(Homeless)
Pasar la noche en cualquier sitio –monte, litoral, zaguán- entre la sequedad de unos cartones. Cada uno ha sido casa, pequeño gueto acosado por los perros. Yo, que a merced del cielo, paso muchas noches de tal modo, digo no es cuestión de juego. Bien puedes aullar como un perro, perder el pulmón, anestesiar la tapa de los sesos.
(De un ñáñigo a sus amigos)
Me dejé engañar. Hacer cortes transversales. Prometieron un saldo, casita llena de utilidades. Creí. Acaté todo el lenguaje de la congregación, sin tiempo para amar lo más espléndido. Era feliz. O lo supuse. Cifra, conformismo y orden asonaban interminables. Pero igual a cápsula volvía, monitoreando la posibilidad de cernir el tema. Desviar, enderezar el carro es cuestión de alto y variado puntal. Ahora soy público escándalo. Estoy tranquilo.
(Rogación de cabeza)
1
Mal vestido, huesos a flor de piel, chupando golpes de tiempo
con las afirmaciones del último año
con dolor de cabeza sin cabeza
dolor silvestre, nómada, planetario
2
“No tienes nada
baño con flores blancas, leche, azucena, cascarilla
abrecamino y siguaraya.
Lleva una ofrenda al Viejo
otros ya fueron
una ofrenda es una ofrenda”.
3
Que así sea
pero cómo explicar la tragedia de un país
este dolor, esta desazón no curativa.
Dí, pobre Viejo, muchacha del Sol Naciente
dí, Gran Silencio
ahora que estoy frente a ti
rogando mi cabeza.
4
Corténla. Que se pueda escuchar “maldito, maldito”
debajo de mi lengua, a ras de la tierra.
Dejénla colgar
subastada en la tribu cívica
una foto –no más- para el show estelar del siglo.
5
No llores por mí, sacerdotisa
ofrecí lo que está debajo de mi lengua.
Luché. Crecí. Amé.
(Como un cuadro en la pared)
La yerba que camina por las manos. Vieja conversación extraviada entre júbilo y ocio. La densidad fragmentada de un cielo gris. Un escalofrío comiendo sigiloso. Otra ceremonia uniformada, pasatiempo nacional. Sentarse minucioso encima de una calle. Algún vértigo y otras cosas que no quiere pronunciar.
(Persianas bajadas)
En la Habana, Patrimonio Mundial, suben hacia abajo los edificios con la misma lasitud de una planta. Los rastreadores no pueden explicar la física interior que los mueve ni qué los empuja a romperse, pero acuden, displicentes, graves, tras el estruendo y la tolvanera para buscar vida entre los escombros, para vender la vida incrustada en los escombros.
ALBERTO BASABE GONZÁLEZ (1965) Licenciado en Artes y Letras por la Universidad de la Habana. Poeta. Premios en Concurso de Talleres Literarios. Ha sido publicado dentro y fuera de Cuba. Libro en proceso de publicación. Maestrante de la Maestría de Estudios Culturales (Perú-México). Ex integrante de Omni-Zona Franca. Actualmente reside en Malawi, África.