Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Bienvenida la sombra y otros poemas

RAMÓN FERNÁNDEZ LARREA

 
Bienvenida la sombra
 
cuando caiga la noche y estén
los vasos ya tranquilos como árboles
talados y olvidado el temblor
de nuestros ojos en el trémulo mediodía
una pequeña luz como un hada
inválida y con las alas ardidas
extenderá sospechosamente una tierra ante ti
y ante nosotros en esa espera
que ya una vez fue renuncia
se abrirá el escenario de fantasmas que vuelven
soldados ingleses de aquellos
que una vez atravesaron la niebla de la habana
marcharán sobre la piedra insomne
del puente inmortal de besalú en la ampurdá
tu infancia trepando a un tamarindo
árbol de difícil pronunciación en este idioma
de nostalgias imperceptibles
y un mar el primer mar de tu infancia
retornará a la orilla de nuestros sueños
tal vez trayendo el rostro de un ahogado
que esperó como nosotros la oscura sombra del silencio
la callada noche extranjera donde regresan
equipajes y anhelos perdidos
cuando todo esté quieto
y la pequeña luz se desangre
leve en el invierno de nuestra extrañeza.
 

Barcelona, 10/08/2003

 
 
 
Belleza y profanación
 
en el canto del agua los dos pies de la muerte los cuatro
lazos impúdicos y su mandíbula desbocada miren mi costado
rebosante de infamias quién podrá decirme
bajo los árboles el nombre
un solo nombre ácido del hachero que rompió la estructura
derribando el ramaje de aquellas frondas soñadas
miren mi diente cómo se precipita
en el lúpulo venenoso del agua que abre
su condición de pájaro muerto

oh el esplendor de tu cintura el claro
de césped en la pupila que se fatiga

oh ese sonido de bestia que trae la noche entre las uñas
y la costumbre llamada soledad como un mantel
que ha cubierto los cuerpos
ensangrentados en la batalla de la penumbra

yo solía remontar el cauce cantaba incluso
con dos botellas a babor de mi lengua
el tímido se transformaba en huella
el jadeante una piedra que miraba contenta
el pie desnudo de cada bisonte

vámonos ya
que es tarde
nada te hará volver al estallido
la adolescencia como jirones de un velo
queda atrapada en el torbellino

se cierra la ventana y una luz parpadea
bajo la horrible voz del agua muerta.
 

Barcelona, 29 de febrero de 2004

 
 
 
Diptongo
 
padre
no todo lo que alumbra es el amanecer lo sé ahora
aprendí
que la lumbre y la paz no reverberan en la vajilla
sino en la parsimonia con que se miran los rostros

ahora hay ausentes en tu mesa
padre
que en los confines no podemos tocarte el olor y la cuchara

la guerra y el insomnio tienden cercas espesas
líneas de alambre que te mutilan y me llega
como un ala de sangre en cada atardecer

padre
negándote aquel mundo que ahora se cae de tus ojos
vine al comienzo de la gran ola
fue un poco negarte el sueño lo he aprendido también
en el extraño pan que nos desune

yo dormí con tus sueños
he aprendido a olvidarlo
con un leve rencor semejante a la queja
de una piedra que se hunde en la niebla de un pozo

tú cerrabas los ojos con firmeza
sembraste
luces en aquel cielo prometido
el cielo era un viejo animal que agonizaba
embistiendo el cristal del horizonte

todo se fue apagando como un alma en el agua

nuestra nave partió
y en la desolación
quedaste tú frente a un plato invisible
donde cae la ceniza de un país

masticas lento
los ojos repletos de aullidos
tal vez así callado
nos bendigas nos busques

ahora estamos haciendo la extraña geografía
que compone la muerte con su rompecabezas.
 
 
 
El otoño a tus pies
 
no soy el mismo
desde
que murió
romy schneider

los últimos años
he vivido
como saltando
de cadalso
en cadalso

y para colmo
habitaba
bajo un régimen
que me quería
feliz
a toda hora

y que exigía
que compartiera
con todos
mi tristeza
mi amor desaforado
mis fortalecidos
músculos del corazón
mi excelente
ocultación de la pena

mi honda necesidad
de romy schneider.

por suerte
apareciste tú

y la vida fue
un poco más tenue
más pasajera
más lisa
una vida
en la punta de los dedos

para olvidar los labios
de romy schneider
y sus ojos torcidos
que jamás
serían míos

por suerte
me ofrecías

una vida contigo
que eras tú
toda tú
más tumultuosa
más serena

una vida
en la punta del corazón

como el amanecer
de un fantasma.
 

Ramón Fernández Larrea (Foto cortesía del autor)

Ramón Fernández Larrea
(Foto cortesía del autor)


 

Ramón Fernández Larrea. Poeta, humorista y escritor para radio, televisión y cine. Obtiene en 1989 el Premio Nacional de Radio y Televisión «Caracol», de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Entre 1988 y 1991, aún en Cuba, realiza el espacio «El programa de Ramón», con el que obtiene el Premio Nacional de Radio Joven. Se exilia en Canarias y finalmente se asienta en Barcelona, donde realiza desde 1999 programas radiales para la emisora barcelonense Radio Gladys Palmera, de la que fue fundador. Ha colaborado en diversos documentales de cine escribiendo textos y guiones, así como haciéndose cargo de la banda sonora de la película cubana «Guantanamera». Actualmente reside en Miami. Ha publicado los libros El pasado del cielo (Ediciones Unión, La Habana, 1987), Premio Nacional de Poesía «Julián del Casal», Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1985; Poemas para ponerse en la cabeza (Editora Abril, La Habana, 1989), Premio XX Aniversario El Caimán Barbudo, La Habana, en 1986; El libro de las instrucciones (Colección Ciclos, UNEAC, La Habana, 1991); Manual de pasión (Universidad de Guadalajara, México, 1993); El libro de los salmos feroces (Ediciones Extramuros, La Habana, 1995); Terneros que nunca mueran de rodillas (Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, 1998), Premio de poesía Julio Tovar en 1997; Cantar del tigre ciego (Editorial Arlequín, Libros del arrayán, Guadalajara, México, 2001) y Nunca canté en Broadway (Linkgua: Barcelona, 2005).

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Esta entrada fue publicada el 07/09/2014 por en Poesía.
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