Adagio de Albinoni
Tengo amigos al pie del cementerio.
Los abrazo al sol
Albinoni.
Tu aliento de plata me entristece.
Aquí estoy
medida sin medida
una forma de luz suavemente dorada.
Aquí estoy agua ardiendo,
pupila adolescente y simple.
Subo hasta esconderme entre voces de violín.
Llego y me descalzo.
Soy fruto rabioso que agoniza desde un vientre
al rojo brote de mis huesos.
Te beso clavicordio con olor antiguo.
Te espero piano
pianísimo.
Te espero agua de luna,
leve adagio al sur de mis raíces.
Perdóname una confesión
si digo que nombro cisnes al vuelo,
Urano místico
y Venus
(ah, la dulce vagina).
Es que soy un horóscopo exacto
cuando Libra asciende sobre Acuario
(aire y sólo aire).
Perdona este papiro de locuras.
Ocurre que te escucho
Albinoni
y me enamoro de nuevo,
porque sigo subiendo cada vez más lejos.
Me llevo a mis amigos
en este saco roto que gime entre mis pechos,
un estuche tan pequeño
volando hasta un sol mayor.
Carta de amor a un poeta muerto
Amor mío:
No hay un solo minuto de esa luz que termine
cada paso que comenzaste.
No eres tú la piel que los amigos dijeron:
carcomida carne a punto de morir.
Mi voz toca a rebato
el canto del viento entre las tumbas.
Por eso no quiero hablarte del sol o de la vida.
Esta noche lleva el sello de un tálamo sangriento.
Sobre mi cuello traigo tu corona de muerte
y aquella luz…
Recuerdo muy bien tu voz,
la sombra de las pecas en tu espalda
y una lista fugaz de perversiones
fraguadas junto al oído.
Oro de dioses tus ojos
cuando llameabas entre mis piernas
murmurando el holocausto final.
Todo aquello que amaste se ha perdido:
esa antigua lujuria que solías devorar
con la misma elegancia de tus versos.
Todavía busco en los textos aquel sueño del profeta:
mil años atrás te perdí,
mil años después te veré.
Amor mío:
dondequiera que estés:
Cobija el recuerdo de cada pacto mordido
en la oscuridad del tiempo.
Conserva tu memoria hasta la próxima vida;
quizás en otro cuerpo volvamos a encontrarnos…
Siento el paso de mi boca sobre tu nombre inmenso.
No te engañes. Yo no existo.
Tú te has ido y yo me he muerto.
Erótica V
Qué mar mi caballero esta noche
se desborda al calor de la selva.
Busco a un buen enamorado que me ahogue
en su carne de satán.
Como tú mi caballero orlado semejante a mirra.
Yo vago a mi antojo por estos aires del mundo
empapada hasta el cuello de tibieza.
Estoy harta de mis propios dedos
y también
de la flauta andina.
Le tengo miedo a las velas
(se parten tan fácilmente).
Claro que el sexo me hornea:
voy a comprarme un cepillo para frotarme muy suave,
te abriré la entrada espumosa
cubierta de Old Spice
y vendrá tu hoja afilada y las tijeras de estilo.
Qué dulzor mi caballero erguido
cuando traspongas mis labios
y bebas mi jugo ambarino.
Estos poemas pertenecen al libro Confesiones eróticas y otros hechizos. Para adquirir un ejemplar presione el enlace: http://www.amazon.com/Confesiones-er%C3%B3ticas-y-otros-hechizos/dp/8480170220/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1414818042&sr=8-1&keywords=confesiones+eroticas+y+otros+hechizos
Daína Chaviano nació en La Habana (1957). Licenciada en Lengua y Literatura Inglesa. Ha publicado: Amoroso planeta (cuentos); Historias de hadas para adultos (novelas); Fábulas de una abuela extraterrestre (novela), y El abrevadero de los dinosaurios (cuentos), entre otros. Sus poemas, relatos y artículos han aparecido en publicaciones y antologías de Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Bulgaria, Costa Rica, Checoslovaquia, España, Estados Unidos, México, Nicaragua, Portugal, Rusia, Ucrania y Uruguay. Desde 1991 reside en Miami, Estados Unidos.