La yegua
La yegua retoza suavemente sobre el rocío.
La sombra informa sus maneras humildes,
sus pruebas de grandeza.
La yegua es suave y fuerte. Le da lecciones al sabio y al dragón.
Ella no sangra.
La luz me sigue.
Es probable que pierda mi camino
pero no necesito hacer brillar la luz delante de mí.
He sido desbordada. Acepto las escrituras
y no acepto laureles.
Amortiguo perpleja el desconsuelo.
No viajo.
Tengo cuidado.
Perdí la mampara y ahora estoy desnuda
y todos pasan a mirarme.
Los trapos de fina seda cuelgan de mi ventana.
Tampoco acepto los degüellos
y al cruzar el agua no miro para atrás
pues me ahogaría.
Ofrendo el corazón mejor que el oro.
Miro sin pena y sigo porque me espera un pozo.
Esa yegua soy yo
cuando me dejan serlo.
Elena Tamargo (La Habana, 1957). Germanista, filóloga y doctora en Letras Modernas. Destacó como traductora de Friedrich Hölderlin, así como por su trabajo como académica, ensayista y poeta. Vivió desde comienzos de los 90 en México hasta que en 2008, cuando falleció su marido, se mudó a Miami. Entre sus obras destacan «Sobre un papel mis trenos», «Habana tú», «El caballo de la palabra», «El año del alma», «Poesía de la sombra de la memoria» y «Bolero, clave del corazón». Tamargo obtuvo el Premio de Poesía de la Universidad de La Habana (1984) y el Premio Nacional de Poesía «Julián del Casal» (1987).
Gracias por este bello poema de Elena Tamargo que con su adiós adquiere una fuerza expresiva enigmática y premonitoria.
Alberto Lauro