Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Instinto y otros poemas

DELIO REGUERAL

 
Instinto
 
Llevo el futuro clavado en la memoria, oculto en el olvido, en los secretos que anticipan el ciclo que termina cuando se repite la historia. Solo conservo el instinto, lo llevo disfrazado de carga y cuando insisto soy la amarga realidad del individuo.
 
 
 
Estepa del Silencio
 
Los corderos abandonaron por la metrópolis
al pastor; cansados del perro, adoptaron
hiena y pienso y corral, por campo y pasto.
Monsanto, monje perezoso, esquilando escrotos,
llegó al Congreso por los excesos.
Ahora son soldados las ovejas, casi repican cascabeles;
los guías despiden los metales
que viven en un papel mojado de orina.
Está enojado el guerrero frío y sin techo,
vuelve a ser honor viajado, estepa del silencio.
Paren hijos capaces del terror.
El único filósofo tribal mella la herida para sanar
el pus que se anula en reflejo lunar acusador.
Testigo del chivato, amarra convaleciente un cólico,
obstruye felicidad, hace pasado.
Común, el médico burlón, inquisidor,
registrando cadáveres abandonados,
mendigando cuerpos y anotaciones,
invade a ciento cincuenta niños
y solo tres son radicales ocultos
en la química del después.
Y ya no amagan, no son mares los lagos
ni se desbordan los ríos rojos por ser caspios,
ningún mar verde le duele al Caribe,
hijo bastardo del Atlántico que muere
en el Cabo de Hornos y en el amarizar
del Labrador, donde no hay pesca de hachas,
crecen perros-guía del Java.
Los programadores del Alborán
garantizan oasis; los mamíferos, al nadar, intimidan.
Tus caricias solo duelen cuando se hacen apuestas.
Al tiempo le faltan pocos segundos para el encuentro.
Antiguas amantes de Coppelia mezclan otra vez la ensalada,
toman control de antojo bobo, algunas son útiles
cuando las muelas del juicio sobran.
Los dientes duelen al salir y luego ayudan a comer.
Los errores calculados son ecuaciones del perdón.
Subida en la azotea del cofre vano,
la huérfana vacila una última cuerda floja;
es anuncio secreto para los perdidos
en su penúltimo salto de miedo.
Regresan sin él a cuestas
y traen al Trópico de Cáncer,
una vez jugador en el Paralelo Cero.
El deseo muerde, áspero, en faces medianas,
los dardos venenosos que mutilan el bolsillo
en veda, permanentes, actúan de vicio
y, lejano, el alto llano de los paisajes
esconden sus pilares abiertos a la caída inevitable de las tribus.
Ya nadie puede, ellos nada pueden, a pesar del poder de las criaturas
que se esconderán en los febreros bisiestos,
anhelando el veintinueve para no celebrar
el triste festín de sus naufragios.
William se hace héroe después de la pérdida.
Empieza a esperar la hembra desde allí, sonríe
sabiendo del trayecto en gramos del Soy,
y coquetea con una caricia desde los cintazos,
sueña la falda su crecer inevitable.
El frío se rinde ante el perdón de los culpables.
La ejecución fue pública. Por decreto.
Más allá de la caída que sigue,
la misa, roba un gallo, apuesta su espolón.
La intriga, mella de limalla, recoge imantada
su conclusión heroica, el óxido.
 
 
 
Desanido, inhalable
 
Los pellets no son de la cura la serpiente,
hacen de gitanos por Bangladesh.
Las damas del bajo mundo regresan,
golpes de ritmo seco sin boleto,
comprando mapas de algunas cosas, al aire sordas.
Muy falsas, mal creer, se vuelven ellas
sin ver asedio fusilado de portal.
Bandera inútil y cuna para el cántico:
ayuna, avifauna, alfil lisiado, ancado.
Engañosas fístulas en ciclostilos dorados.
Apéndices guayabita de posgrados, yugules.
Las púas del alambre y el azul, silaben aquí.
Después crecerán armeros, osunos, mestizos;
sedientos en lantanos, medianos del fingir.
Al final, gracias del alecrín: apetito yoduro.
 
 

Delio Regueral
(foto: Eva M. Vergara)


 

Delio Regueral. Fotógrafo y artista gráfico. [Delio Photo Studio: www.deliophotostudio.com]

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Esta entrada fue publicada el 16/03/2019 por en Poesía.
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