El Buti y Wilfredito llegaron muy temprano al condominio para testear las alarmas. Había equipos que ya no funcionaban y el inspector de bomberos le había dado una semana al board para poner los sistemas al día; si las cosas no estaban listas el viernes comenzaría el desalojo preventivo de los vecinos.
El Buti y Wilfredito volaban por las escaleras cambiando la cablería vieja y los equipos rotos, el sudor les empapaba la ropa. El Buti ya se estaba cagando en la madre del supervisor que les asignó ese trabajo cuando Herminio Villuendas, vecino del lugar, apareció ante ellos con dos vasos de agua helada y café recién colado. A los dos hombres les volvió el alma al cuerpo.
A partir de aquel lunes, bajo el auspicio del café cubano, comenzó el intercambio entre Herminio Villuendas y los dos operarios.
–Yo soy de Cienfuegos.
–Yo de Marianao.
–Vinimos en balsa.
–Llegamos con lo puesto en el año 60.
–Para comprar la balsa crié un puerco.
–Lo de la Cabaña fue una cosa tremenda.
–Tengo un chamaco aquí y otro en La Habana, quiero ver si lo saco.
–En el 67 inauguré mi ferretería en Flagler.
–Llevo seis años en esta compañía.
–Allí quedó mi novia que se hizo miliciana, gracias a Dios pude sacar los viejos y a mi hermano.
A la altura del jueves el Buti y Wilfredito ya tenían el trabajo terminado, Herminio no les había fallado con el café y el agua varias veces al día. Así con las reservas mutuas casi vencidas y al final de una anécdota el diligente Herminio les preguntó: ¿Muchachos por qué no se quedaron a luchar contra aquello?
Wilfredo hizo silencio, fue a la Guerra de Angola a pasar el Servicio, juró por cinco años y viró con los grados de teniente. Por los días en que agarró la balsa todavía era oficial en activo.
El Buti, que siempre fue gusano, comenzó a disculparse: “Es que aquello es candela si te agarran Herminio”.
–Yo lo que veo, es que si los que están allá no luchan y se enfrentan, nunca va a terminar la tiranía.
Herminio volvió a su townhouse. El Buti y Wilfredito terminaron de cambiar unos cables en la sección final del condominio, al día siguiente pasaría la inspección de los bomberos, el temido Fire Marshall.
A las seis de la tarde, cuando casi se iban, el Buti dejó solo a Wilfredito. Caminó hasta el townhouse de Herminio y le tocó la puerta.
-Eh ¿ya se van?
-Sí Herminio, ya nos vamos, mañana es la inspección y tenemos que estar aquí temprano, pero antes de irme quisiera hacerle una pregunta, con el mayor respeto. ¿Por qué no se quedó usted para tumbar aquello?
Hubo un breve silencio y al final de este Herminio respondió.
-Es que a mí me quitaron tres bodegas y dos apartamentos. En ese tiempo estaban fusilando, imagínate, que iba a hacer yo allí.
Entonces el Buti, que nació en el 70, cuando ya todo estaba “atado y bien atado” comprendió que Herminio compartía su vergüenza y se despidió de aquel hombre, al que había tomado afecto en poco tiempo. No se preocupe Herminio, es que me entró la duda, tenga usted buenas noches.
Buti arrancó el camión y Wilfredito puso la radio.
-¿A dónde fuiste brother?
-Fui a ver a Herminio pa’ preguntarle algo.
-Y eso man.
-Guanajerías mías -concluyó el Buti medio contrariado y le subió el volumen a la radio.
Al día siguiente el Buti y Wilfredito llegaron muy temprano con los planos, serían poco más de las siete. Buscaron un lugar donde sentarse porque el Fire Marshall llega cuando le da la gana y si no estás, arranca.
A los veinte minutos de espera los sorprendió a sus espaldas un vigoroso “¡Hola muchachos!”. Herminio Villuendas estaba otra vez antes ellos con dos vasos de agua fría y las tazas de café recién colado.
EDUARDO MESA (La Habana, 1969), fue fundador de la revista Espacios, dedicada a promover la participación social del laico. Coordinó la revista Justicia y Paz, Órgano Oficial de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y el boletín Aquí la Iglesia. Formó parte de los consejos de redacción de las revistas Palabra Nueva y Vivarium. Ganador de los premios de poesía Ada Elba Pérez y Juan Francisco Manzano. En la actualidad colabora con las revistas Convivencia, Misceláneas de Cuba e Ideal y edita el blog La Casa Cuba, donde trata temas relacionados con la fe, la sociedad y la cultura. Ha publicado en narrativa El bronce vale y otras crónicas (Editorial Silueta, 2011). Reside en los Estados Unidos desde el 2005.
Un cuento bien escrito, que en su brevedad y sencillez muestra una gran realidad de la tragedia cubana.
Gracias por su comentario. Un cordial saludo.
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Gracias por su comentario. Un cordial saludo.
Eduardo
la verdad de los cubanos…
Gracias Marite, un saludo a la familia.
Gracias Marite, un saludo a la familia
Muy bueno Eduardo. Conciso, directo y tajante, pero… pero pienso que ni Herminio debe sentir vergüenza por no haberse quedado a pelear por lo suyo, ni el Buti debe hacer preguntas, de las cuales ni el mismo tiene la respuesta. Estimado Mesa el momento es de dejar a un lado ese cuestionar al otro y dejar a un lado lo que se debió hacer y no se hizo, y ahora unirnos todos en una idea única: la de reconstruir a la nación cubana. Pienso que el viejo Herminio le pudo preguntar al Buti con … y cuando todo aquello se acabe, navegaras en tu balsa de vuelta?
Un abrazo.
Gregorio gracias por su comentario, no es mi intencion cuestionar a nadie, solo es un relato, aunque leyendo su nota he recordado una frase de Jose Ignacio Rasco que me gusta mucho. La comparto con usted. Un abrazo.
«Para tranquilizar cualquier ánimo vengativo podríamos reconocer que todos tenemos, por acción, reacción u omisión, algún nivel de responsabilidad nacional en el proceso histórico cubano. Nadie debe, pues, tirar la primera piedra. Nadie está libre de pecado en cosas de patria.»
¡Te felicito, Eduardo! Un cuento corto puede llegar a ser una verdadera obra de arte. Es un género más difícil que la novela.
Gracias Gerardo, un abrazo.
LLega hermano mio, llega profundo. Gracias. Ese verbo encendido tuyo, es orgullo nuestro.
Gracias mi hermano, un abrazo.