Alejado de toda intención crítica, como escribiera en sus primeras líneas Rainer María Rilke, en su célebre “Carta a un joven poeta”, me aproximo a las razones líricas del poeta Milho Montenegro; todo a la cuenta de un poemario intitulado de manera magistral -no lo voy a ocultar una línea más. Erosiones, Premio Pinos Nuevos 2017 y que fuera publicado al año siguiente por la editorial Letras Cubanas, no es de esos cuadernos que pasan inadvertidos en los estantes aburridísimos de nuestras librerías, llama la atención su ilustración de cubierta (el tiempo como obsesión y tormento sempiterno del hombre) y esa combinación letal del título: EROSIONES con sendas referencias en el nombre del autor a dos de las más grandes figuras de la literatura universal Czeslaw Milosz y Carlos Montenegro, con todo y un jurado integrado por Lina de Feria, Roberto Manzano e Israel Domínguez, quien haya olfateado siquiera la poesía cubana de los últimos 20 años mínimo, comprenderá que ni es un poemario fatuo, ni es un premio –como tantos que he visto también- insulso.
Todo con el antecedente de haberle escuchado leer poemas en uno de los encuentros que por la fecha convocaba el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Acercarme a algunos de los organizadores y preguntar por la voz del joven que acababa de leer aquellos portentosos poemas. Sus versos no parecían escritos por él y que me perdone Dios si quiere, Milho no se había enterado hasta hoy.
Entonces, ¿usted quiere cosa más incierta que explorar un libro de poemas? El que lo intentó lo sabe, pero es la poesía y sus afanes de penetrar el misterio de lo humano, -y también viceversa- como diría Benedetti, la que impulsan estos roces a la poética del escritor cubano Alain Santana López (Milho Montenegro), psicólogo de formación y humilde por vocación.
Algo así me pregunto siempre que leo un poemario y tras sus perplejidades, las que deja en el lector quiero decir, uno siente tiranteces interiores que lo desbordan, lo superan y acaso sean esos prístinos deseos de sucumbir lo que nos ata al destierro interior. Es la primera impresión. Una suerte de exilio estético.
Hay un horizonte próximo al destino. La persistencia -más que la levedad- por encontrar (nos) esos resortes que hagan coincidir la (in)certidumbre mutable de la geografía lírica del autor, nuestra curiosidad deambulando entre los abismos y corrientes vivas entre los meandros por donde se desliza hoy la lírica cubana escrita por los más jóvenes autores.
En los enunciados de Erosiones hablamos de un paraje asociativo, donde campean dicotomías infinitas que asimilan lo imaginario y lo tangible; lo armónico y lo discordante; las vibraciones y el sosiego en sus proximidades y significaciones más elocuentes. Hablamos de diálogos que “erosionan” para descubrir ese “rastro de luz/ bandada de sueños cortando el cielo/, como nos alerta en uno de los primeros versos Milho Montenegro.
Milho nos habla de los misterios de su corporalidad con la orfandad de la apariencia. Todo en este poemario pareciera un trasiego de verdades ineluctables. La Isla Mayúscula que lo aletarga, la tradición mayor de sus ancestros líricos que lo alimentan y acrisolan, los “tercos fantasmas” que –reconoce- pasan por su existencia, “ese soliloquio” existencial donde se identifica consigo mismo por la fe del oficio, amalgamándolo con una realidad que lo impele: “voy arrojando palabras al silencio para soportar la humillante compañía de los retratos/ doblándome –lento- sobre mi propia sombra/.”
“La poesía –dijo Ives Bonnefoy- es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad.” Erosiones hace suyo ese compromiso —como pocos poemarios— si de lenguaje hablamos en estos tiempos.
Siento que el lirismo que reside en Erosiones crea acercamientos muy profundos con la circunstancia en que habita el individuo, más que al ser en sí mismo, a lo que ignoramos de él. Milho Montenegro se ha arriesgado entonces con sus poemas por un itinerario hacia los laberintos de la conciencia nuestra, de la mano de sus prosas llegamos a ese “estado poético” que reclamaba Octavio Paz para los lectores, cosa de extendernos hasta llegar a ser otro.
Las alusiones a su tiempo, a “aquellos que un día amó”, a la reminiscencia de la luz íntima, “el embate del silencio que resiste”, esas “esquirlas” encajadas en la página en blanco con honradez lírica y adepto a su tradición poética son código y testimonio de una necesidad que lo impulsa, son ese camino que Milho ha emprendido hacia un interior común, que lo absorbe y lo sosiega, lo proyecta y lo abruma con la premura de unos versos sólidos, en estado de ebullición porque es la gracia del torrente en ansias, que sucumbe a lo ignoto del Ser, porque es la poesía –lo ha comprendido, dice en su Conversación con Luis Cernuda apenas en el primer poema- en que el tiempo moldea mi (su) voluntad como barro inútil, es la escritura de un joven cuya razón por la imagen y la metáfora –se vislumbra tan pronto se traspasa el umbral de sus Erosiones– es ofrecerse a ella en cuerpo y alma tal como deja escrito en su poema final Umbral de las zonas detestables: “Como Flor de Loto concedo lo mejor de mí/ muestro la parte más sublime/ese perfil que deslumbra en el enorme vacío del mundo.”
Me es necesario refrendar que nada de cuanto he escrito justiprecia en mí denuedo alguno sobre teoría literaria ni nada que se le parezca, reconozco sí en estas licencias el sabor que me dejara un encuentro placentero con la obra lírica de Milho Montenegro, apuesto por él como creador; de modo que estas palabras no son una producción sistémica, más no escapo del sentido o propósito de especulación que pudiera asistirlas, identifico -en el de él- mi testimonio del tropezón con algunos de sus poemas y dejo libre todo intento por vislumbrar que en la lectura de poesía se insertan brazas ajenas a ella que le avivan el temple del ánimo. De eso sí soy total responsable. Avivar el ansia por la lectura de Erosiones, un principio de intencionalidad que respira en estas palabras.
Milho Montenegro
(foto: Arlan Gálvez Alonso)
Milho Montenegro (La Habana, 1982). Poeta y periodista. Licenciado en Psicología General por la Universidad de La Habana. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Ganador de diversos premios y reconocimientos nacionales e internacionales, entre los que destacan: Premio en el I Concurso Internacional de Cuento Breve Literatura Fantástica (2016), Premio Nacional de Poesía Pinos Nuevos (2017), Premio Beca de Creación Prometeo en el XXII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, Premio Nacional de Poesía de Amor (2017), 2do Premio Internacional de Poesía El mundo lleva alas 2017 (EE.UU). Colabora como entrevistador y reseñista en varias revistas dentro y fuera de Cuba.
Racso Morejón
(foto: cortesía
del autor)
Racso Morejón (La Habana, 1965). Poeta, crítico literario, promotor cultural, fotógrafo y editor. Ejerce el periodismo cultural, la fotografía artística y el fotoperiodismo para diversas publicaciones culturales. En agosto de 2018 se radica en la ciudad de Santiago de los Caballeros, República Dominicana.
Poemas suyos han aparecido además en las antologías Pájaros Azules, Editorial Letras Como Espada, España, 2018; Desde la playa, Editorial Letras como Espada, España, 2017; Mares de papel, Editorial Letras como espada, 2017; Los pasos encontrados, editora aBrace, Uruguay, 2016, El Libro Verde, editado por el Festival Internacional de Poesía de La Habana y el Gobierno del Estado de Tabasco, México, 2011; El ojo de la luz, selección de poetas y artistas plásticos cubanos, edición bilingüe impresa por Diana Ediciones, Italia, 2009, Unidos por la Poesía, Ediciones Mañá, España 2008; Rapsodias, selección de poesía contemporánea, Editores Bianchi, Montevideo-Brasilia, 2006.
Gracias Yosie Crespo. Gracias Milho Montenegro. Gracias conexos.org. Gracias poesía!!!