Recapitulación Al final, tan poco sabemos. De todo nos separó– ¿ una especie suprema de soberbia ?– la inútil sabiduría que con arrogancia acumulamos celosamente : la materia de otra vida que no fue, pero que nos redujo a rafagazos de entrevistos. Quedamos aislados. Quizás, si algo, recuperar el estado de gracia, la efímera inocencia de la infancia, sea, en la insalvable soledad del acabamiento, la locura de empeñarse en ordenar el desastre con los restos de las palabras que declararon breves e íntimas victorias y una demoledora derrota: nuestras ficciones– una página en blanco para ser leída por quién, cuándo. De nuevo y para acabar : Un viejo es un loco que se mira en un espejo. Miserias de la Fe Vida oscura, sus confusos signos– ¿ quién puede desentrañar los designios de Dios ? Acción y palabras– puro vértigo e incertidumbre ; edificar en la arena a pesar de uno mismo–, se nos ha ido la existencia en la tumultuosa fijeza de saber e ignorar lo venidero– vivir partido en dos. ¿ Podemos salvarnos ? Pero, antes, tan poco, por tanto que despreciamos y lo desmesurado más que acongoja, tan ya no humanos, ¿ somos capaces de recuperar nuestra perdida naturaleza ? ¡ Cuán tremendo ser quien se es y que la Fe sea una gracia ! Estado crítico El alma en estado crítico, ¿ qué será de su frágil templo si se recupera contra toda lógica ? Nada excepcional : una reducción. Algo –¿ cuánto ?– habrá quedado atrás en la sala de Cuidados Intensivos. Sin lugar a dudas, tras superar la agresividad de precarios signos vitales, debe instaurarse una apreciación matizada de las cosas– un cambio, que se diría en música, de tempo No fatigarse. Ajustarlo todo a un régimen estricto. Ser el que nunca se imaginó que se podía o se quiso ser. Tan difícil de encajar. Rectificar, para sobrevivir, el imperioso y gratificador desorden del deseo para que se cale arduamente de la urgencia de más y más de menos y menos ; deponer lo postergado a justificarse en unas ardientes postrimerías. ¿ Qué clase de imposible tiempo se compra –¿ contra uno mismo ?– y a qué precio, debe adquirirse sin regateos, para apostar a unos frágiles años más ? ¿ Puede tan absoluto despojamiento deparar la imprescindible salvación ? Vuelta al principio. Cambridge Amanece en Cambridge. Al otro lado del Río Charles. más allá de los árboles. los perdurables edificios de Boston. Una joven pasa corriendo por el lujosamente verde Memorial Drive. se preparan para una eterna regata. Los dormitorios se ladrillo rojo de MIT se alzan armoniosos del renacido césped de un verano tardío. Los pájaros picotean en la hierba en la que brotan mínimas flores amarillas. La vida ha decretado una tregua inviolable en este sitio. y en el amable silencio donde son posibles todas las conversaciones. se respira en paz. Liana pasó cuatro años aquí y un sueño imposible se hizo realidad. El río Charles sigue deslizándose inmóvil. Cambridge, 1 de junio de 1987
Armando Álvarez Bravo, poeta, crítico literario y de arte, ensayista, narrador y periodista. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua; correspondiente de la Real Academia Española y la Academia Norteamericana de la Lengua Española; y vitalicio de American Translators Association. Fundador y ex presidente del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Su obra poética la componen: El azoro; Relaciones; Para domar un animal; Juicio de residencia; Las lejanías; El prisma de la razón; Naufragios y comentarios; Trenos; Cabos sueltos; Poesía en tres paisajes (Rastros de un merodeador nocturno, Noticias de Nadie, Sólo se puede confiar en la soledad); La belleza del físico mundo; A ras de mundo. Poemas escogidos, 1964-2006; Cuaderno de campo (1996-2008) y Poemas para la Princesa.