Me miré al espejo y me agradó lo que veía. Esta vez el traje no iba a fallarme. Lucía impecable. Atractiva, inteligente, segura de mí misma. A pesar de mi reticencia hacia la ropa, me quedaba bien. Y como todo el conjunto parecía acoplarse en un certero tiro al blanco – rizos dóciles, uñas visiblemente arregladas, maquillaje discreto- decidí darle una nueva oportunidad al traje que había seleccionado con recelo.
Mi reticencia no era superficial. Tenía un basamento sólido y científicamente probado en múltiples oportunidades: el traje me traía mala suerte. Cualquiera que no crea en los caprichos de la fortuna podría reírse y decir que no hay manera científica de probar su existencia. Pero la hay. Desde el momento en que me asaltó la duda sobre la eficacia de mi traje negro de sutiles líneas color marrón, me dediqué a hacer un recuento de nuestra relación empezando por el día que lo compré.
La lista de las maravillas se había quedado reducida al mismo día de la compra. Precio incomparable: una verdadera ganga. Buena calidad. Estilo interesante y delicado. La columna de los pros se limitaba al populachero término de bueno, bonito y barato. La de los contras era bastante más larga. Contenía las fechas y detalles más relevantes de las entrevistas de trabajo en las que había utilizado sus servicios. Puros fiascos profesionales. “Los tiempos están muy duros,” pensé al principio. “Encontrar trabajo se ha vuelto sumamente difícil y competitivo,” me dije a mi misma en otra oportunidad y revisé una vez más el curriculum y la carta de presentación. “No entiendo qué anda mal conmigo,” fue mi última reflexión mientras devolvía el perchero al fondo del closet, lugar destinado para el atuendo de las entrevistas. Ahí fue que me di cuenta que el problema era el traje.
Nunca he sido creyente ni supersticiosa. El brazalete de colores que llevo en el pie es tradición de familia y limpiar la casa con hielo y perfume una vez al mes es solo para refrescar el ambiente. Pero de repente todo resultó sospechoso. No solo el traje había resultado ser la talla perfecta, cosa rara en una tienda donde llegan surtidos de un montón de tiendas diversas, sino que además estaba semiescondido en el primer estante que me dio por revisar esa tarde. Algo me olía mal…miré el traje y hasta pensé en botarlo a la basura y comprarme uno nuevo. Ni para donarlo servía…¿qué tal si le pasaba a otro la mala suerte?
Pero yo soy una persona cabal y sé reconocer cuando las cosas no tienen sentido. Aparté la idea de mi cabeza y puse el traje en su lugar recóndito pero exclusivo. “Que bobería la tuya…” me dije. “Mira que cogerle miedo a una ropa.” Y así fue como, para probarme a mí misma que estaba equivocada, seguí usando el traje para entrevistas.
De más está decir que desde entonces no levanto cabeza. Tengo que dar gracias que me va bien en mi trabajo actual y me tienen consideración, porque lo que es encontrar algo mejor, eso se me ha puesto difícil. Yo sigo sin entender qué es lo que pasa. Antes, en los tiempos que precedieron al traje, solía salir de un trabajo y ahí mismo enganchar el otro. Menos experiencia, menos contactos, menos estudios y si lo ponemos en blanco y negro, más suerte. ¿Qué pudo haber cambiado? ¡Tenía que ser el traje!
Junio 2009: Crispin, Porter and Bogusky. “Te llamamos en unos días. Aún realizamos entrevistas.” La verdad que lo más probable es que ahí fue a mí a la que se le fue la mano. Estaba en la mata de la publicidad y mi posición no era la más ventajosa por no decir competitiva. En cualquier caso, con un poco de suerte cualquiera sabe si me hubieran aceptado al menos para hacer fotocopias.
Octubre 2010: Elite Events and Promotions. De elite no tenía nada pero bueno, algo para empezar. Lo mismo: “te llamamos.” ¡Y mira que la entrevista fue a pedir de boca! Me sentí bien cómoda y parecía que les había caído en gracia a las cuatro personas con las que conversé. Conclusión, aún espero la llamada. En cuanto al porqué de la incomunicación…cualquiera sabe.
Mayo 2011: Miami Dade College. No mucho que ver con mi idea original de las comunicaciones pero un cambio de carrera prometedor al fin y al cabo. “Una vez dentro, las posibilidades son infinitas,” me decía la empleada que me llenaba los papeles. Para un trabajo con tantas opciones, se me antojó un poco limitado. La entrevista fue larga, tediosa, estructurada… y total, al final para descubrir el agua fría, que no tenía experiencia en educación y eso me ponía en desventaja con relación al resto de los optantes. Ah! Y que mi ingles no estaba suficientemente pulido para la posición, ya que tenía que reportarme al Dean directamente y con esa gente si que todo, TODO (con énfasis y bajando un poco la voz), era en inglés.
Julio 2011: American Airlines. Ese trabajito era la vida misma. No solo era en el departamento de comunicación sino que además calificaba para acumular millas para volar gratis. No bastaron las tres rondas de agotadoras entrevistas y el sinfín de papeles y verificaciones. Al final olvidaron mencionar en detalle menor que cambiaría el proceso: la posición era para transferirse a Dallas. Ahora no me importaría, pero entonces mi marido había acabado de empezar a trabajar en una compañía decente, y mi segundo hijo tenía solo seis meses de nacido. Conclusión: No Dallas pa’ mí, ni Dallas pa’ nadie.
Abril 2012: (me tomó un tiempo recuperarme de la decepción aérea) Zubi Advertising. Usé el tiempo para prepararme, y la verdad estaba afilada. Respuestas inteligentes debajo de la manga. Portafolio online. Un detalle de lujo. Poca experiencia, pero imagínate, algo malo hay que tener. Fui a la carga, y de más está decir que la entrevista fue un éxito. La entrevista. Una vez más, no sé qué pasó.
Octubre 2012: Perry Ellis International. Administrative Assistant. Otro cambio de carrera. Bueno, ni tanto, porque en mi trabajo actual he aprendido a hacer de todo un poco y lo mismo soy Admistrative que Assistant.
Revisé mentalmente lo que necesitaba para asegurar la plaza:
Curriculum actualizado e impreso en papel de calidad. Checked!
Referencias y cartas de recomendación por si las moscas. Checked!
Respuestas claras a preguntas modelos. Checked!
Preguntas específicas para finalizar la entrevista. Checked!
Con una sonrisa de satisfacción, pasé revista a la parte visual del proceso:
Pelo, uñas, maquillaje sobrio. Checked!
Zapatos nuevos, negros, altos y cerrados. Checked!
Ajuar de eficacia dudosa realzado por una lista minuciosamente verificada de componentes esenciales….checked!
Me miré al espejo y me gusté a mí misma. Con la autoestima por los cielos pensé, “esta vez el traje no va a fallarme.” Dos días después me llamaron como habían prometido. La plaza era mía. No lo podía creer. ¡No era el traje el de la mala suerte! Era la calle, los trabajos, la economía, la vida misma pero no el traje. ¡Es que quién dijo que un traje determina nada!
De pronto, y lo juro, sin querer, volví a repasar en mi mente los detalles que me llevaron a lograr mi objetivo. ¿Qué había hecho diferente esta vez? Si el traje era el mismo y la mala suerte no tenía nada que ver con eso…entonces no tenía la menor idea de que podía ser. Curriculum, actitud, experiencia, preparación… desfilaron por mi mente solo un segundo…No..eso no tenía nada que ver… Cuando el enigma estaba comenzando a intrigarme de verdad, un destello de lucidez guió mis pesquisas en la dirección correcta. La razón de mi infortunio estaba aún en mi closet, polvorienta y olvidada en la esquina de las piezas que dejan de ser esenciales o que llaman a gritos un reemplazo. ¡Cómo pude no haberme dado cuenta antes de que la mala suerte la traía en los zapatos!
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Me dio muchisima gracia…porque a veces hay que reir para no llorar…Me encanto!
La historia te crea mucha curiosodad, mientras mas lees, mas te intriga.