BROTES DE ANTURIO
La mano sobre el pecho, de virgen otra vez, que el piyama de flores descubre. En la cama ella se quedó inmóvil. Es tarde, es hora de la ronda del auxiliar de turno. El claroscuro tiñe todo de gris, el firmamento, el patio, el camino de acceso. Hay griteríos, cuchicheos, alguien corre, traen silla de ruedas; una ambulancia llega, la transbordan. En la mañana, la luz se filtra al cuarto por la rendija de la cortina. Brotes de anturio rojo han nacido en el tiesto que ella solía regar. La auxiliar limpia, saca el pote de anturios y cancela la puerta con cerrojo.
FUEGO
Dos niños, un leño y unas piedras, unas chispas de fuego recuerdan al pariente Cromagnon; hay hojas en la tierra, semillas, deyecciones de pájaro que el sol ha calcinado. Hay fogonazos de pólvora en el cielo, un trozo de carbón arde, una caldera hierve. Hay chispas en un tubo de escape, en un poste de luz. Algo explota en un tren en movimiento. Una llama se apaga bajo un vaso; un fósforo se extingue entre los dedos. Una mujer enciende el cigarro de un hombre.
Él cierra la persiana.
El viento atiza los restos de una hoguera.
ROJO
El sol
sobre los árboles
y la vegetación,
la ventana
y la puerta
abiertas
de par en par.
La mesa con mantel
es esfera celeste
ante la luz,
los vidrios
del portón,
paneles
de luz dorada.
Pero el rojo,
es la revelación
prodigiosa
de la luz.
La pared rojiza
es urna de terracota,
es ladrillo,
arcilla,
lienzo,
fruta.
Una mujer se acerca,
tiene llanto
en las mejillas
y una cicatriz
en la sien.
Ella se tiende
en la claridad roja,
sus lágrimas
se secan,
la cicatriz
se disuelve en la piel.
POSTOPERATORIO
La mesita,
la taza,
los restos
de almíbar y café
cristalizados.
Dos rajas de limón
cortado hace tres días.
Mosquitos que recorren
las tripas de la pulpa.
Frascos de vidrio
con azúcar
y miel seca.
Todo está en orden.
Hay talco en el resuello
las sábanas, las fundas,
talco aún en los pies,
el pijama y el suelo.
Todo está en orden.
Reflejos de Vermeer
en los objetos,
en el rostro de cera
en las marcas
de la crucifixión
con agujas de suero.
Parece que él durmiera.
XIMENA GÓMEZ. Colombiana, psicóloga, se especializó en educación y creatividad en Colombia. En su país trabajó como docente universitaria y ofreció talleres, seminarios y proyectos para el fomento de la lectura y escritura en los niños. Llevó a cabo talleres sobre cuentos fantásticos con niños y profesores y escribió sobre lo fantástico. Al llegar a los Estados Unidos estudió lenguaje y traducción. Poco después empezó a escribir poesía. Trabaja como profesora de español como segunda lengua en Miami-Dade College y como traductora. Poemas suyos han aparecido en diferentes medios digitales y algunos se han traducido al portugués. Reside en Miami.