, como sucede con Now de Santiago Álvarez un documental muy bien realizado, pero sin la menor duda, en función de los intereses que deseaba proyectar la revolución.
Por el contrario de lo esperado, el realizador nos muestra, claramente, una Cuba a la deriva, mal dirigida y automatizada por un “The fool on the hill” (Tonto de la colina) al que señala y responsabiliza por partida doble, pues más allá de lo que en realidad dice la letra de esta bella canción de los Beatles está la interpretación literal de su título, una asociación que debe haber sido la gota que derramó la copa en contra de Landrián.
El director, además, acelera el ritmo que va asumiendo el documental, lo relaciona con lo desquiciado del proceso en su afán de dominar la vida de la pequeña isla. La metáfora y sugerencia al hablar del café como hilo conductor de la realidad cubana, exponiendo los problemas de un mal mayor, es un acto de absoluta lucidez y comienza desde el inicio del documental con el poema de Nicolás Guillén “un largo lagarto verde con ojos de piedra y agua” un texto que nos describe imágenes impregnadas del imaginario de la isla, que nos recuerda consignas que se repiten día tras día: “con la guardia en alto” y que mantiene a miles de hombres y mujeres alertas, pero no por batallas internas reales, sino por imaginarias urgencias que apelan al patriotismo- patriotero y que como en el poema de Guillén le avisa al guardián marino a fijarse en la punta de las lanzas y encierra al pueblo en una obsesiva trinchera.
Sin embargo, Landrián contrapone el uso de la música, en particular del jazz, como portadora de la necesaria libertad creativa en la vida y en el arte. El documental habla y expresa la verdadera voz del lagarto-isla que deja entrar lo foráneo como reflejo de su emancipación, sin preocuparse de la presencia “enemiga” a la que alude el poema de Guillén. Landrián usa también a su favor, la sátira a través del slogan con la retórica revolucionaria, denunciando la manipulación con la que la dirigencia se comunica con el pueblo. De igual manera, muestra el descriptivo afán didáctico de los dirigentes de la época de hablar de procesos que desconocen, dando lecciones de vida al mundo en su apetencia por controlarlo todo, tecleando, martillando en la cabeza de un pueblo que obedece por hipnosis y recibe continuamente mensajes subliminales dentro de una estética totalitaria y obviamente stalinista.
Uno de los momentos más ingeniosos y simpáticos del documental es cuando se escucha la voz del locutor de Radio Cordón de la Habana y la imagen muestra a una joven que llega a una parada de autobús, mientras se describe lo que es un umbráculo, estableciendo un paralelo con las imágenes del diseño arquitectónico de la Habana, sus edificios y sus habitantes que como bolsitas de café van llenando el espacio urbano y le preguntan a la mujer: ¿Qué piensas del Cordón de la Habana? Paradójicamente, la encuestada resulta ser una extranjera y le responde en búlgaro, la respuesta resulta incomprensible para la mayoría de los espectadores cubanos, lo mismo que los planes enloquecidos de la alta nomenclatura cubana, la mujer en cuestión era la esposa del director, lo que le sugirió una intensión lúdica del director, sumamente sospechosa y atrevida para los censores del sistema. Según afirman, algunos de los testigos del ICAIC de esa época este pasaje del documental fue como un chiste de mal gusto para los dirigentes cubanos, tanto, como el del “Tonto de la colina” o como la evidente premonición del fracaso del imperio cafetalero.
De igual forma, resultaba incómodo e imperdonable para la dirigencia del país que el director siendo negro y sobrino de una figura emblemática como lo fue y es Nicolás Guillén, resultara ser un rebelde que cuestionaba los métodos y en consecuencia al proceso revolucionario, cuando se pretendía obtener de él y de los artistas de la revolución, la sumisión abyecta a las ideas del gobierno. Declararlo loco fue una estrategia diabólica, muy antigua, pero bien pensada, era la única manera de darle una explicación a semejante insolencia, ya que solo un loco podía estar en contra de las nobles y geniales ideas de sus dirigentes.
Finalmente, podemos afirmar que en cualquier caso, la reacción a la obra de Nicolasito Guillén Landrián era una prueba más, no solo del racismo, sino de las arbitrariedades cometidas, paradójicamente, por los justicieros del 59, pues un negro no podía bajo ninguna circunstancia, ser el Enfant Terrible de la revolución cubana.
Yvonne López Arenal
(foto: Mario García Joya)
Yvonne López Arenal nació en La Habana, Cuba. Licenciada en Artes Escénicas por el Instituto Superior de Arte de La Habana, durante esos años fue alumna de la destacada actriz Raquel Revuelta, luego de graduarse formaría parte del colectivo de “Teatro Estudio” en La Habana. En sus comienzos López Arenal también formó parte del grupo juvenil del Olga Alonso bajo la dirección de Humberto Rodríguez. Es graduada de Master in Science of Education from Nova Southeastern University (Florida). En estos momentos estudia un Master of Arts in Spanish en Florida Internacional University (FIU).
En su trayectoria teatral se destaca su participación en obras como: Las Pericas, Andoba, Yerma, Romeo y Julieta, La posadera, La duodécima noche, La fierecilla domada y La venganza de Don Mendo, La esquina peligrosa, Petición de mano. Con Réquiem por Yarini de Carlos Felipe debutó en la dirección en la ciudad de Los Ángeles también dirigió Tula la peregrina de Raúl de Cárdenas, entre otros proyectos en California. Fue una de las fundadoras y directora de programación del «Cuban American Cultural Institute» y dirigió y fundó la compañía Teatral “La Avellaneda” ambos en Los Ángeles. Gaviotas Habaneras, su ópera prima, se estrenó en Los Ángeles Theatre Center (LATC), en el año 2002 y se publicó en la editorial digital: Alexander Street Press. El Reina María su primera obra de teatro breve y La Noche de Eva, han sido publicadas por la editorial Baquiana y la Editorial Silueta. Ha protagonizado películas y series de televisión en Cuba, en Los Ángeles, California y para TVE en España, entre ellas, protagonizó De tu sueño mi sueño de Eduardo Moya y Capitán Rolando de Jesús Cabrera, participó también en Día y Noche. En TVE participó en la serie Amores Difíciles con la película Cartas del Parque, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea basada en un pasaje de El Amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, adaptado por Eliseo (Lichi) Diego y La crin de Venus de Diego Arché de los Estudios Cinematográficos de la Televisión Cubana. En Los Ángeles California interpretó un rol protagónico en la serie Placas de la cadena Telemundo. En los Estados Unidos, también ha trabajado en diferentes proyectos de teatro y cine independiente, como actriz, productora y directora. En el cine de habla inglesa protagonizó Emerald Cut, dirigida por Arturo Barquet. En el año 2008 interpretó uno de los roles protagónicos en «Dos veces Ana» film de Sergio Giral. En la actualidad es la directora general de «Akuara Teatro», donde ha trabajado en diferentes obras, entre ellas: El banquete infinito de Alberto Pedro Torriente, Gaviotas habaneras, También interpretó roles protagónicos en Nevada, Contigo, pan y cebolla de Héctor Quintero, Fango de María Irene Fornés, Huevos de Ulises Rodríguez Febles, El día que me quieras de José Ignacio Cabrujas, Cualquier otro lugar menos este de Caridad Svich y Strip Poker de Jean Pierre Martínez en la que actuó y dirigió. Un mundo de cristal, dirigida por Alberto Sarraín. Su último proyecto dirigido es Las vidas del gato de Pedro Monge Rafuls.