Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Hace unos días

REINALDO GARCÍA RAMOS

 

Hace unos días, en su ciudad natal de Santiago de Cuba, falleció el poeta y crítico de arte Antonio Desquirón Oliva. No sé aún muchos detalles, ni es crucial detallarlos, sólo me han dicho que abandonó este mundo en las primeras horas del 30 de abril, a consecuencias de un infarto. Pero quiero imaginar que su muerte se produjo de la misma manera en que él había vivido: con serenidad y nobleza, con mirada a lo lejos, con esa calma de pueblo adentro y esa sabiduría elemental que siempre mostraba, y ojalá que también con cierto humor, cierta ironía, en el mismo tono sencillo que siempre aparecía en su conversación sobre cualquier tema. En sus palabras, en sus escritos, y sobre todo en sus poemas, siempre se filtraba un sosiego, un “no es para tanto”, un jugueteo con acento oriental, que parecía colocar las cosas en un marco de menor dramatismo que el supuesto inicialmente. Ese era su modo de transitar por las adversidades y los placeres, y así quiero pensar que terminó su existencia, con una leve sonrisa ante la fugacidad de las cosas humanas.
  Fuimos amigos desde fines de los años 60, cuando él todavía confiaba en graduarse en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, y ejercer la Licenciatura en Lengua y Literatura Francesas. Era muy amigo de Carlos Victoria y seguramente fue este quien nos presentó. Desde el principio admiré la seriedad de Antonio, su intelecto asentado, la profundidad de sus ideas y de sus juicios estéticos y sus percepciones sobre el arte y los seres humanos, pero también su carácter dulce, juguetón, que rechazaba de plano los extremos. Además, teníamos en común el amor por la lengua francesa y por su deslumbrante tradición literaria. Cuando me marché de Cuba en 1980, le dejé todos mis libros en francés; nadie como él entre mis conocidos podría valorar tanto aquellos pequeños tesoros que yo había ido acumulando durante años.
  Poco después supe que no había podido terminar la carrera de Letras: fue víctima de las llamadas “depuraciones” que se hicieron en esa época sombría en las universidades de la Isla. Casi enseguida se marchó a Santiago y matriculó en la Universidad de Oriente para estudiar arquitectura, pero de allí también fue expulsado al cabo de cierto tiempo. Su destino doloroso comenzó así, con esos golpes a su formación y a su integridad. Su vida estuvo marcada por esas adversidades, pero él nunca se dejó amilanar, nunca permitió que las agresiones de un medio hostil le agriaran el carácter ni le impidieran trabajar con dignidad, con buena voluntad, con fe en lo mejor de las personas y la cultura. Nada lo pudo privar nunca de la capacidad de vivir, de pensar claro y de escribir.
  Siguió disfrutando de lo que tenía a su alcance, de su entorno santiaguero, de sus amigos en esa ciudad; amaba su origen oriental, las tradiciones y costumbres de su tierra. Y siguió escribiendo, sobre todo poesía, muy buena poesía. Al morir su madre, se quedó solo en el caserón de Cuabitas, en la carretera hacia Puerto Boniato, donde había pasado la mayor parte de su vida, y siguió resistiendo y tomando con calma las cosas.
Años después logró terminar en Santiago ciertos estudios de historia del arte, no tengo los datos precisos, y empezó a trabajar en una galería de arte de esa ciudad. La galería está o estaba vinculada con una empresa suiza, y eso le propició un viaje a Ginebra y París en 2001, la única vez que pudo salir de Cuba, que yo sepa. Desde un tiempo antes, poco a poco, había ido publicando poemarios suyos en las editoriales no oficiales de Santiago y en los cuadernos que por entonces sacaba en Madrid el poeta David Lago, las Ediciones Timbalito. Con tenacidad, Antonio parecía demostrar con esos hechos que, al fin y al cabo, su obra y su persistente labor se habían impuesto a los contratiempos.
  Nos abandona a los 68 años, pero nos deja una obra poética sólida, más de una decena de poemarios publicados, un libro inédito de memorias y reflexiones al que dio el gracioso título de “Comida china o muévete lengua”, y seguramente mucho material disperso y valioso. Su labor está asentada ya, por derecho propio, en el mejor destino de la cultura cubana, el de la libertad y la esperanza.
  A principios de 2004 decidí organizar una sección de reconocimiento y homenaje a su poesía en mi revista digital Decir del Agua. Él aceptó ayudarme en ese proyecto y me envió muchos materiales sobre su vida, fotos entrañables, algunos de sus libros y muchos poemas inéditos. El homenaje apareció en abril de ese año1. Para ese espacio, le pedí a Carlos Victoria que escribiera algo. En un hermoso texto que recibí enseguida y que él tituló “Cuatro décadas de constancia”, Carlos afirma:

Pocos poetas cubanos vivos me despiertan con sus versos el interés de adivinar, averiguar y reflexionar que Antonio Desquirón con los suyos. Su poesía dice al callar, revela al ocultar, orienta al confundir. En esta paradoja está la clave de su originalidad y su mérito.

Valgan esas palabras de Carlos, ya también desaparecido, para cerrar este recordatorio y para invitar a los lectores a acercarse a la breve muestra de la poesía de Desquirón que acompaña a estas líneas. Así se unen, creo yo, los dos viejos amigos en un espacio inexpugnable, custodiado por la convicción de que ambos cumplieron sin falta, en sus respectivos días, el primer deber de un escritor: fueron fieles a sí mismos.

Mayo de 2014

Poemas de Antonio Desquirón Oliva
(recibidos en marzo de 2004 para la sección de homenaje en DDA)

Aviones de combate
 
Como aviones de combate listos para bombardear,
como tren expreso lleno de viajeros,
metidas en sí mismas,
dirigidas a algo mucho más importante,
pasaron,
y les dije adiós.
¿Por qué iban a cambiar sus planes?
Esa noche hubo un chisporroteo de luces
y alguien
dijo que habían entrado a una ciudad:
pensé en ellas con rabia un solo instante,
luego, continué mirando la tv.
 
 
 
Gastaron más
 
Gastaron más de lo que esperaban.
No malgastaron, sino
que todo salió más caro de lo que se pensaba.
 
Anoche, en medio de la noche, un sinsonte:
Sinsonte, cenzontle, sentsontli, voces infinitas
entre los mangos bizcochuelos.
 
Gastaron más, sí,
pero no fue por gusto; fue simplemente
que todo salió de otra manera:
y el pájaro anunció otros días soleados
en medio de la noche.
 
 
 
Café concert
 
1
Lo trémulo y escaso,
lo que no va a quedar,
lo cálido, lo pesado, lo falible.
 
Lo que pueda tocarse, oírse, morderse.
Ni una línea recta
Ni un mandamiento.
 
Lo que me pueda contener:
lo mayor que yo, lo más bello y más fuerte.
Lo que no glorifico ni maldigo, lo otro.
 
2
Por Nochebuena me trajo su regalo:
la yerba de guinea, la higuereta, los arbustos de uvita,
las pellas de barro
de la alfarería.
A veces —de reojo— miré por la ventana.
Me vi, pasé la calle, entré al billar.
 
3
La inmundicia, el calor, la fetidez,
beber el agua tibia,
leer la letra que no está,
disimular la falta.
Indignarse,
no poder más.
 
Diáfana: si quieres,
imagínala
 
4
Entra la luz por el cuadrado
viejo y gris.
Me quedé a mirar si por las lomas
si por el agua de azogue,
si por los cocales y las ciénagas.
Me quedé a ver si se resbala.
 
5
Es hora de irnos:
recoge todo
y ponlo en una bolsa,
no pienses,
ponlo todo aquí,
la gente como tú no puede descansar demasiado
ni ver crecer maíz
ni sembrar fruit d’amour.
 
6
Un florero con jazmín de la india
y dos velas con olor de limón:
ciertamente yo estaba hecho una calamidad
será el amor…— , pero por suerte
lo saqué de casa antes de que
se lo robara todo.
 
7
Besos al aire,
echad al aire más besos
—que no se canse nadie—
miren que en esta fiesta llena de exquisitez
debe sobrar de todo.
Lo trémulo,
lo que no va a quedar,
lo cálido, lo pesado, lo falible.
 
 
 
Orar caminando
 
Recorrí los lugares sagrados
y me detuve en todos.
Oré en todos. Oré mientras andaba. Atendí a todo.
Recorrí el antiguo trazado del ferrocarril:
arrancaron las traviesas
y quedó una especie de camino,
una mujer vestida de naranja,
un perro criollo blanco y negro
y allá abajo —entre las peñas— el arroyo.
¿Un arranque místico?
Querías traerme noticias a la hora del amanecer
—la mejor para traer noticias—
y encuentras el batey caminado, pisoteado, lleno de visiones.
Recorrí los lugares sagrados
para que tu visita
quemara un poco menos.
Nadie te preguntó, aunque oí perfectamente
lo que querías decir.
Se escuchó bien:
fui al otro lado de la casa
y todo estaba quieto,
sólo un par de pájaros
por las maderas rotas
dejaron caer fibras de yerba.
 
 
 
Inundación del río Purgatorio
 
1
Vuelve otra vez.
Repite lo que ya sabemos:
regresa.
Si desaparecen todos los rastros del camino,
si se derrumban todos los tejados de teja
o de hormigón.
Incluso si nada más quedan los árboles
y el Purgatorio arrasa con su puente.
Vuelve.
El campo de forraje ya no sirve,
el platanal se acostó contra la arcilla,
se deslavó el barro,
el asfalto se fue.
Vuelve. Una vez nada más.
¿Bastaría un solo beso? ¿Otro?
¿Bastaría una vez?
 
2
Marina salió al portal
a buscar fresco:
la miraba el lagarto,
el clarín color carne,
la piedra percudida.
No había quietud.
El frente de la casa hedía a cilantro,
que es como decir a sopa.
Huyeron la sombra en la ventana,
el canto del negrito de ojo’asule
(que rimaba con hule):
el agua sacó la mayor parte.
¿No hay que ser héroe?
¿Se puede esperar la inundación?
 
3
Juraba que nunca lo había visto,
le quemaban el costado y las uñas
y seguía jurando.
Yo sí lo vi.
Mientras los vecinos salían con sus esposas
o abrazaban a las chicas detrás de las matas de guayaba,
yo hice lo necesario.
Juraba que ese viejo pagaría,
que todo era un truco para estar bien cerca.
Y pagó.
Mientras los vecinos reparaban sus cacharros
y traían agua desde la cisterna,
mientras el cielo se agitaba
y ya no se podía seguir
jugando dominó.
 
4
Recuerdo bien, y fue sólo unos minutos después del medio día:
comenzaron a flotar palitos y hojas:
cómo pensar que basta con regresar una vez.
Era un clérigo
y vivía justo
frente al camino real, y a su derecha le pasaba ese río:
no era que se conformase con los dos esclavos que tenía,
es que de dónde iba a sacar para más.
Invadir, rajar, torcer.
¡Dios, se están yendo los atajos, los sembrados y las vigas!
¡Se están yendo mi lengua y mi deseo
—aplastar todo
un arroyo así sin importancia—
en una inundación del Purgatorio!
 
5
Al fin has visto.
Lo que pensabas era cierto: cambiaste aquel dolor
por éste,
que se soporta muchísimo mejor.
El cigarrillo y el tazón de café.
Las luces verdes a través
de las rejas,
los faros y el aire de la cuesta
como si ya fuese a amanecer.
Es otra vez la inundación
del Purgatorio.
 
 
 
Merendar en casa de Mimí

a la memoria de M. Bacardí

 
I
Abriré la portería para que todos lleguen
a su hora.
Las palmas de dátil junto a los aguacates
y la línea del ferrocarril frente a la quinta:
nos dijeron que desde hace años no se sentía
un temblor como ayer.
Desde el terraplén vi la poza
entre los mamoncillos,
-un niño encuero saltaba en una roca.
Era fácil en las tardes aquellas
que tú hacías muecas al espejo de la habitación
y el caballo del carretón de lata
no quiso andar más al llegar a la tienda.
 
II
El alma luego se va, luego quiere irse,
no apetece ver más que una repetición
de rayos que no ciegan:
¿Basta?
En las tardes
rotas y olorosas mi alma
se quiere ir.
 
Ahora abriré la portería
y que se pierda ya.
 
 
 
Don Juan
 
Mañana pasarán a buscar más papeles.
Yo entregué todo hace meses,
los papeles enteros y los rotos.
No me importa si se citan
delante de la cerca y la rompen
para entrar de noche.
Cuando atravieses el río
—en esta apartada orilla—,
yo entregaré todo
(todo):
pero no vale la pena que llegues.
 
Ya rompí todos los vasos
para no dar ni agua.
 
 
 
Libra
 
1
Las palabras preparadas,
bórralas.
Lo que pasó por ti antes de amanecer.
Bórralo.
Eso que viste
Bórralo todo. Acaba de borrarlo.
 
2
Por aquí pasó el ferrocarril
y las vecinas, encaramadas en el
camellón sin balasto, platican
las tormentas de amor
de las princesas.
 
3
Señorita, no se tarde mucho:
yo le voy a cuidar los tarecos,
pero no se tarde.
Siempre el dirigible good-year,
el oficial y la escala de soga,
siempre los recortes de mujeres desnudas
del cuarto de su hermano,
la chiva, el traje de bombero.
Se va de viaje
y regresa el jueves.
 
4
Hubo una zanja, sí.
Honda.
Los soldados vinieron buscando alzados
y creyeron que habían abierto parapetos,
nosotros nos fuimos por la carretera
con las almohadas bajo el brazo.
No: es que al “conejo petitoria”
se le pone almendra
y le gusta a todo el mundo.
Almendra, hojas de almendra,
se llenó de hojas de almendra:
el fango entra cada vez que llueve.
 
5
Llueven hojas de almendra
por donde se fue en tren
la señorita.
Los animales comen,
todo está perfecto.

 
1 Revista digital de poesía Decir del Agua, sexta entrega, primer ciclo, abril de 2004, páginas 10 a 14.http://archivodda.com/ciclo1/decir6/decir6_010.htm
 

En primer plano: Antonio Desquirón Oliva y Reinaldo Arenas. De pie: Reinaldo García Ramos. Parque Lenin, La Habana, 1974. (Foto cortesía de Reinaldo García Ramos)

En primer plano: Antonio Desquirón Oliva y Reinaldo Arenas.
De pie: Reinaldo García Ramos.
Parque Lenin, La Habana, 1974.
(Foto cortesía de Reinaldo García Ramos)


 

ANTONIO DESQUIRÓN OLIVA (Santiago de Cuba, 1946-2014). Poeta y crítico de arte. Entre sus poemarios se destacan El lado humeante (Madrid, 2000) y Cómo criar un perro (La Habana, 2003).

 

REINALDO GARCÍA RAMOS nació en 1944 y publicó su primer poemario, Acta, con las Ediciones El Puente en 1962. Salió de Cuba en 1980. Entre sus libros de poesía se destacan El buen peligro (Madrid, 1987), Caverna fiel (Madrid, 1993), En la llanura (Coral Gables, 2001) y Obra del fugitivo, con el cual ganó en 2006 el XI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza en España. En 2010 publicó una novela testimonial, Cuerpos al borde de una isla; mi salida de Cuba por Mariel.

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4 comentarios el “Hace unos días

  1. Ramón Alejandro
    31/05/2014

    Bello y justo. Debe ser publicado en el exilio su «Comida china»; texto de gran poesía en prosa y documento imprescindible para tratar de dar sentido a la dura existencia cotidiana de los cubanos durante estas últimas cinco décadas en la Isla.

  2. JJb
    31/05/2014

    Gracias por entrega de poesía y vida de Desquirón. En particular, Cafe concert me pareció fundamental. J

  3. Lilliam Moro
    31/05/2014

    Me han gustado mucho los poemas de Desquirón. El artículo de Reinaldo Garcia Ramos es un recuerdo emocionado del amigo, pero escrito con sobriedad, respeto y admiración.

  4. Ximena Gomez
    01/06/2014

    Una poesía juguetona, que carece del dramatismo que suele tener la poesía. Gracias a Reinaldo García Ramos y a Conexos.

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 31/05/2014 por en Ensayo, Poesía.
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