Nada vuelve A José Simón, mi padre Nada vuelve. Los que se van y regresan son otros. Borradas por el tiempo las caricias nos convierten en áridos terrenos donde germinan nuevas emociones Nada vuelve. Con gran pujanza y laboriosidad nos esmeramos en un recuerdo evaporado en algo que se fuga, que no fue como pensamos que había sido. Nada vuelve. Probablemente nunca estuvo aquí aunque la mente voluntariosa lo imagina lo reclama, lo implora, clamando en el remolino de la idea. Pero nada vuelve. Si es que algún día existió. Sin embargo, la añoranza le acecha entre las sombras, le sentencia cual pez con ojos de dolor. Le espera como un ave, lenta tras la penumbra. Pero no vuelve, nada vuelve. Estamos tan pendientes de algo que no es real y empeñamos la voz, los sueños y las ansias. Nos mentimos mirando hacia el espejo con gran aplomo e inmenso furor. Pero no vuelve. Y no podemos pensar lo que nos pasa. No esperamos que vuelva quien estuvo sino lo que soñamos que volvía. Ese abrazo gentil que un día inventamos. Nada vuelve. y si vuelve no exijas, no reclames, ponlo en un sitio como un galardón que cuando ya no querías ostentar te ha llegado en un sobre, sellado, mutable, incierto. El estafador Para HB (cabeza) estafador profesional Este sofista que ha embrutecido tanto y ahora vende brutalidades; esta mezcla de Goya, Tiziano y Landaluce; este torpe y terco jugador de ajedrez. Tiene un modo magnífico de extender las manos pero aún más magnífica es su manera de recogerlas cargadas de botijas, de cofres, de pequeñas reliquias. Con la astuta ambición de su mirada teje una historia en el viento y todos se la creen. Luego sus manos se evaporan con la luz pero para ese entonces ya es imposible saber su dirección dónde se halla, por qué recoveco laberíntico se ha fugado. Algún tiempo después reaparecerá en otra plaza en otro hotel, en otro vecindario. …Nadie lo reconocerá. Solamente cuando sus manos se desdibujen en la aurora, despertarán de la tremenda hipnosis. Y volverá a ser tarde, muy tarde, para saber su incierto paradero. Las hojas Las hojas de los árboles me persiguen. En otoño se aglomeran en mi puerta; primero cien, después mil, veinte mil. –Se reúnen, se unen–. Se ocultan de los vientos, del fuego, del remolino que repleta el pozo. Penetran en mi sala, de una en fondo. Cuando el ventilador furioso las expulsa de mi cuarto ellas aguardan en el marco de la ventana de la vieja casa. ¡Las hojas me persiguen! No las hojas en blanco ni las hojas escritas de los libros, sino las simples hojas, las diminutas o inmensas hojas de los árboles. Casi siempre están secas. ¡Beben en la fuente del jardín! Pero aún así continúan carmelitas, grisáceas, arrugadas. El movimiento de ellas se detiene cuando un cansado maletín se abre y el gato sorprende a algunas de las mas esbeltas. Primero las toca suave con las yemas luego furioso les arranca el alma en una mueca ágil que confunde. Ellas llenas de agravios se retiran. El remolino en un descuido las sorprende mientras se hallaban descansando en el portal. Ahora saltan y vuelan en bandadas… Las hojas de los árboles regresan mientras que el mundo se refocila en paz y se fragua otra guerra encarnizada.
Rodrigo de la Luz (1969), poeta y artista cubano. Llegó a Miami en 1998. Ha publicado los poemarios: Mujer de invierno (2012), Poesía viva (2008) y Mío mundo (2010). Poemas suyos aparecen en la recopilación La ciudad de la unidad posible: Selección poética de Miami (2009) y en The City of Possible Unity: A Miami Poetry Collection (Editorial Ultramar, 2011). Los poemas que aparecen en esta revista, pertenecen a su más reciente libro publicado: La luz que se prolonga (Editorial Ultramar, 2012)