Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Elegía a la infancia y otros poemas

Roberto Valero (Matanzas 27 de mayo de 1955, Washington, D.C. 23 de septiembre de 1994). Poeta, ensayista, novelista, explorador por excelencia. Después de ser expulsado de la Universidad de La Habana por sus creencias, saltó la reja de la embajada del Perú y fue uno de los 10,800 cubanos que llegaron a los EE. UU. por el Mariel. Poco más de un año de su llegada recibió una beca de la Universidad de Georgetown en Washington, donde estudió y dio clases hasta terminar su doctorado. Entonces obtuvo una posición de profesor en la Universidad de George Washington en la misma ciudad.
  Publicó varios libros, entre ellos Desde un oscuro ángulo, Dharma, Venías, El desamparado humor de Reinaldo Arenas (premio Letras de Oro), No estaré en tu camino (Adonais), y la novela Este viento de cuaresma. Formó parte del grupo de escritores conocido como la generación del Mariel, encabezado por Reinaldo Arenas, y fue uno de los fundadores de la revista del mismo nombre.
  Roberto Valero era una persona que encarnó los valores de su generación. Los que llegaron por el Mariel, a pesar del rechazo que experimentaron por ciertas partes del exilio, venían con un optimismo y una fe arrasadora en las posibilidades que ofrecía la vida en los EE. UU. Por ejemplo, el primer verano que pasamos juntos, ambos teníamos vacaciones, y él me preguntó a dónde me gustaría ir. Le dije que mi gran sueño de siempre había sido ir al Gran Cañón del Colorado, “Vamos”, me dijo. Cuando le dije que el Cañón estaba del lado opuesto del país, él respondió que estábamos en un país libre donde se podía ir a donde uno quisiera. No teníamos dinero, pero yo tenía un Toyota Corolla. “Vamos a convencer a Reinaldo Arenas, y él va a traer a su amigo (Lázaro Gómez Carriles) y entre los cuatro compartimos los gastos y ya vas a ver que se cumple tu sueño”. Ahí mismo llamó a Arenas, y unas tres semanas más tarde, después de atravesar el país y ver maravillas como el Gran Arco de San Luis, los Rockies, Monument Valley, la Foresta Petrificada y los puentes naturales de Utah, mirábamos incrédulos un amanecer al borde del Gran Cañón.
  De esta manera llegamos a recorrer los 50 estados de los EE. UU., además de partes de Europa, África y Latinoamérica. Comparto esta historia con ustedes porque, más que detalles secos de sus logros, les da una idea de la magia que irradiaba el personaje. Tuve la suerte de ser su esposa y compartir su vida por 14 años, hasta que murió de SIDA. Además de mí, lo sobreviven sus tres hijas, sus hermanos y demás familia, y varios amigos que han compartido conmigo la alegría de haberlo conocido y el dolor de su ausencia.

María Badías-Valero

 

ROBERTO VALERO

 
« …y a las tinieblas llamó noche»
 
Padres, vengan a quererme,
siéntense a conversar
trataré de ser breve
llénenme de besos
invéntenme regalos,
basta de herirme siempre,
de matar en silencio mis jardines,
de anunciar que estoy loco
porque amo los bosques
y prefiero vivir entre corales.
Pasé la noche llorando con la almohada,
pensando que nadie me quería,
griten que estoy equivocado una vez más,
soy el pequeñito de abuelo,
el preferido
apúrense,
cuando estemos juntos
quizás me olvidé de matarme
  soy un mecanismo
entiendo,
  justifico,
      me impongo metas
no busques tanto ser consolado como consolar
Imposible comprender mi carencia
justificar a Mamá
esperar toneladas de amor del corazón humano de mi esposa,
que pide a gritos también que la consuelen
y espera maravillas de este niño sarnoso
enfermo desde los años
en que aún caminaba sin historia,
desde los juegos a escondidas
desde el vientre de Mami cuando dijo
  «yo no quiero tenerlo»
enfermo entre las hierbas cuando niño
besándome con todos los amigos
tocándonos nosotros a nosotros
descubriendo el lugar de las caricias
enfermo de mí mismo
queriéndome yo solo,
jugando a ser la amante
mis padres, mis hermanos…
Buscando a Dios he llamado a la puerta de los jardines
de nopales y abrojos,
he vivido en todas partes
perdiéndome entre papeles sucios
en alcantarillas
en las fosas de un pueblo.
Ahora, siendo el niño de 8 años
que se toca en las sombras
descubriendo el lugar de las caricias,
el niño blando con bigotes y barbas,
perfumado, gracioso, bañadito.
me levanto sin que nadie me escuche,
llevo tus tendederas, Madre, bajo mi camisa.

                   Marzo 19 de 1977
 
 
 
Elegía a la infancia
 

Ahora, frente a la puerta amarillenta y colonial, que conozco hace mucho, y en la que podría señalar sus pequeñas heridas. Frente a la fachada de esta casa, junto a su ventana que me hacía gastar las tardes en descubrir palomas. Sobre estos escalones, donde al atardecer nos reuníamos de pequeños y creíamos saberlo todo –más tarde llegaban las inevitables peleas y el regaño de los mayores. Pero nunca pensé que después y el regaño de los mayores.
  Pero nunca pensé que después de treinta años girando bajo todas las constelaciones, burlando los signos más siniestros que aparecían en mis caminos (mis caminos fueron las entrañas del Sol, el borde superior del arco iris, avenidas cercanas a Pegaso) al llegar frente a esta puerta que tan sólo conoce mis secretos infantiles, los auténticos, me golpeara tan fuerte, no sé donde, el recuerdo.

Abril 9, 1977

 
 
Definición

a Crista
a Marta Valdés

Quizás la felicidad se encuentra en descubrir lo verde de las hojas tiernas, o en la tierra lejana de los niños, en las menudas gotas del rocío, o en el azul sencillo de las olas. En disfrutar, sin conocer su nombre, la enigmática estrella más brillante, en fatigar la vista de montañas, capturar blancas nubes sin saber que son nimbos, dominar el lenguaje de las palmas, el silencio del lago, estrenar cada día la sonrisa. En jugar con palomas, en amar sin preguntas, en cegar toda fuente sin agua y en quemar toda higuera sin fruto. Puede estar en el vuelo preciso de las golondrinas o en la nieve brillante, ¡sobre todo en la nieve…!
  He perdido. Consumir todo el tiempo en nominar las cosas para descubrir que el idioma es tan sólo un intento, que el amanecer no se llama amanecer, sino fuego agradable; y el viento, desorden del pelo; y la orquídea, colores. Disfrutar sin saber adjetivos, sin conocer el paralelo exacto donde se encuentra la isla de los peces encantados. ¿Acaso el horizonte es horizonte? Nueve letras sin formas, o con ellas, que nunca nos dirán si es verde, triste, arenoso…?
  No hables, el beso carece de belleza desde el momento mismo en que lo nombras. He perdido. ¡Tanta filosofía loca! Libros enormes para citar en el preciso instante, leyes en detalle…Y ahora descubro que he perdido: ¡la felicidad no admite que la nombren!

Julio 4, 1976

 
 
Y todavía falta
 
Días interminables,
escuelas aburridas que enfermaron el alma,
incomprensión total,
esfuerzo que robó las horas más bellas de mi historia.
Aquí estoy gastándome como un tubo de pasta,
montes corroídos de tiempo,
como unos tenis viejos,
un repuesto de plumas,
o la primera maleta del colegio.
Asisto a cines y teatros,
tiro fotos
queriendo atrapar lo que no tengo,
tomo helados,
obedezco las leyes de «mi patria»,
me orino en la existencia,
este mismo poema
es mezcla de traumas
rejas escondidas y perretas.
Si pudiera matar te mataría,
si pudiera llevarme tu sonrisa,
tu sexo hasta mi cama,
si pudiera comerte…
No me importan los carros,
los viajes hasta el fin del universo,
el hambre desmedida.
Yo seguiré gastándome,
con traumas incurables,
obedientes esbirros,
yo seguiré con traumas y gastándome.
Necesito tenerte,
necesito que duermas con mi angustia,
que me rajes el pecho
y te asomes,
y te encuentres la estrella que me escondo,
que te cuido por gusto,
y nadie te dará otra
o nunca brillará como la mía.
No me pases de largo,
sin que duermas una noche entre mis brazos,
una aburrida noche de mi vida.
Aquí estoy gastado hasta los huesos
  como el tubo de pasta,
    los tenis viejos,
      el repuesto,
        un rollo en blanco y negro,
los montes corroídos de tiempo.

               Diciembre, 1977
 
 
Estos poemas pertenecen al libro Desde un oscuro ángulo (Editorial Playor Nueva Poesía, 1983)
 

Roberto Valero y María Badías-Valero (Foto de Marcia Morgado)

Roberto Valero y María Badías-Valero
(Foto de Marcia Morgado)

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2 comentarios el “Elegía a la infancia y otros poemas

  1. Sergio Galan pino
    07/09/2014

    Desde un oscuro angulo y Dharma (este ultimo acaso porque fuimos hermanos de la logia Mahachohan en laTeosofia, en Cuba) son los que mas me han impactado de este poeta amigo mio., ganador de la beca Cintas y del premio letras de oro. Despues de la presentacion de su esposa Maria( en cuyo apartamento en Washignton, estuvimos hospedados mi esposa yo, durante un viaje que hicimos a esa ciudad, atendidos por el hermano menor de Roberto, ya que ellos se encontraban fuera en esos dias ) despues de esa presentacion , repito, ¿que mas puedo agregar yo…?
    Apreciabamos mucho a Roberto Valero y conservamos fotos con él en el desaparecido Koubek Center de Miami ya que lo consideamos siempre un excelente caballero, una persona inteligente y culta y un defensor y apasionado creyente de la reencarnacion. Todavia conservo un excelente articulo firmado por el sobre mi libro La Embajada de Peru: un salto hacia la libertad, publicado en el periodico El Universal de Caracas, Venezuela y despues en The Miami Herald de Miami, que mucho le agradeci.. Para su viuda, toda nuestra admiracion y respeto. Aidee ySergio Galan Pino

  2. Carmen Karin
    16/09/2014

    Gran poeta Roberto Valero, de una sensibilidad increíble. Gracias a Conexos por publicar su magnífica poesía.

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Esta entrada fue publicada el 07/09/2014 por en Poesía.
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