Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Poemas de Ángel Guinda

ÁNGEL GUINDA

NO

Soy un claro interior, el porvenir

de una puerta que siempre está atrancada,

la trampa de vivir y ver morir.

Contra la destrucción de la conciencia

bramo, reviento, clavo en Dios los codos.

Soy un zarpazo roto de paciencia.

Una luz que, arañando los escombros,

borra la niebla y sigue hacia adelante.

Un hombre con la sombra hasta los hombros.

Como hambre y bebo sed con todos

los condenados a escarbar la nada.

Esto no es un poema, es un desplante.

Profundamente grito un no rotundo.

Yo no quiero vivir en este mundo.

EL VINO ROJO es la sangre de la Tierra, la sima del que pierde su trabajo, la soledad de los deportados. El vino rojo es la sangre de la guerra que yo bebo en el cráneo de Goya. El vino rojo es el menstruo concentrado de la mujer que sufre y se subleva. El vino rojo es la sangre de los pobres: ¡la ebriedad que produce es mi riqueza!

LOS CABALLOS

                            

                                                   Sé que el vino conduce a la embriaguez

                                                   y sé que la poesía conduce a la pasión.

                                                                       Salah ‘Abd al-Sabur

 

Retumban en mi calabozo pisadas avanzando, avanzando.

(Será el trotar de cascos de los caballos desbocados

que son mis pensamientos abriéndose paso entre la

lucidez, la hostilidad, el abarrotamiento.)

En ese calabozo hay tantos encuentros y abandonos;

tanto fragor, turbiones, mundos; tantas riadas y

avalanchas, que sus barrotes van a reventar la cabeza que es mi calabozo.

¿Adónde lleva el espanto a estos caballos?

¡Trotan y trotan caballos avanzando, avanzando hacia

la lejanía; atados a sus sombras, sin un destino fijo,

cegados por el sol!

NO SÉ QUÉ ES UN POEMA

No sé  qué es un poema.

¿Un poema es la fórmula de una sed de infinito?

¿El reguero de sombras que deja toda huida?

¿El luto o polvareda de lo que ya no está?

No sé qué es un poema.

¿Un poema es la nube tensamente impalpable

a la que uno se agarra si cae desde el vértigo?

¿Es la soga de luz con la que ahorcarse uno?

¿Un poema es la nada que nada en lo imposible?

¿Es lo que dice o lo que no dice?

Uno escribe el poema sin saber que lo escribe,

sin saber lo que escribe.

¡No sé qué es un poema!

 

YO NO PUEDO ESCRIBIR en el aire.

(Intuición es una ventana con los cristales limpios.)

Yo no puedo escribir en el crepúsculo.

(Iluminación es la ventana sin cristales.)

Yo no puedo escribir en el fuego, en el vapor, en la espora.

(Visión es aparición ojos adentro.)

Ni creo que el vuelo del tordo sea un papel de calco.

(Goya pintó los desastres de la guerra. Yo cantaré los horrores de la paz.)

¡Cantaré! Con los seis ojos de los abulones, con las castañuelas de los rastrojos en llamas, con los cencerros del ciclón. Espoleado por el caos.

¡Entonaré el duelo de esta época opaca por la brutalidad, las retinas desprendidas del hostigamiento y el aspa tartamuda de la aflicción!

(Tengo miedo cuando abro los ojos.)

LOS INMIGRANTES

Los inmigrantes caminan por las calles con mortajas al hombro, lápidas al hombro, cruces al hombro, lágrimas al hombro, corazones en las manos, el cielo sobre un desierto en su mirada. Con una familia y un país escondidos dentro de la cabeza.

Los inmigrantes tienen muchos hombros, muchos corazones, muchas manos, muchas piernas.

Entran en las tiendas, en los bancos, en los locutorios, en los bares: con fotografías enmarcadas bajo un brazo, con féretros bajo el otro brazo.

Nadie ve esas mortajas, esas lápidas, esas cruces, esas lágrimas, esos corazones, esas familias, esos países, esas fotografías, esos féretros, cielos ni desiertos.

No nos miran a los ojos: ¡saben que somos ciegos!

 CERCA DE LA LEJANÍA

Estoy lejos del tiempo, estoy en todo

lo que se va tragando el infinito;

pegado a ti: ¡estoy en lo que he escrito!,

libre de horror, afán, prisa, cruz, lodo.

 

Dentro del aire me desacomodo

y a la desolación me precipito:

mudo, sereno, intenso. (Me limito

a no ser más que un espectro beodo.)

 

No veo el horizonte, nada pienso.

¿Ruedo? ¡Floto!, invisible: por el mundo

de la ausencia, que nadie ha traducido.

 

Fuera de mí, a solas con lo inmenso:

en el descanso de lo más profundo,

en el olvido que es haber vivido.

Ángel GuindaFoto: David Francisco

Ángel Guinda
Foto: David Francisco

Ángel Guinda (Zaragoza, España, 1948) reside en Madrid. Autor de la Poética Arquitextura; de los manifiestos Poesía útil y Poesía violenta; del ensayo El mundo del poeta, el poeta en el mundo;  de los poemarios Vida ávida, Conocimiento del medio, La llegada del mal tiempo, Biografía de la muerte, Claro interior, Espectral, Caja de lava y (Rigor vitae). Premio de las Letras Aragonesas. Premio Imán a toda su trayectoria.

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Información

Esta entrada fue publicada el 10/03/2013 por en Poesía.
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